—Bien, no lo sé. —Pasó por detrás de él, a la oscuridad—. ¿Estamos obligados a combatir a los eleutherianos? ¿Necesitaríamos ese «equilibrio de poder», que tú dices que es nuestra razón real si no hubiésemos primero animado y después asegurado los territorios que robaron? No lo sé. Sólo sé que aquí tenemos una oportunidad… puramente desde un punto de vista práctico estamos desperdiciando una oportunidad de conocimiento que podría cambiarnos como, en, la biología molecular.
—Mmm… No estoy seguro. Estoy de acuerdo en que los ishtarianos tienen cosas únicas en el plano sociológico. ¿Hasta qué punto pueden ser relevantes sus experiencias para nosotros?
—No te lo puedo decir hasta que lo hayamos intentado. Pero estoy hablando solamente de biología. ¿Te imaginas que estar aquí es igual que vivir en un mundo donde la gente contrae el cáncer? ¿Y qué hay de todas esas locuras que difundimos después de entender nuestra química celular? Nuestra química. Desde entonces, hemos empezado, meramente empezado, a conseguir un conocimiento profundo de la vida extraterrestre. Apostaré a que esto traerá una revolución, similar a la de Einstein, de la biología terrestre. Y uno de los casos más claros está aquí, en Ishtar. Quizás sea el único en el universo.
—Tú… Tus investigaciones no tienen por qué estar afectadas por la guerra, Jill.
—Dudo que mis investigaciones, historia natural y en las partes del planeta más similares a la Tierra, no se vean afectadas. Para estudiar la Vida T necesitamos un acceso seguro, organizado y a gran escala a Valennen. Ahora la Asociación está a punto de perder Valennen. Mi honorable tío Larreka ha estado encargado del mando allí. El ha venido a pedir ayuda para mantener un destacamento… —Le miró de frente—. ¿Qué le parece, Capitán Dejerine? Una posible reconstrucción de todas nuestras ideas acerca de cómo la vida se puede desarrollar, la posible inmortalidad del hombre, o como quieras llamarlo… Todo en manos de un destruido destacamento de viejos legionarios.
—No logro seguirte lo suficiente —dijo él con suavidad—. Me agradaría volver a oír tus explicaciones.
La sorpresa la hizo sobresaltarse. En todos sus encuentros anteriores él se había mostrado como alguien que había hecho bien sus tareas escolares. Sus preguntas estaban basadas en una amplia información y necesitaban respuestas menos elaboradas de las que ella le había dado al principio. ¿Por qué esta ignorancia repentina?
¿Un engaño para que vuelva a ser entusiasta y divertida? Y si es así, ¿con qué propósito? Debe conocer a las mujeres de la misma manera que conoce las órbitas. O, de todas formas, mejor que cualquier hombre; lo he notado en cada encuentro. Y por supuesto, mejor de lo que yo conozco a los hombres.
En la noche cálida y fragante de estrellas oscuras, él estaba sentado con despreocupación, el vaso en su experimentada mano derecha, el cigarrillo en la izquierda, cordial pero con un toque misterioso. Y, ¡por Darwin que era atractivo! Su corazón latió.
No, no me estoy enamorando. No, insisto, no. Aunque la objetividad científica me obliga a decir que no me sería difícil. Tener un asunto, al menos. Lo cual podría o no podría conducir a la permanencia. No es algo traído por los pelos. ¿Qué clase de esposa de navegante podría hacer yo, o qué habitante de Primavera él? Un asunto…
Sus pocos hombres volvieron de nuevo a su mente. No los primeros novios; ellos y ella eran meramente parte de un grupo que se autodenominaba Buzos Cartesianos, estaban considerados como salvajes en su reprimida comunidad, pero lo único que hacían era conducir a altas velocidades, intentar ejercicios peligrosos a escondidas, bebían menos de lo que cantaban ruidosas canciones, y cantaban menos estas canciones que baladas. Mirando atrás se dio cuenta de que aquellos Buzos habían sido unos renacuajos asustados de ella y quizás ella también estaba asustada. Probablemente esto la había preparado para lanzarse a Kimura Senzo. Tenía diecisiete años, dieciocho terrestres, y los dos años que él estuvo allí, con su beca de investigación, había sido una totalmente terrible, hermosa, infernal, celestial, feliz, furtiva, desvergonzada, angustiada, rabiosa temporada que ellos hurtaron al derecho divino. Esto no hubiera sido lo que fue si él no hubiera sido la clase de persona que era. Al final ella le hizo renunciar e insistió en que regresara a su casa, a su esposa y a su pequeña hija, demasiado tiempo privada de su padre. Las tres aventuras que había tenido desde entonces habían sido sólo eso, diversión, amistad, alivio del cuerpo por un rato, pero no demasiado largo, ya que Primavera era juiciosa y ella no quería encontrarse fuera, ni ser objeto de antagonismos.
Ian… Bien, nunca he estado segura y, además, pobre Rhoda…
Jillian Eva Conway, se dijo con la voz de Larreka, ¡mantén tu cola baja! Este hombre es un enemigo, ¿recuerdas? Un agradable compañero, probablemente, pero el objeto del juego es que trates de influir en su mente.
—¿Perdón? —preguntó Dejerine.
—Nada. Un pensamiento extraño. Censurado.
El le dirigió una mirada interrogante.
—Si no quieres hablar de ciencia, no pienso hacerlo sobre mi magnificencia personal. Sin embargo, me gustaría saber realmente lo que es la vida T.
—Oh, sí —se relajó y tomó un sorbo de coñac, que se deslizó ardientemente entre el paladar y la lengua—. Es una abreviatura de vida descendiente de Tammuz, como se distingue de lo que llamamos vida orto-ishtariana. Debes conocer, sé que lo conoces, pero lo repetiré para usar los términos adecuados, que Anu tiene un planeta que es, o fue, terrestroide, y que hace mil millones de años había desarrollado especies inteligentes. Cuando su sol empezó a hincharse, imaginamos que debieron intentar establecer una colonia en Ishtar.
Dejerine levantó sus cejas.
—¿Imagináis? Mis fuentes dan eso como cierto.
—Es una teoría. Después de mil millones de años, ¿qué evidencia física resta? Te prestaré algunos reportajes que los arqueólogos han hecho sobre Tammuz. Una lectura fascinante, aunque ocasionalmente pesada. En nuestro estilo de pensar, es razonable suponer que los tammuzianos desarrollaron una capacidad de transporte interplanetaria e intentaron colonizar Ishtar. No todos, eso sin duda es imposible, y Dios sabe la épica del sufrimiento que el mundo madre vivió mientras su sol lentamente los lanzaba a la muerte. Suponemos que tuvieron esperanzas de salvar a algunos, que lograran un renacimiento de la raza.
—Déjame ver si mis conocimientos son correctos —dijo Dejerine—. Ya que Ishtar había desarrollado un tipo de vida bioquímicamente incompatible, esterilizaron una gran isla y la adaptaron a su tipo de vida. El esfuerzo era demasiado grande, o quizás el margen de supervivencia era demasiado pequeño. En cualquier caso, los colonos murieron, y también las plantas y animales que habían introducido. Las formas microscópicas se adaptaron, establecieron una ecología, y con el tiempo evolucionaron en nuevas especies multicelulares. ¿No es así?
—Sí, esa es la teoría más popular. Esta es ciertamente la que se sustenta en Ishtar, que, con la adición de un poco de fantasía, ha dado lugar a incontables malas poesías, canciones, obras de ciencia ficción para el teatro amateur… Pero es una hipótesis. Quizá las esporas tamuzzianas fueron traídas aquí por meteoritos. Quizá las lanzaron ellos con algún propósito, por alguna razón extraña. Puede simplemente que expediciones de exploración dejaran pequeños pedazos de una vida que arraigó. Después de todo, un bicho tammuziano no sería comestible para la microfauna local. O puede que iniciaran su colonia, y entonces descubrieran cómo usar el Principio de Mach, nosotros lo descubrimos mucho antes de tener la posibilidad de organizar las rutas interplanetarias, y toda su raza saltara a la galaxia. Puede que estén en algún sitio, mil millones de años más adelantados que nosotros.