Выбрать главу

Despertó a Marguerite antes de salir de casa. Le dijo a dónde iba y le preparó una taza con café. Ella se sentó en la cocina, en camisón, con aspecto desconsolado.

—No puedo dejar de pensar en Tess. ¿Crees que Ray habla en serio con lo de quedársela?

—No sé lo que Ray va a hacer o no. La pregunta más inmediata es si ella está en peligro con él.

—¿Si le va a hacer daño, quieres decir? No. No lo creo. Al menos, no directamente. No físicamente. Ray es un hombre complicado, y es un hijo de puta nato, pero no es un monstruo. A su modo, quiere a Tess.

—Se supone que el a tiene que volver el viernes. Quizás lo mejor sea esperar hasta entonces, ver qué es lo que hace cuando ya ha tenido la oportunidad de calmarse un poco. Si insiste en quedársela, entonces tomaremos medidas.

—Si le va a pasar algo malo a Blind Lake, quiero que ella esté conmigo.

—Eso todavía no ha ocurrido. Pero Marguerite, incluso si Tess no está en peligro, eso no quiere decir que tú estés segura. Cuando Ray entró en esta casa se convirtió en un al anador. Está subiendo peldaños. ¿Tienes cerraduras inteligentes?

Ella se encogió de hombros.

—No. Supongo que puedo hacer una l ave nueva… Pero entonces Tess no podrá entrar sin mí.

—Haz una llave nueva y pon al día el carnet de Tess, aunque tengas que ir a la escuela a recoger certificados. Y no seas descuidada. Mantén la puerta cerrada cuando estés sola en casa y no abras sin comprobar quién es. Estáte segura de que tienes tu servidor de bolsillo a mano. En caso de emergencia, l ámame a mí, o a Elaine, o incluso al tipo de seguridad, cuál es su nombre…, Shulgin. No intentes manejar la situación tú sola.

—Da la impresión de que hubieras pasado por esto antes.

Chris se marchó sin responder.

Se sentó en una mesa apartada el Sawyer alejada de la ventana. El restaurante no estaba muy concurrido. Contra la costumbre, se podía ver al cocinero de pocos vuelos y a una pareja de camareras. Las posibles elecciones de menú se reducían a sandwiches: de jamón, de queso, o de jamón y queso.

Elaine l egó a la vez que Sebastian Vogel y Sue Sampel. Los tres miraron a Chris con aprensión cuando se sentaron. Tan pronto como la camarera hubo anotado los pedidos de cada uno, Chris puso sobre la mesa la página de revista chamuscada, protegida por un plástico.

—Guau —dijo Sue—, ¿de dónde has robado esto?

—Nosotros no utilizamos esa palabra —respondió Elaine—. Chris tiene una fuente anónima de alto nivel.

—Echadle un vistazo —dijo Chris—, tomaos vuestro tiempo. Sacad conclusiones.

Únicamente alrededor de un cuarto de la página resultaba legible. El resto estaba quemado más al á de toda interpretación, e incluso el cuadrante legible del extremo derecho estaba decolorado y marrón.

Todavía se podía descifrar parte del titular:

OSSBANK TODAVÍA DESCONOCIDO

CE EL SECRETARIO DE DEFENSA

Y bajo él, los fragmentos de la columna derecha del artículo.

—¿Qué hay al otro lado? —preguntó Elaine.

—Un anuncio de coches. Y una fecha.

Le dio la vuelta a la hoja.

—Cielos, es de hace casi dos meses.

—Sí.

—¿Lo l evaba el piloto consigo?

—Sí.

—¿Y está todavía inconsciente?

—He l amado esta mañana a la clínica. Sin cambios.

—¿Quién más lo sabe?

—Marguerite. Vosotros.

—De acuerdo… Dejemos que siga así por el momento.

La camarera trajo café. Chris cubrió la página con el menú de postres.

—Tú has tenido un buen tiempo para pensar sobre todo esto. ¿Qué es lo que crees?

—Obviamente, hay algún tipo de crisis en Crossbank. No tengo ni idea de qué puede ser. Algo lo suficientemente gordo como para movilizar infantería y quizás cortar autopistas… ¿Dónde decían? Al este de Mississippi. Tenemos la palabra «plaga» entrecomillada y algo que parece una negativa del Centro de Control de Enfermedades…

—Que podría significar cualquier cosa —dijo Elaine—, en cualquier sentido.

—Tenemos «muertes confirmadas», o posiblemente «no hay muertes confirmadas». Tenemos unas referencias crípticas sobre coral, estrel as de mar, un peregrino. Unas declaraciones aparentemente atribuidas a Ed Baum, el consejero científico del presidente. El suceso ha sido lo suficientemente importante como para garantizar una cobertura total de noticias y declaraciones políticas de agencias federales, pero no lo suficientemente importante como para eliminar los anuncios de automóviles de la revista.

—Ese anuncio podía haber sido comprado y pagado con seis meses de antelación. No prueba nada.

—¿Sebastian? —dijo Chris—. ¿Sue? ¿Algún comentario?

Los dos tenían un aspecto solemne.

—Me intriga el uso de la palabra «espiritual» —dijo Sebastian.

Elaine miró hacia otro lado.

—No es de extrañar.

—Continúa —le pidió Chris.

Sebastian frunció el ceño. Al apretar los labios su boca casi desaparecía bajo la enorme barba. El bloqueo lo hacía parecerse a un gnomo más que nunca, pensó Chris. De alguna forma se las había arreglado para ganar peso. Sus mejil as estaban rojas como la frambuesa.

—Redención espiritual. ¿Qué tipo de desastre genera incluso la ilusión de una redención? ¿O atrae peregrinos?

—Chorradas —dijo Elaine—, puedes conseguir peregrinos anunciando que has visto una imagen de la Virgen María en una sábana sucia. La gente es crédula, Sebastian. Debe serlo, o de lo contrario no habrías escrito un best-seller.

—Oh, no creo que lo que tengamos aquí sea la Segunda Venida. Aunque quizás alguna gente lo haya tomado por eso. Eso implica algo extraño, sin embargo, ¿no creéis? Algo ambiguo.

—Extraño y ambiguo. Guau, vaya perspicacia.

Chris volvió a meterse la página de la revista en el bolsillo de la chaqueta. Les dejó hablar sobre todo aquello durante unos minutos más. Elaine estaba claramente frustrada por tener tan solo la mitad de la explicación frente a el a. Sebastian parecía más intrigado que asustado, y Sue estaba agarrada a su brazo izquierdo en un sobrio silencio.

—Entonces quizás los descontentos tengan razón —dijo Elaine—: algo ha sucedido con el O/CBE en Crossbank. Tenemos que empezar a pensar en desconectar el Ojo.

—Quizás —dijo Chris. Él ya había contemplado aquella posibilidad con Marguerite la noche anterior—. Pero si la gente del exterior quisiera que lo desconectáramos podrían haber cortado el suministro eléctrico hace meses. Quizás lo hicieron en Crossbank, y tan solo consiguieron que todo fuera a peor.

—Quizás, quizás, quizás, puto quizás. Lo que necesitamos es más información. — Dirigió una mirada cargada de significado a Sue.

Sue cogió su sandwich como si no hubiera oído nada.

—Buena chica —le dijo Sebastian—, nunca voluntaria.

Sue Sampel, con lo que para Chris constituyó un notable ejercicio de dignidad, tragó el último bocado de jamón y queso y tomó un sorbo de café. Después se aclaró la garganta.

—Quieres saber qué es lo que Ray encontró cuando tuvo acceso a los servidores de los directivos. Lo siento, pero no he podido averiguarlo. La paranoia de Ray ha aumentado sensiblemente desde hace algún tiempo. Todo el personal de apoyo tiene que llevar llaves con contador. No podemos llegar temprano ni quedarnos hasta más tarde sin rel enar un formulario de seguridad. La mayoría de los despachos tiene cámaras de seguridad, y eso no es algo fortuito.

—¿Qué es lo que sabes, entonces? —preguntó Elaine.