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En un momento determinado Denis me preguntó si podía guardar algo bajo llave, a lo que asentí sin apenas prestarle atención. No reparé en el silencio que reinaba en el laboratorio.

– ¿Qué hace aquí todavía?

La vértebra que retiraba del microscopio estuvo a punto de caérseme de las manos.

– ¡Por Dios! ¡No me haga esto!

– No sea susceptible. He visto la luz y decidí comprobar si Denis hacía horas extras cortando algo para entretenerse.

– ¿Qué hora es?

Recogí las restantes vértebras cervicales y las guardé en su bolsa.

Andrew Ryan consultó su reloj.

– Las seis menos veinte -respondió.

Metí las bolsas en la caja de cartón más pequeña y la tapé.

– ¿Ha encontrado algo útil?

– Sí.

Una vez cerrada la caja recogí los huesos pélvicos de Isabelle Gagnon.

– Claudel no concede gran importancia a esa cuestión de los cortes -comentó.

Era exactamente lo peor que podía haber dicho. Deposité mi carga en la caja mayor.

– Piensa que una sierra es una sierra -añadió.

Dejé ambos omóplatos en la caja y recogí los huesos del brazo.

– ¿Qué opina usted? -pregunté.

– ¡No sé qué decir, mierda!

– Usted, que es aficionado al bricolaje, ¿qué sabe de las sierras? -inquirí sin interrumpir mi tarea.

– Que cortan cosas.

– Bien. ¿Qué clase de cosas?

– Madera, arbustos, metal. -Tras una pausa añadió-: Huesos.

– ¿Cómo?

– ¿Cómo?

– Sí, ¿cómo?

Meditó unos momentos.

– Con dientes. El dentado va hacia adelante y hacia atrás y atraviesa el material.

– ¿Y qué me dice de las sierras radiales?

– Pues que cortan en redondo.

– ¿Rebanan el material o lo van reduciendo?

– ¿Qué quiere decir?

– ¿Están los dientes afilados en el borde o son lisos? ¿Cortan los objetos o los reducen de manera progresiva?

– ¡Ah!

– ¿Y cuándo lo cortan? ¿En el avance o en el retroceso?

– ¿Qué quiere decir?

– Usted dice que los dientes van hacia adelante y hacia atrás. ¿Cortan cuando retroceden o cuando avanzan? ¿En el impulso de avance o de retroceso?

– ¡Ah!

– ¿Están destinadas para cortar en la veta o al través?

– ¿Tiene eso alguna importancia?

– ¿Cuán separados se hallan los dientes? ¿Lo están de manera regular? ¿Cuántos hay en cada hoja? ¿Qué aspecto tienen? ¿Forman ángulo hacia adelante o hacia atrás? ¿Son puntiagudos o de borde cuadriculado? ¿Cómo están colocados en relación con el plano de la hoja? ¿Qué clase de…?

– De acuerdo, de acuerdo. Comprendo. Bien, hábleme de sierras.

Mientras hablábamos deposité los últimos restos de Isabelle Gagnon en la caja y la cerré.

– Debe de haber centenares de clases de sierras: tronzadoras, de corte longitudinal, podaderas, alternativas, caladoras, de cocinero, Ryoba, Gigli o de barra y de hueso. Y me refiero sólo a las manuales. Algunas funcionan impulsadas por energía humana, y otras, mediante gas o electricidad. Otras se mueven mediante acción recíproca o continua; unas, adelante y atrás; otras, con hoja rotatoria. Las sierran están destinadas para cortar diferentes tipos de materiales y efectuar distintas acciones en su proceso. Incluso si nos atenemos a las manuales, de lo que se trata en este caso, varían en cuanto a dimensiones y tamaño de la hoja y a espaciamiento y disposición del dentado.

Lo miré para comprobar si me seguía: en efecto, fijaba en mí sus azules ojos.

– Lo cual significa que las sierras producen incisiones características en materiales como el hueso. Los surcos resultantes son de diferente anchura y muestran ciertas pautas en sus paredes y fondos.

– ¿De modo que se podría especificar la sierra que cortó determinado hueso?

– No. Pero sí determinarse cuál sería la más probable.

El hombre asimiló la información.

– ¿Cómo sabe que se trata de una sierra manual?

– Las sierras eléctricas, que no dependen de la energía humana, suelen dejar cortes más constantes. Las muescas y las estrías tienen una pauta más homogénea. En cuanto a la dirección del corte, también es más uniforme: no se advierten múltiples giros como en las sierras manuales. -Tras meditar unos instantes, proseguí-: Y, puesto que no se exige gran energía física, suelen producirse muchos inicios en falso y más profundos. Por otra parte, como el instrumento es más pesado, o a veces porque la persona que trabaja imprime mucha presión al objeto que debe cortarse, las sierras eléctricas suelen dejar espolones cuando por fin cede la materia.

– ¿Y si manejara la sierra una persona muy fuerte?

– Acertada observación. La pericia y la fortaleza individuales son factores que hay que tener en cuenta. Pero las sierras eléctricas suelen dejar muescas al comienzo del corte puesto que la hoja ya se mueve al establecer contacto. Las mellas que se advierten en la salida también quedan más marcadas con esta clase de herramientas.

Hice una nueva pausa, pero en esta ocasión aguardó a que yo prosiguiera.

– Como las sierras eléctricas suelen transmitir mayor energía dejan asimismo una especie de pulido en la superficie del corte, lo que no suele suceder con las manuales.

Aspiré profundamente. Él aguardó para asegurarse de que ya había concluido.

– ¿Qué es un falso inicio?

– Cuando la hoja entra por vez primera en contacto con el hueso forma una especie de zanja o hendidura que produce bordes en la superficie de inicio del corte. A medida que la sierra avanza y profundiza, los bordes iniciales se convierten en paredes y la hendidura se transforma en un suelo definido, como si fuese una zanja. Si la hoja salta o se retira antes de atravesar todo su recorrido, la hendidura formada se conoce como un falso inicio. Un falso inicio contiene toda clase de información. Su anchura queda determinada por la anchura de la hoja de la sierra y de su dentado. Un falso inicio tendrá asimismo una configuración característica en sección transversal, y el dentado de la hoja acaso deje señales en sus paredes.

– ¿Y si la sierra atraviesa totalmente el hueso?

– Si el corte avanza por completo hasta el final, aún puede llegar a distinguirse parcialmente un espolón en el fondo de la hendidura. Se trata de una esquirla que queda en el borde del hueso por donde finalmente se rompe. Asimismo, en la superficie de corte pueden aparecer las huellas individuales de los dientes.

Saqué de nuevo a la luz el radio de la Gagnon, busqué un falso inicio en el espolón y proyecté el rayo de fibra óptica sobre él.

– Fíjese, aquí está.

Se inclinó y aplicó los ojos en la pieza ocular mientras ajustaba el botón de enfoque.

– Sí, lo veo.

– Observe el fondo de la hendidura. ¿Qué es lo que ve?

– Parece lleno de bultos.

– Exactamente. Esos bultos son islas óseas. Significa que los dientes de la hoja estaban situados en ángulos alternos. Esa disposición de dentado provoca un fenómeno conocido como deriva de hoja.

Levantó la cabeza del microscopio y me miró de modo inexpresivo. El ocular le había dejado circunferencias en torno a los ojos y tenía el aspecto de un nadador con gafas submarinas.

– Cuando el primer diente se clava en el hueso trata de alinearse con el plano de la hoja. Busca la línea central que sigue la hoja en su longitud. Al hincarse el siguiente diente trata de hacer lo mismo, pero se fija en dirección opuesta y la hoja se reajusta. Esto sucede a medida que cada diente entra en acción, por lo que las fuerzas que actúan en la hoja cambian de modo constante. De resultas de ello aparecen en la hendidura esa clase de derivas hacia adelante y hacia atrás. Cuanto más se fija el dentado, más se ve obligada la hoja a desviarse. Un dentado muy amplio provoca tanta deriva en su avance que deja material en el centro de la hendidura: islas óseas, bultos.

– Por las que se adivina cómo se torcían los dientes.

– En realidad se aprecia algo más que eso. Puesto que cada cambio de dirección de un diente lo provoca la introducción de otro, la distancia entre esos cambios de dirección permite conocer la distancia existente entre el dentado. Y, como las islas representan los puntos más amplios de deriva del hueso, la distancia de isla a isla es igual a la que separa dos dientes. Permítame mostrarle algo más.