»Y aun y todo parece absurdo, ridícula ¿Qué hay en nosotros, en Blind Lake, que pudiera ser considerado una amenaza?
»De verdad, ¿qué? Algunos han sugerido que las imágenes que estamos estudiando quizás sean peligrosas, que quizás contengan un código esteganográfico o algún otro mensaje oculto destructivo para la mente humana. Pero tenemos pocas evidencias de algo así…, a no ser que queramos citar el panegírico de la ponente anterior como ejemplo. —Ray esbozó una sonrisa torcida, como si hubiera dicho algo travieso pero muy inteligente, y el público le contestó con una risa forzada. Tomó un trago de agua y continuó—. No, creo que debemos centrar nuestras sospechas en el propio proceso, en el mecanismo de los O/CBE.
»¿Podría haber algo peligroso en los tanques de O/CBE? Apenas tenemos el conocimiento necesario para responder a esta pregunta. Lo que sabemos es que los procesadores O/CBE son computadoras cuánticas de una gran capacidad, de un tipo nuevo, y que funcionan con un código autoevolutivo y autorreplicante.
»Estas palabras por sí mismas deberían despertar la alarma. En todas las otras ocasiones en la que hemos intentado explotar sistemas evolutivos autorreplicantes nos hemos visto obligados a proceder con extrema precaución. Estoy pensando en el cuasidesastre del año pasado, en el laboratorio de nanotecnología del Instituto Tecnológico de Massachussets. Todos sabemos lo lamentable que podría haber sido, y recordamos los nuevos cultivos de arroz que causaron tantas muertes por reacciones histamínicas en Asia, a comienzos de los años veinte del siglo XX.
Elaine escribía furiosamente en un cuaderno de notas. Sebastian Vogel estaba sentado en un estado de atención sosegada, un Buda barbudo.
—La objeción obvia es que estos sucesos afectan a sistemas autorreplicantes «reales» en el mundo «real», no a códigos en una máquina. Pero esta es una afirmación corta de miras. El ecosistema virtual de los O/CBE puede estar encerrado, pero también es efectivamente enorme. En un solo día se generan y se cosechan miles de millones de algoritmos para su utilización. Periódicamente los seleccionamos para obtener los resultados que queremos, pero siempre se están reproduciendo. Damos por supuesto que, como nosotros establecemos las condiciones límite, tenemos poder ilimitado sobre nuestras creaciones. Pues quizás no sea este el caso.
»Ahora bien, obviamente nunca hemos perdido a ningún investigador por haber sufrido la emboscada de un algoritmo. —Más risas: al público lego parecía gustarle aquello, aunque el personal de Observación e Interpretación se mantenía cautelosamente silencioso—. Y eso no es lo que estoy sugiriendo. Pero existen evidencias (de las que todavía no puedo hablar con entera libertad) de que el complejo de Crossbank fue cerrado horas antes de la cuarentena de Blind Lake, y de que allí ocurrió algo peligroso, posiblemente relacionado con los procesadores O/CBE.
Aquel o eran noticias nuevas. A lo largo de todo el auditorio, la gente literalmente se levantó de sus asientos. Chris lanzó una mirada a Elaine, que se encogió de hombros: el a no esperaba que Ray abordara esa cuestión.
Quizás Ray no había tenido intención de hacerlo. Revolvió sus papeles y pareció hallarse desconcertado durante un rato.
—Esto, por supuesto, está siendo investigado…
Dejó el discurso escrito a un lado.
—Pero me gustaría volver a las demandas de la ponente anterior por un momento…
—Está improvisando —susurró Elaine—. Marguerite debe de haberse anotado un tanto en alguna parte. O se ha tomado un par de copas antes de aparecer en público.
—Si lo recuerdo correctamente… —siguió Ray—, creo que fue Goethe quien escribió que la naturaleza ama lo ilusorio. «La naturaleza ama lo ilusorio y a aquel os que no toman parte en sus ilusiones los castiga como castigaría un tirano». Hablamos alegremente de especies «pensantes», como si el pensamiento fuera un atributo simple y fácilmente cuantificable. Por supuesto que no lo es. Nuestra percepción de lo que es pensante es sesgada e idiosincrásica. Nos comparamos con los otros primates como si nosotros fuéramos racionales y el os actuasen guiados únicamente por impulsos animales. Pero el simio, por ejemplo, es casi totalmente racionaclass="underline" busca comida, come cuando tiene hambre, duerme cuando está cansado, copula cuando se combinan deseo y oportunidad. Un filósofo simio quizás podría preguntarse cuál de las dos especies es la verdaderamente racional.
»Quizás se preguntara: «¿cuándo nos parecemos más los hombres y los monos?» No cuando comemos o dormimos o defecamos, porque todo animal hace esas cosas. Los hombres muestran su singularidad cuando fabrican herramientas elaboradas, componen óperas, se hacen la guerra por razones ideológicas o envían robots a Marte. Tan solo los seres humanos hacen eso. Imaginamos nuestro futuro y contemplamos nuestro pasado, personal o colectivo. Pero, ¿cuándo revisa un simio los sucesos del día o imagina un futuro completamente diferente? La respuesta obvia es: cuando sueña.
Chris miró a Marguerite en el escenario. Ella parecía tan perpleja como todos los demás. Ray estaba un tanto desconcertado en ese momento, pero se había lanzado a un escenario con una gran inercia interna.
—Cuando sueña. Cuando el mono sueña. Despierto no tiene capacidad de razonar, pero cuando sueña, los sueños le confieren razón. Soñando, el mono imagina que está cazando o que le cazan, que come o que pasa hambre, se imagina asustado o a salvo. En realidad no está haciendo nada de todo aquello. Está corriendo o pasando hambre en un modelo fragmentario de un mundo que es totalmente de su invención. ¡Qué humano! ¡Qué completamente humano! Vosotros, quizás dijera el mono filósofo, sois los homínidos que soñáis a la luz del día. Vosotros no vivís en el mundo. Vivís en vuestro sueño del mundo.
»Soñar recorre toda nuestra existencia. Nuestros lejanos antepasados aprendieron a arrojar una lanza no a un animal que corría, sino al lugar donde estaría el animal cuando la lanza hubiera recorrido el aire a una cierta velocidad. Nuestros antepasados no hicieron esto a través del cálculo, sino de la imaginación. Soñando, en otras palabras. Soñamos el futuro del animal y arrojamos la lanza al sueño. Soñamos imágenes que sacamos del pasado y las utilizamos para proyectarlas y revisar nuestro futuro curso de acción. Y como estratagema evolutiva, nuestra capacidad de soñar ha tenido mucho éxito. Como especie, nos hemos soñado a nosotros mismos fuera del callejón sin salida del instinto, en un mundo entero y pleno de conductas inexploradas.
»Lo hemos hecho con tanta efectividad, diría yo, que hemos olvidado la verdad fundamental de que estamos soñando. Confundimos el sueño con la razón. Pero los simios también razonan. Lo que los simios no hacen es soñar ideologías, soñar terrorismo, soñar dioses vengativos, soñar esclavitud, soñar cámaras de gas, soñar soluciones letales para problemas de ensueño. Los sueños son comúnmente pesadil as.
El público se había perdido. A Ray parecía no importarle. En aquel momento estaba hablando para sí mismo, persiguiendo una idea en un laberinto que solo él podía ver.
—Pero hay sueños de los que, como especie, no podemos despertar. Nuestros sueños son los sueños que adora la naturaleza. Nuestros sueños son epigenéticos y han cumplido su función para nuestros genomas de forma notable. En pocos cientos de miles de años hemos pasado de ser una subespecie homínida localizada a una población que domina el planeta y que alcanza los ocho o diez mil millones de individuos. Si razonamos dentro de los límites de nuestros sueños diurnos, la naturaleza nos recompensa. Si razonáramos de manera tan simple y tan directa como los simios, no seríamos más numerosos que ellos.
»Pero ahora hemos hecho algo nuevo. Hemos construido máquinas que sueñan. Las imágenes que los procesadores O/CBE generan son sueños. Se basan, nos decimos, en el mundo real, pero no son imágenes telescópicas en el sentido tradicional. Cuando miramos a través de un telescopio miramos con ojos humanos e interpretamos con mente humana. Cuando miramos una imagen de los O/CBE, vemos lo que una máquina soñadora ha aprendido a soñar.