Era una buena idea reunirse periódicamente, intercambiar información, negociar las disputas acumuladas, planear empresas comunes. Sehala era el sitio natural, si no invariable, para esto. Una sociedad podía enviar su(s) líder(es) o podía enviar representantes diplomáticos… o algo similar. Podía despachar a una sola persona o varias. Se desarrollaron sistemas para aportar votos razonablemente igualados, sin tener en cuenta los números. Pero la asamblea no era una legislatura. Recomendaba.
Cierto, las recomendaciones eran normalmente seguidas, tanto por las legiones como por las ciudades. Una minoría disidente encontraría más fácil obedecer a la mayoría que arriesgarse a quedar aislada. Los soldados se consideraban a sí mismos como los custodios de la civilización, pero no intervenían en la política.
Así el concepto «Asociación» era un cúmulo de cosas diferentes para sus diferentes miembros, por no mencionar a los extranjeros. Sus lenguajes incluían nombres para ese concepto que no eran traducibles mutuamente. Para algunos era una clase de policía; para otros era la portadora y preservadora de todo lo importante; algunos le daban un significado místico; otros, la consideraban como sustentadora de una cultura extranjera, no necesariamente superior, cuya captación era buena, o al menos prudente, al conocimiento; y así.
Para los valennos, dispersos, anárquicos, atrasados, era un alienígena, que enviaba comerciantes razonablemente protegidos… pero que replicaba a los ataques con expediciones punitivas cuyos objetivos eran sagaz, aunque no siempre correctamente, escogidos… Y que impedía con sus guarniciones y embarcaciones de patrulla la buena vieja costumbre de hacer incursiones… y que, mientras tuviera su fuerza, no les permitiría jamás apropiarse de nuevas tierras, distantes de la Estrella Cruel…
Owazzi acabó. El consenso parecía estar de parte de Jerassa. Naturalmente, nadie podía obligar a la Zera Victrix a volver, y quizás aquellos que tenían mucho que perder en Valennen apoyarían que se quedara. En cualquier caso, tenía ingresos independientes por las tareas que prestaba en diversas localidades. Pero la masa de la asamblea creía que era necesario tener a las legiones más cerca. Y probablemente los colegas de Larreka no harían otra cosa sino obedecer en lugar de lanzarse a una causa perdida. ¿No sería mejor que Larreka reconsiderase la cuestión? Este era el sentimiento general, dijo Owazzi. Una minoría apuntó que la clase de ayuda que los humanos pudieran dar no había sido especificada, y debía serlo antes de tomar cualquier decisión. ¿Querría el parlamentario por Primavera, si lo era, comentar algo al respecto?
—Debo —dijo Sparling.
Deseó estar en un estrado de tipo terrestre, protegido tras un facistol, no rodeado por aquellos ojos y ojos y ojos. Como era convencional, se encaró a la Presidenta. Llenó sus pulmones y le dijo:
—Creo que la mayoría de vosotros sabréis entender cuan apenados estamos por las noticias que traigo. Tratad de comprender.
Una inútil frase humana. Los ishtarianos hablan directamente sobre las cuestiones públicas. Dejan la oratoria para el arte, que es a donde pertenece.
«Últimamente hemos recibido la orden de dejar de ayudaros. Nuestras manos estarán atadas durante algunos años. No sé cuándo podré continuar mis trabajos en las presas, ni lo sabe Jane Fadavi con sus planes de irrigación aérea para abortar tornados, ni creemos que la fabricación de alimentos sintéticos y refugios prefabricados esté lista para un futuro cercano. Ni los aviones para la evacuación de zonas siniestradas, ni… nada. Incluyendo armas.
»Como máximo podemos hacer trabajos menores, podemos aconsejar, podemos intentar que Primavera siga funcionando. Digo esto: No os abandonaremos. Para cientos de nosotros, este es nuestro hogar, y vosotros sois nuestra gente.
»Habéis sin duda adivinado la razón. Sabéis que hay guerra entre las estrellas, entre nuestro mundo Tierra y otro. Hasta ahora, la acción no ha sido intensa. Ambos lados estaban ocupados en entrenar y preparar a sus tropas. Ahora que se ha puesto en marcha, consumirá recursos con los que nosotros contábamos.
«Pero tengo aún peores noticias. Parte del plan de la Tierra incluye el establecimiento de una base en este mundo. No temáis. Estáis lejos de la lucha. La base no es necesaria. Los de Primavera lucharemos para persuadir a los señores de la Tierra de que no es necesaria.»
—¿Tendré que decirles que la guerra tampoco lo es? No, no aquí. Observarían nuestra amargura.
«Si tenemos éxito, continuaremos cuando menos nuestra propia producción. Por ejemplo, las presas podían ser finalizadas a tiempo. Pero a menos de que la guerra sea breve, no podemos esperar suministros de la Tierra tan pronto como lo habíamos previsto. Y si no logramos detener la construcción de esa base, estaremos en una posición que no nos permitirá ayudaros a luchar. Oh, supongo que podremos conservar nuestras armas y vehículos privados, y vosotros podréis conservar los que ya habéis adquirido. Pero pocas armas, pocos automóviles y pocos voladores no arredrarán a los bárbaros.
»No sé lo que pasará. Probablemente esto acabe pronto y podamos continuar como lo esperábamos. Pero creo que debemos prepararnos para lo peor.»
Sparling se detuvo. Mala retórica para una audiencia humana, pensó. ¿Será buena para una mezcla de ishtarianos? No completamente, me temo.
Con un resoplido terrible, Owazzi tomó la palabra:
—Debemos revisar una multitud de asuntos de nuevo. Sin duda la asamblea permanecerá reunida por más tiempo del previsto, considerando caminos, medios y contingencias con nuestros amigos humanos.
El lenguaje le permitía separar a éstos, por un posesivo, de los humanos no amigos. Se dirigió a éclass="underline"
—Supongo que ya que Larreka te acompaña, tus ideas son las de ayudar a Valennen.
Tomado por sorpresa, Sparling balbuceó:
—Yo… No lo sé, no soy un soldado. No tengo competencia para decirlo…
Jerassa habló desde el suelo:
—La Presidenta tiene razón; debemos más que nunca pensar cuidadosamente antes de juzgar. Pero, ¿no es cierto, colegas, que esto aumenta las razones para llamar a nuestras fuerzas a Beronnen?
Las protestas se elevaron en oleadas. Nadie quería que la legión abandonara su país. Todavía, las voces eran lo suficientemente suaves como para que Sparling las entendiera, había algunos que pensaban que la civilización no tenía que abandonar sus puestos adelantados al norte del ecuador.
Owazzi finalizó los murmullos llamando a Larreka al sitial.
Cuando se hizo el silencio, el militar dijo, en tono bajo para un ishtariano:
—No. He tratado de explicarlo antes, y todavía no habéis entendido. No es una cuestión de protección de unos intereses comerciales. La cuestión es parar a un conquistador. Lo sé, y os lo digo. Lo sé por el servicio de inteligencia militar y por lo que ha estado pasando últimamente y por lo que he deducido tras un frío análisis, y por mi experiencia en las fronteras.
»Si no podemos conseguir la ayuda humana, no sería sabio permanecer en Valennen, sería una necedad. Pero no hay opción. El enemigo puede atacar cualquier lugar que se le ocurra a lo largo de Ehur y los Mares Fieros. Puede atacar cualquier isla, con más medios de los que nosotros podemos poner para defenderla; y cuando esa guarnición esté sometida, pueden ir contra la siguiente. Una batalla o dos ganadas por nosotros no significarían nada realmente importante, cuando él ha conseguido todo un continente para retirarse y nosotros no tengamos tropas allí para darle la bienvenida.