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Hizo una pausa. Había un vaso de agua helada sobre el atril, gracias a Dios. Tomó un sorbo. A juzgar por el sonido ambiental, ya había dado rienda suelta a varias discusiones acaloradas entre cuchicheos entre el público.

—Las narraciones intersecan y divergen, se combinan y recombinan. Para comprender una narración quizás se necesite la creación de otra. La narración es la forma en la que entendemos el universo, y es así más claramente como nos entendemos a nosotros mismos. Un extraño puede parecemos inescrutable, o incluso amenazador, hasta que nos ofrece su historia; hasta que nos dice su nombre, nos dice de dónde viene y a dónde va. Quizás esto también sea cierto con los habitantes de UMa47/E. No me sorprendería que el os, a su manera, también intercambiaran narraciones. Quizás no lo hagan; quizás tengan una forma distinta de organizar y diseminar el conocimiento. Pero les prometo que no los comprenderemos hasta que comencemos a contarnos entre nosotros historias sobre ellos.

Ahora podía ver más rostros entre el público. Estaba Chris en el centro de la nave lateral, asintiendo de forma alentadora. A su lado Elaine Coster, y al de esta Sebastian Vogel. Marguerite daba por hecho que tenían sus servidores de bolsillo a mano, para el caso de que Ray abandonara rápidamente el auditorio para llegar al Plaza.

Y al á abajo, en la primera fila, estaba Tess, escuchando con atención. Ray debía de haberla traído consigo. Marguerite dirigió una sonrisa a su hija.

—Por supuesto, somos científicos. Tenemos nuestra propia palabra para una narración provisionaclass="underline" la llamamos hipótesis, y la comprobamos a través de observación y experimentación. Y por supuesto, cualquier hipótesis que aventuremos sobre las gentes nativas del planeta debe ser muy, muy provisional. Será una primera aproximación, una suposición cultivada, incluso un tiro a ciegas.

»Sin embargo, creo que hemos sido exageradamente tímidos haciendo conjeturas así. Creo que eso se debe a que las preguntas que tenemos que hacer a fin de crear esa narración son extremadamente inquietantes. Cualquier especie pensante que nos encontremos, y por primera vez en la historia tenemos otro ejemplo con el que compararnos, debe basarse en su biología. Parte de su conducta, en otras palabras, será específica de su historia genética. Si se trata verdaderamente de una especie pensante, sin embargo, parte de su conducta será también discrecional, será flexible, será innovadora. Lo que no quiere decir que sea infaliblemente racional. Quizás más bien al contrario.

»Y aquí, creo yo, descansa la cuestión fundamental que hemos sido reacios a afrontar. Nosotros abrigamos creencias muy arraigadas sobre nosotros mismos. Un teólogo quizás diría que somos una especie en busca de Dios. Un biólogo quizás dijera que somos un conjunto de funciones fisiológicas interrelacionadas capaces de actividades altamente complejas. Un marxista podría decir que somos agentes de un diálogo entre la historia y la economía. Un filósofo podría decir que somos el resultado de la apropiación por parte del ADN de la matemática de las propiedades emergentes en sistemas caóticos semiestables. Consideramos a estas creencias como mutuamente excluyentes y nos aferramos a el as, de acuerdo con nuestras preferencias, con fervor casi religioso.

»Pero yo sospecho que en las gentes nativas de UMa47/E vamos a encontrar que todas estas perspectivas son útiles por un lado, pero insuficientes. Tendremos que l egar a una nueva definición de «especie pensante», y esa definición debe incluirnos tanto a nosotros como a los nativos. Y eso, sugeriría yo, es lo que hemos estado evitando.

Otro sorbo de agua. ¿Estaba demasiado cerca del micrófono? En las filas de atrás probablemente sonaría como si estuviera haciendo gárgaras.

—Cualquier cosa que digamos sobre la población nativa implica una nueva perspectiva de nosotros mismos. Los encontraremos comparativamente más o menos valientes que nosotros, más o menos amables, más o menos propensos a la guerra, más o menos sensibles… Quizás, en última instancia, más o menos cuerdos.

»En otras palabras, quizás nos veamos forzados a sacar conclusiones sobre el os, y consecuentemente sobre nosotros mismos, que no nos agraden. Pero somos científicos, y se supone que no nos espantamos por estas cuestiones. Como científica, mi creencia más íntima, estoy tentada de decir, mi fe, es que la comprensión es mejor que la ignorancia. La ignorancia, al contrario que la vida, al contrario que las narraciones, es estática. La comprensión implica un movimiento hacia delante, y así la posibilidad de cambio.

»Esta es la razón por la cual es tan importante mantener la atención sobre el Sujeto. — Tanto tiempo como podamos, añadió para sí misma—. Hace unos pocos meses, uno podía plausiblemente haber señalado que la vida del Sujeto era una rutina rígida y repetitiva, y que ya habíamos observado todo lo que habíamos podido. Los recientes sucesos han mostrado que ese argumento estaba equivocado. La vida del Sujeto, que habíamos tomado erróneamente como un ciclo, se ha convertido en una narración, una narración que quizás podamos ser capaces de seguir hasta su conclusión, y de la cual por seguro que aprenderemos mucho.

»Y ya hemos aprendido mucho. Hemos visto, por ejemplo, las ruinas de 33/28, una ciudad (si es que podemos utilizar esa palabra) abandonada, aparentemente más antigua que el hogar del Sujeto y muy diferente en su estilo arquitectónico. Y esto también, implica narración. Implica que la conducta arquitectónica de estas gentes es flexible; que tienen un conocimiento acumulado y que ponen ese conocimiento al servicio de usos diversos y adaptativos.

»Implica, en suma, y por si quedaba alguna duda, que las gentes de ese planeta son gente, intelectualmente próximos y moralmente equivalentes a los seres humanos, y que la mejor forma de construir su narración es tomando como referencia la nuestra propia. Incluso si esa comparación no nos es siempre favorecedora.

Aquel era su gran final. Su tesis desafiante. El problema era que nadie parecía estar seguro de que hubiera terminado. Se aclaró la garganta de nuevo.

—Eso es todo, muchas gracias —dijo, y volvió a su sil a. Los aplausos crecieron a su espalda. Parecían corteses, si no entusiastas.

Ari se acercó al estrado, agradeció su intervención y presentó a Ray.

Sue Sampel estuvo veinte minutos en su escritorio en la antesala del despacho de Ray, aparentando estar ocupada de cara a las cámaras de video de la pared.

Había apartado algo de trabajo para hacer que su presencia allí pareciera más plausible. No es que hubiera realmente mucho pendiente. Aquellos informes que Ray insistía en reunir, documentando las trivialidades diarias de la administración de Blind Lake, eran un mal chiste. Los informes no iban a ninguna parte excepto a un archivo con el título de «PENDIENTE». ¿Pendiente de qué, del fin del mundo? Pero le servirían como coartada si alguien le l egara a preguntar a Ray qué es lo que había estado haciendo todo aquel tiempo durante el bloqueo. A el a le daba la impresión de que Ray empleaba gran parte de su tiempo preparándose para preguntas como aquella.

Echó un vistazo al reloj que tenía sobre el escritorio. A las 13:30 montó un pequeño espectáculo revolviendo los papeles y archivos digitales, como si hubiera perdido algo. Y, por tanto, debería entrar en el despacho de Ray para ir a por el o. Le parecía grotescamente irreal, como un juego del instituto.