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– De acuerdo, de acuerdo. Comprendo. Bien, hábleme de sierras.

Mientras hablábamos deposité los últimos restos de Isabelle Gagnon en la caja y la cerré.

– Debe de haber centenares de clases de sierras: tronzadoras, de corte longitudinal, podaderas, alternativas, caladoras, de cocinero, Ryoba, Gigli o de barra y de hueso. Y me refiero sólo a las manuales. Algunas funcionan impulsadas por energía humana, y otras, mediante gas o electricidad. Otras se mueven mediante acción recíproca o continua; unas, adelante y atrás; otras, con hoja rotatoria. Las sierran están destinadas para cortar diferentes tipos de materiales y efectuar distintas acciones en su proceso. Incluso si nos atenemos a las manuales, de lo que se trata en este caso, varían en cuanto a dimensiones y tamaño de la hoja y a espaciamiento y disposición del dentado.

Lo miré para comprobar si me seguía: en efecto, fijaba en mí sus azules ojos.

– Lo cual significa que las sierras producen incisiones características en materiales como el hueso. Los surcos resultantes son de diferente anchura y muestran ciertas pautas en sus paredes y fondos.

– ¿De modo que se podría especificar la sierra que cortó determinado hueso?

– No. Pero sí determinarse cuál sería la más probable.

El hombre asimiló la información.

– ¿Cómo sabe que se trata de una sierra manual?

– Las sierras eléctricas, que no dependen de la energía humana, suelen dejar cortes más constantes. Las muescas y las estrías tienen una pauta más homogénea. En cuanto a la dirección del corte, también es más uniforme: no se advierten múltiples giros como en las sierras manuales. -Tras meditar unos instantes, proseguí-: Y, puesto que no se exige gran energía física, suelen producirse muchos inicios en falso y más profundos. Por otra parte, como el instrumento es más pesado, o a veces porque la persona que trabaja imprime mucha presión al objeto que debe cortarse, las sierras eléctricas suelen dejar espolones cuando por fin cede la materia.

– ¿Y si manejara la sierra una persona muy fuerte?

– Acertada observación. La pericia y la fortaleza individuales son factores que hay que tener en cuenta. Pero las sierras eléctricas suelen dejar muescas al comienzo del corte puesto que la hoja ya se mueve al establecer contacto. Las mellas que se advierten en la salida también quedan más marcadas con esta clase de herramientas.

Hice una nueva pausa, pero en esta ocasión aguardó a que yo prosiguiera.

– Como las sierras eléctricas suelen transmitir mayor energía dejan asimismo una especie de pulido en la superficie del corte, lo que no suele suceder con las manuales.

Aspiré profundamente. Él aguardó para asegurarse de que ya había concluido.

– ¿Qué es un falso inicio?

– Cuando la hoja entra por vez primera en contacto con el hueso forma una especie de zanja o hendidura que produce bordes en la superficie de inicio del corte. A medida que la sierra avanza y profundiza, los bordes iniciales se convierten en paredes y la hendidura se transforma en un suelo definido, como si fuese una zanja. Si la hoja salta o se retira antes de atravesar todo su recorrido, la hendidura formada se conoce como un falso inicio. Un falso inicio contiene toda clase de información. Su anchura queda determinada por la anchura de la hoja de la sierra y de su dentado. Un falso inicio tendrá asimismo una configuración característica en sección transversal, y el dentado de la hoja acaso deje señales en sus paredes.

– ¿Y si la sierra atraviesa totalmente el hueso?

– Si el corte avanza por completo hasta el final, aún puede llegar a distinguirse parcialmente un espolón en el fondo de la hendidura. Se trata de una esquirla que queda en el borde del hueso por donde finalmente se rompe. Asimismo, en la superficie de corte pueden aparecer las huellas individuales de los dientes.

Saqué de nuevo a la luz el radio de la Gagnon, busqué un falso inicio en el espolón y proyecté el rayo de fibra óptica sobre él.

– Fíjese, aquí está.

Se inclinó y aplicó los ojos en la pieza ocular mientras ajustaba el botón de enfoque.

– Sí, lo veo.

– Observe el fondo de la hendidura. ¿Qué es lo que ve?

– Parece lleno de bultos.

– Exactamente. Esos bultos son islas óseas. Significa que los dientes de la hoja estaban situados en ángulos alternos. Esa disposición de dentado provoca un fenómeno conocido como deriva de hoja.

Levantó la cabeza del microscopio y me miró de modo inexpresivo. El ocular le había dejado circunferencias en torno a los ojos y tenía el aspecto de un nadador con gafas submarinas.

– Cuando el primer diente se clava en el hueso trata de alinearse con el plano de la hoja. Busca la línea central que sigue la hoja en su longitud. Al hincarse el siguiente diente trata de hacer lo mismo, pero se fija en dirección opuesta y la hoja se reajusta. Esto sucede a medida que cada diente entra en acción, por lo que las fuerzas que actúan en la hoja cambian de modo constante. De resultas de ello aparecen en la hendidura esa clase de derivas hacia adelante y hacia atrás. Cuanto más se fija el dentado, más se ve obligada la hoja a desviarse. Un dentado muy amplio provoca tanta deriva en su avance que deja material en el centro de la hendidura: islas óseas, bultos.

– Por las que se adivina cómo se torcían los dientes.

– En realidad se aprecia algo más que eso. Puesto que cada cambio de dirección de un diente lo provoca la introducción de otro, la distancia entre esos cambios de dirección permite conocer la distancia existente entre el dentado. Y, como las islas representan los puntos más amplios de deriva del hueso, la distancia de isla a isla es igual a la que separa dos dientes. Permítame mostrarle algo más.

Retiré el radio e inserté el cubito para que se iluminara la superficie de corte en el extremo de la muñeca y a continuación me aparté del microscopio.

– ¿Advierte esas líneas onduladas de la superficie?

– Sí, parece una tabla de lavar curvada.

– Eso se denomina armonía. La deriva de la hoja deja esos picos y valles en la pared del corte al igual que las islas óseas del fondo. Los picos e islas corresponden a los puntos más amplios de la deriva; los valles y fases estrechas del suelo a los puntos de deriva en que la hoja está más próxima a la línea del centro.

– ¿De modo que se pueden medir los picos y valles como las islas?

– Exactamente.

– ¿Cómo es que no veo nada más lejos de la hendidura?

– La deriva suele producirse principalmente al comienzo o al final de un corte, cuando la hoja está libre, no incrustada en el hueso.

– Tiene sentido.

Alzó la mirada: volvía a presentar las señales en torno a los ojos.

– ¿Podría adivinar algo acerca de la dirección? -inquirió.

– ¿Del golpe de la hoja o de su avance?

– ¿Qué diferencia hay?

– La dirección del golpe depende de si la hoja corta hacia adelante o hacia atrás. La mayoría de las sierras occidentales están designadas para cortar en su impulso; otras, las japonesas, al retirarlas. Algunas pueden cortar de ambos modos. El avance tiene que ver con la dirección en que se mueve la hoja a través del hueso.

– ¿Podría establecer la diferencia?

– Sí.

– ¿Qué tenemos entonces? -preguntó mientras se frotaba los ojos y trataba de mirarme al mismo tiempo.

Tardé unos momentos en responder, me masajeé la zona lumbar y cogí mi carpeta de pinza en la que hojeé mis notas para escoger los puntos más destacados.

– Los huesos de Isabelle Gagnon muestran algunos falsos comienzos. Las hendiduras miden poco más de un milímetro de ancho y presentan fondos que, en la mayoría de los casos, tienen algunos declives. La armonía está presente así como islas óseas, ambas mensurables. -Hojeé una página-. También se advierten algunas mellas de salida.