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Marguerite estuvo sentada con el a la mayor parte del tiempo. Tenía curiosidad por saber qué escondían los documentos que Chris estaba imprimiendo y leyendo; pero, quizás extrañamente, nada de aquello le parecía urgente en ese momento. Durante unas pocas horas el mundo estaría suspendido entre la oscuridad y la noche auténtica, atenazado por una tormenta que iba empeorando, y todo lo que necesitaba o quería era estar sentada con Tess.

Se fue a la cocina un poco después de las cinco para preparar algo de cenar. La ventana junto al fregadero estaba cubierta de nieve, opaca como la ventanilla de un barco hundido, nada en el exterior salvo formas difusas moviéndose bajo la inmensa presión de un cielo encapotado. ¿Era de verdad posible que Ray viniese a la casa para intentar hacerle daño? ¿Con aquel tiempo? Pero, supuso, si alguien estaba a punto de cometer un acto terrible no lo posponía a causa del mal tiempo.

Tess entró en la cocina y se sentó en una silla, observando cómo Marguerite cortaba unos pepinos amarillos para la ensalada.

—¿Chris está bien? —preguntó Tess.

—Claro que sí. Está en el piso de arriba, trabajando un poco. —La última vez que ella había subido estaba hablando por teléfono con Elaine Coster.

—Pero, ¿todavía vive aquí?

—Sí, todavía vive aquí.

—Eso está bien —dijo Tess. Parecía verdaderamente aliviada—. Es mejor cuando él está aquí.

—Yo también pienso así.

—¿Cuánto tiempo va a estar?

Interesante cuestión.

—Bueno…, al menos hasta que este problema de Blind Lake se haya solucionado. Y quizás más tiempo. —Quizás. No lo había hablado con él. Si le preguntara por planes a largo plazo, ¿daría la impresión de estar ansiosa, o resultaría presuntuosa? ¿Le gustaría a el a la respuesta? Y en aquellas circunstancias, ¿cómo podía pensar alguien en planes a largo plazo?

A Marguerite la relación le parecía razonablemente sólida. ¿Se había enamorado de Chris Carmody? Sí, el a pensaba que sí; pero tenía miedo de la palabra, miedo de pronunciarla, y casi tanto miedo de oírla. El amor era un fenómeno natural, a menudo falso o efímero. Como una ola de calor en octubre, podía acabar en cualquier momento.

—¿Tess? ¿Puedo preguntarte algo?

Tess se encogió de hombros, meciéndose lentamente contra el respaldo de la sil a.

—Antes, en el auditorio, dijiste «no puedes matarla». ¿A quién te referías?

—Ya sabes.

—¿Te refieres a la Chica del Espejo?

—Supongo que sí.

—No creo que papá estuviese hablando de la Chica del Espejo. Estaba hablando sobre los procesadores en el Ojo.

—Es lo mismo —dijo Tess, claramente incómoda.

—¿Es lo mismo? ¿Qué quieres decir?

—No sé cómo explicarlo. Pero allí es donde ella vive de verdad. Todo es lo mismo.

Cuando Marguerite la presionó un poco, pidiéndole más detal es, Tess dejó de responder; al final la dejó volver al sofá. Aun y todo, aquel a idea de que la Chica del Espejo vivía en el Ojo era una vuelta de tuerca. Quizás tuviera algún sentido, pero no lo podía descifrar. ¿Era por eso por lo que Tess se había escabullido para ir al Paseo la última semana? ¿Había seguido a la Chica del Espejo hasta su madriguera?

Cuando toda esta locura termine, se prometió Marguerite, me la llevaré lejos de aquí. A algún lugar diferente. Algún lugar seco y cálido. Había pensado a menudo en visitar el desierto del suroeste, Utah, Arizona, la zona de los cañones, las Cuatro Esquinas, pero Ray siempre se había opuesto. Quizás se llevara a Tess al desierto de vacaciones. Un país seco, aunque puede que desconcertantemente similar al UMa47 del Sujeto. Buscando la salvación en los espacios vacíos.

Chris telefoneó a Elaine. Hizo la conexión a través del servidor del estudio de Marguerite y desvió el audio a los altavoces de los muros, consiguiendo un sonido de tanta calidad que podía escuchar el sonido de la tormenta como fondo de la voz de Elaine.

—¿Estás cerca de una ventana? —le preguntó—. Parece como si hubiera perros aullando.

Elaine dormía en el apartamento de dos habitaciones de un encargado de mantenimiento, vacío porque su dueño había salido hacia Fargo para conseguir instrumental de litrotipsias el día antes del bloqueo. Era un bajo con vistas a los contenedores de basura de la parte trasera de Sawyer Carnes & Pescados.

—No hay mucho sitio para moverse por aquí… ¿Así está mejor?

—Un poco.

—Eso era lo que necesitábamos justo ahora, otra de estas putas tormentas en este país de vacas. ¿Así que te has leído los documentos?

Chris meditó la respuesta.

Los documentos eran exactamente lo que Sue Sampel había sospechado: mensajes electrónicos que habían estado languideciendo en los servidores de los investigadores principales que habían salido para la conferencia anual en Cancún. Contenían asuntos que habían sido mantenidos en secreto pero que se iban a hacer públicos en la conferencia: el descubrimiento de una estructura artificial en la superficie de HR8832/B.

La estructura recordaba a un hemisferio con brazos radiales puntiagudos. Una nota lo comparaba con la forma de un adenovirus gigantesco, o una molécula de C60. Ray había hecho un resumen de lo que había leído: «Aparentemente expresa un principio matemático denominado "función energética", que puede ser escrito como la expresión de volumen en un espacio de dimensiones superiores. Pero eso también lo hace cualquier icosaedro, de modo que no prueba nada. Si realmente es un artefacto, los constructores parecen haberse desvanecido. Uno de los correos señala que el interior de la estructura es "singularmente difícil de captar en imágenes", signifique lo que signifique…»

—Y así todo el rato —dijo Elaine—, un montón de ciencia realmente fascinante. Pero dime: ¿ves algo aquí que se parezca a una amenaza? ¿Algo que nos pudiera explicar el fragmento de la revista?

—Debe haber alguna conexión.

—Estoy segura, pero piensa en lo que Ray estaba diciendo en la charla del auditorio. Afirmaba que tenía evidencias de que los procesadores O/CBE se habían vuelto físicamente peligrosos.

—Se puede inferir.

—Que le jodan a la inferencia; ¿ves alguna prueba de verdad?

—No, en estos documentos no.

—¿Piensas que Ray puede tener información que desconozcamos?

—Es posible. Pero Sue ha estado bastante cerca de Ray, y el a piensa que no.

—Cierto. ¿Sabes qué, Chris? No creo que Ray tenga ninguna prueba real. Creo que lo que tiene es una hipótesis. Y una mala leche de cojones.

—Estás diciendo que quiere desconectar el Ojo y que quiere utilizar esto como excusa.

—Exactamente.

—Pero el Ojo podría ser de verdad una amenaza. El hecho de que tenga prejuicios no significa necesariamente que esté equivocado.

—Si no está equivocado, al menos es un irresponsable. No hay nada en esos documentos que no pudiera haber compartido con el resto de nosotros.

—A Ray no le gusta compartir. Probablemente le escribieron eso en su ficha de la guardería. ¿Qué propones que hagamos?

—Hacerlo público.

—¿Y cómo vamos a hacer eso?

—Mandando estos archivos a cada ordenador doméstico en Blind Lake. Además, me gustaría escribir un pequeño resumen, como la entradil a de un libro, diciendo que hemos obtenido los documentos de una fuente protegida y que los contenidos son importantes, pero no son concluyentes.