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O bien, se preguntó por enésima vez ¿se produjo el cambio principalmente en mí? Por su trabajo había tenido que recorrer medio planeta, mientras ella y la niña se quedaban en casa. Tenía que realizar frecuentes viajes a la Tierra, y ella, que añoraba a su pueblo más de lo que él al suyo, tenía que conformarse con unas pocas semanas cada cuatro años. Por otro lado, ella mantenía sus relaciones humana en Primavera, mientras que él las incrementaba con los Ishtarianos y sus mentes.

Por la causa que fuera, ya no sentía por ella nada más que un vago deseo y cierta compasión: una verdad de la que sólo hacía partícipe a su corazón. Cuando sus proyectos requirieron que permaneciera la mayor parte del tiempo allí, planeando y dirigiendo, y no en el campo, su principal sentimiento fue de resignación.

Hasta que se dio cuenta de la existencia de Jill Conway.

Rhoda apareció con las bebidas:

—Me alegro de que hayas venido pronto, querido. Has estado esforzándote demasiado. Para esta noche había pensado, si no llegabas tarde, hacer un plato especial.

VII

El Capitán Dejerine aceptó encantado la invitación para realizar un corto viaje acompañado de una persona que pudiera explicarle lo que viese. Además, era una ocasión para empezar a hacer amigos en una comunidad de la que necesitaba cooperación y que sabía hostil a sus propósitos. Y por otra parte, aquello era un descanso, después del largo viaje espacial. Cuando la persona que Goddard Hanshaw nombró se convirtió en Jill Conway, su placer se tornó en deleite.

Ella le llamó antes de la salida de Bel, en la tenue luz roja de Anu, bajo en el norte. El y varios de sus compañeros estaban temporalmente alojados en la posada; la mayoría de los hombres permanecían en órbita hasta que sus refugios prefabricados pudieran erigirse. Se le había suministrado un vehículo («Una cortesía antes de que lo requise», le había dicho Hanshaw irónicamente.) El de Jill era mucho más grande y ligero. El estaba espantado ante la perspectiva de que ella lo condujera, pero apretó los dientes y, de pronto, se encontró disfrutando de la velocidad. Por entonces habían cruzado el río sobre un pequeño ferry automático, ya que la máquina carecía de capacidad de vadeo, y habían penetrado bastante en el sector ishtariano.

Bel se elevó en el cielo, las sombras se hicieron dobles y la luz se convirtió en rosada. Jill se detuvo junto a un bosquecillo muy agradable.

—¿Qué tal si desayunamos? —propuso—. Después proseguiremos el recorrido.

—Magnifique. —Dejerine abrió el maletero del vehículo—. Lamento no poder hacer una gran contribución, pero aquí tengo un salami italiano, si quiere aceptarlo…

—¡Pues claro! —ella aplaudió—. Lo he probado una sola vez en mi vida. Créame, un primer amor no es nada comparado con un salami italiano.

Mentirosa, pensó, recordando a Senzo. Y todavía… La herida estaba curada.

Dejerine le ayudó a extender un mantel sobre la hierba y a desempaquetar la comida que ella había llevado: pan, mantequilla, queso, jamón. Es amable, pensó, y condenadamente atractivo además. Mientras ella preparaba la cafetera, él comenzó a hablar:

—No he tenido ni un minuto para decirle esto, señorita Conway, dado su maratoniano proceder. Pero conozco a su hermano Donald. Me pidió que le diera sus mejores recuerdos.

—¿Eh? —Ella se puso en pie de un salto—. ¿Lo conoce? ¿Cómo está? ¿Dónde ha sido destinado? ¿Por qué no ha escrito?

—Estaba muy bien la última vez que lo vi —replicó Dejerine—. Pasamos unas cuantas horas hablando, durante unos cuantos días. Verá, cuando fui asignado aquí, busqué a cualquiera que procediera de Ishtar, con la esperanza de conseguir información. Y así encontré a Don. Me contó muchas cosas de usted. ¿Que dónde ha sido destinado? Sé únicamente que está en el frente. Por favor, no se preocupe demasiado por él. En todos los campos posibles: equipo, entrenamiento, organización; somos muy superiores al enemigo. Por otra parte, tenía mucho trabajo, y estaba preocupado; admitió que odia escribir cartas, y por tanto me pidió que le transmitiera sus recuerdos. Le hice prometer que escribiría pronto.

Jill suspiró:

—Un millón de gracias. Ese es Don, sin ninguna duda. —Volvió a ocuparse de la cafetera—. Dejaremos los detalles para más tarde. Podemos llegar hasta la casa de mis padres. Mi hermana y su marido querrán oírlo también.

—Como quiera.

Tuvo el buen sentido de no intentar ayudarla, ya que sólo hubiera logrado entorpecer. En su lugar, admiró el paisaje.

El terreno era una llanura ligeramente ondulada. Estaba poblada por los rojos hojasespada, aunque sus altos brotes ponían tonalidades amarillo brillantes. La vegetación sombreada por los árboles era de escaso crecimiento, como la lia que los humanos llamaban dromia. Un manantial surgía de una roca, formaba un pequeño arroyo y se desvanecía en el suelo. Sin embargo regaba una amplia zona, a juzgar por la vegetación que crecía a su alrededor. El viento soplaba caliente y seco, trayendo una miríada de olores abrasados, levantando mil rumores que se elevaban por encima del sonido del agua.

—¿Conoce los nombres de todas estas plantas? —preguntó Dejerine.

—Las variedades comunes —dijo Jill—. No soy botánica. Sin embargo —señaló a su alrededor—, la mayor parte de lo que ve son distintas clases de lia. Es tan variada y tan importante como la hierba en la Tierra. Matorrales… Ese de ahí es el corazón amargo; los ishtarianos lo usan como tónico, y parece tener propiedades medicinales para los humanos también. Pero no se apropie de la horrible cosa, ladrón nocturno. Puede provocar una enfermedad ishtariana, y matarle a usted o a mí si la comemos. No hay flores de fuego por aquí, pero las hierbas de trueno son realmente espectaculares cuando llega la estación de las lluvias, a la que nos encaminamos. Y, en primavera, el pándaro.

—¿El qué?

—Olvidé que no las conoce. No importa. Atrae a los entomoides para regarlos con polen duplicando así sus atractivos sexuales. En ambos sexos. Todo un espectáculo.

Por un instante lamentó su observación. Dejerine podía interpretarlo como una invitación. El preguntó sencillamente:

—¿Suele traducir los nombres nativos?

—Rara vez —respondió ella, aliviada.

Bien, si hay que hacer algo, pensó, mejor empezarlo ahora, no es que vaya a obtener un trofeo en el concurso de «femme fatále» del año.

—La mayoría son intraducibles. ¿Cómo diría «rosa» en Sehalano? Y, además, es casi imposible que lleguemos a pronunciar los nombres originales correctamente. Así que nos inventamos unos para nuestro uso. El primer trabajo científico sobre el filum fue hecho por Li Chang-Shi.

—Hu-hum. Creo que la molécula fotosintética no es aquí idéntica a la clorofila, sólo similar. Pero, ¿por qué son el rojo y el amarillo tan frecuentes?

—La teoría es que el color amarillo es el básico, pero los pigmentos rojos se iniciaron en Haelen por absorción de energía. Una plantación de bebedores de sol es algo salvaje, único. Se probó que el filum es capaz de extenderse por todo el globo, diferenciándose de varias maneras. Sólo es una teoría, ¿se da cuenta? ¡Dios, un mundo entero! En un siglo sólo hemos empezado a conseguir trazar las líneas básicas de lo poco que conocemos… Vamos a comer. ¿De acuerdo?

Cuando comenzaron, una bandada de peregrinos oscureció el cielo, estruendosos con el batir de sus alas y con sus chillidos. Azarosamente, varios salieron del grupo y descendieron a tierra, con sus seis patas ondulando graciosamente. Mediante los binoculares, los humanos vieron detalles que Jill explicó: