Le había parecido una buena idea, al menos hasta que se encontró en el escenario detrás del telón, con Lisa Shapiro sentada entre el a y su ex-marido. Evitó la mirada de Ray, pero no pudo desterrar la claustrofóbica sensación de su presencia.
Se había fijado al acercarse en que estaba impecablemente vestido. Traje y corbata, con rayas tan agudas como el filo de una cuchil a. Una pequeña sonrisa de labios apretados en el rostro, acentuada por sus mejil as regordetas y su barbil a en retirada, como un hombre que huele algo desagradable pero que intenta mostrarse educado al respecto. Un fajo de folios en las manos.
A su izquierda estaba el atril, y Ari permanecía allí, haciendo una señal a alguien para que subiera el telón. ¿Ya? Marguerite miró su reloj. La una en punto. Tenía la boca seca.
El auditorio tenía un aforo de dos mil personas, le había dicho Ari. Habían admitido más o menos a la mitad, una mezcla de científicos, personal de apoyo y trabajadores al azar. Ari había preparado cuatro de aquellos acontecimientos desde el comienzo de la cuarentena, y todos el os habían sido bien atendidos y bien recibidos. Incluso había un hombre con una cámara retransmitiendo en directo para Blind Lake Television.
Qué civilizados somos en nuestra jaula, pensó Marguerite.Qué fácilmente dejamos del lado el recuerdo de los cuerpos más al á de la verja.
En aquel momento se subía el telón, el escenario se iluminaba, el público se convertía en un vacío entre sombras que se sentía más que se veía. En aquel momento Ari la estaba presentando. Y en aquel momento, en un extraño repliegue de tiempo que siempre le ocurría cuando tenía que hablar en público, Marguerite se encontró de repente en el atril, dándole las gracias a Ari, agradeciendo al público su asistencia, jugueteando con su servidor de bolsillo.
—La cuestión…
Su voz se quebró con un gallo. Se aclaró la garganta.
—La cuestión que quiero tratar hoy aquí es: ¿nos hemos dejado engañar por nuestro riguroso enfoque deconstructivo en el estudio de las gentes de UMa47/E?
Aquel o era lo bastante árido como para adormecer al público lego que se encontraba en el auditorio, pero vio un par de rostros familiares de Interpretación frunciendo el ceño.
—Se trata de un término deliberadamente provocativo: las «gentes» observadas. Desde el principio, los proyectos de Crossbank y Blind Lake se han esforzado en eliminar todo rastro de antropocentrismo: la tendencia a imbuir a otras especies con las características humanas. Esa es la falacia que nos tienta a describir a un cachorro de pantera como «mono» o a un águila como «noble», y que utilizamos desde que aprendemos a andar sobre dos piernas. Sin embargo, vivimos en una época ilustrada, una época que ha aprendido a ver y valorar a otras especies vivientes como son, no como desearíamos que fueran. Y la larga y encomiable historia de la ciencia nos ha enseñado, al menos, a observar con cuidado antes de emitir un juicio. De juzgar, si hay que hacerlo, basándonos en lo que vemos, no en lo que preferiríamos creer.
»Y de esa forma nos decimos a nosotros mismos: a los sujetos de nuestro estudio en Ursa Majoris 47 se los debería conocer como «criaturas» u «organismos», no como «gentes». No tenemos que tomar nada por supuesto con relación a ellos. No debemos admitir en las tablas de análisis nuestros miedos y deseos, nuestras esperanzas o nuestros sueños, nuestros prejuicios lingüísticos, nuestra metanarrativa burguesa, o nuestro imaginario cultural acerca de los extraterrestres. Dejen al señor Spock en la puerta, por favor, y a H.G. Wells en la biblioteca. Si vemos una ciudad no la debemos llamar ciudad, o debemos l amarla así solo provisionalmente, porque la palabra «ciudad» implica Cartago y Roma, Berlín y Los Angeles, productos de la biología humana, del ingenio humano, y de miles de años de experiencia humana acumulada. Nos recordamos que la ciudad observada quizás no sea una ciudad; que quizás sea algo más parecido a un hormiguero, a un termitero o a un arrecife de coral.
Cuando hizo una pausa pudo oír el eco de su voz, una resonancia grave que le devolvían los muros del auditorio.
—En otras palabras, intentamos insistentemente no engañarnos a nosotros mismos. Y lo hacemos muy bien. La barrera entre nosotros y las gentes de UMa47/E es dolorosamente obvia. Los antropólogos nos han dicho desde hace mucho que la cultura es un conjunto de símbolos compartidos, y que no compartimos ninguno con los sujetos de nuestro estudio. Omnis cultura ex cultura, y las dos culturas son tan diferentes, suponemos, como el agua y el aceite. Nuestras conductas epigenéticas y las suyas no tienen puntos de intersección.
»El aspecto negativo es que nos vemos forzados a partir de principios básicos. No podemos hablar de, digamos una «arquitectura» ctónica, porque deberíamos extraer de esta palabra aparentemente inocente todas las vigas y contrafuertes de motivos humanos y estética humana, sin los cuales la palabra «arquitectura» se convierte en una estructura inestable que no se sostiene. Tampoco nos atrevemos a hablar de «arte», «trabajo», «ocio» o «ciencia» ctónicos. La lista es interminable, y lo que nos queda es simplemente conducta a secas. Conducta para observar y catalogar hasta en sus aspectos más minúsculos.
»Decimos que el Sujeto viaja por aquí, realiza esta o aquel a acción, gira a la izquierda o a la derecha, come tal y tal cosa, y eso si no evitamos la palabra «comer» por su connotación antropocéntrica oculta; quizás «ingerir» sea más adecuada. Quiere decir lo mismo, pero tiene mejor aspecto en un informe escrito. «El Sujeto ingiere un bolo alimenticio de material vegetal». En realidad se ha comido una planta, vosotros lo sabéis y yo lo sé, pero un evaluador de Nature nunca lo daría por bueno.
En ese punto pudo oírse una risa prudente. A su espalda, Ray imitaba burlonamente el sonido de ronquidos.
—Vigilamos la connotación de cada palabra que pronunciamos con el instinto censor de un purgante. Todo en nombre de la ciencia, y a menudo por buenas razones.
»Pero me pregunto si no nos estaremos dejando algo por el camino. Lo que falta en nuestro discurso sobre las gentes de UMa47/E, sugiero yo, es narrativa. Los nativos de UMa47/E no son humanos, pero nosotros sí, y los seres humanos interpretan el mundo desarrollando narraciones que lo explican. El hecho de que algunas de nuestras narraciones sean ingenuas, o soñadoras, o simplemente erróneas, no tiene por qué invalidar el proceso. La ciencia, después de todo, es al final una narración. Un antropólogo, o un ejército de antropólogos, puede que estudien detenidamente fragmentos de hueso y los cataloguen de acuerdo con diez o con cien características aparentemente triviales, pero el objeto no expresado de todo su trabajo es una narración, una historia de cómo los seres humanos surgieron a partir de otra fauna del planeta, una historia sobre los orígenes de nuestros antepasados.
»O consideremos la tabla periódica. La tabla periódica es un catálogo, una lista de los elementos conocidos y posibles organizada siguiendo un principio organizador. Es conocimiento estático, exactamente el tipo de conocimiento que estamos acumulando sobre el Sujeto y su especie. Pero incluso la tabla periódica implica una narración. La tabla periódica es una declaración determinante de la historia del universo, el punto final de una larga narración sobre la creación de hidrógeno y helio en el Big Bang, la forja de elementos pesados en las estrel as, la relación entre electrones en los núcleos de los átomos; el núcleo y sus procesos de decadencia, y la conducta cuántica de las partículas subatómicas. Nosotros también tenemos un lugar en esa narración. Nosotros somos en parte el resultado de la química carbónica en agua, otra narración oculta en la tabla periódica, y de igual forma, añadiría yo, lo son las gentes observadas de UMa47/E.