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El entendió antes de que hubiera acabado.

—¿No querrás decir que tienes la intención de venir conmigo? —exclamó.

Ella asintió.

—Quiero decir exactamente eso, tío.

XII

Dejerine había encontrado asombrosamente difícil conseguir un sitio para sus instalaciones terrestres. Quería un lugar no demasiado lejano a Primavera, y descubrió un área doscientos kilómetros al este que a su equipo planetológico le pareció apropiada. Era un área yerma, rocosa, polvorienta cuando la lluvia no la convertía en fangosa, desierta de nativos. Repetidos periastros eran sin duda la causa. Las sequías mataban toda vegetación, y las posteriores tormentas limpiaban toda la superficie del suelo. El planeta tenía muchas regiones como aquella. Todavía permanecía cubierta por una sustancial capa de agua; el lecho de rocas era sólido y las colinas circundantes podían proporcionar el material para la construcción.

Esperaba que la familia Tayessa, a cuyo rancho pertenecía aquel desierto, estaría contenta de poder venderlo. Sin duda pondrían el precio tan alto como fuera posible, pero tenía el oro suficiente, más la autoridad para retirar pesos si se pedía moneda Federal. Se sorprendió cuando, después de conferenciar, los propietarios rehusaron.

Basándose en el conocimiento xenológico que tenía, les replicó a los representantes de la familia:

—Sé que nadie como individuo posee la tierra, pero los Tayessa como familia sí, y deben considerar los derechos de las generaciones no nacidas. Sin embargo, seguramente los títulos cambiarán de mano, por una razón u otra. ¿Tenéis el derecho de negar a los no nacidos lo que con mi oro se pueda comprar?

—¿Qué puede eso? —respondieron a través del intérprete Hanshaw—. El Sol Rojo está aquí. ¿Quién puede comer oro, o refugiarse en él?

—Puedo pagar en moneda de mi pueblo.

—¿Cómo podríamos gastarla, si no vienen provisiones de la Tierra?

Por fin, negoció un contrato que obligaba a la Armada a enviar bienes específicos en un período determinado. Sus superiores iban a mandarlo al infierno por ello; pero ningún ishtariano estaba dispuesto a aceptar otra clase de contrato. Las alternativas eran situar la base en las antípodas, donde sólo vivían los duendes, complicando infinitamente su trabajo, o tomarlo y mantenerlo por la fuerza (¡Ah-ja-ja! ¡Imperialismo!). Al escribir su informe, que saldría en el próximo buque correo, indicó con mucho tacto pero inequívocamente, que si la Marina no ratificaba el contrato, presentaría su dimisión… y especuló acerca de cómo Jill Conway llegaría a saber que él había hecho esto.

Inmediatamente después de tomar posesión, hizo descender a sus hombres e instaló un campamento. Entonces llamó a Primavera y pidió una entrevista con Ian Sparling. El ingeniero podría darle muchos y buenos consejos, si conseguía su colaboración.

El volador de Sparling aterrizó al día siguiente. Cada vez más cerca uno del otro, ambos soles estaban arriba en un cielo muerto. La cuarteada y roja arcilla ondeada por el calor; las colinas eran grises e irreales. Los barracones prefabricados se apilaban en el exterior, semicilíndricos, mientras que la maquinaria se esparcía en los restantes cincuenta kilómetros cuadrados, bramando como dinosaurios entre hombres sudorosos. Dejerine, que había estado haciendo una inspección general, le condujo a una oficina pequeña provista de aire acondicionado.

—¿Café o té? ¿Quiere un cigarrillo? —preguntó, después de sentarse tras su escritorio.

—Nada, gracias. —La voz de Sparling podía haber procedido del Polo Sur. Se sentó, sacó su pipa y su bolsa de tabaco y se enfrascó en su tarea—. No espero estar aquí mucho tiempo.

—Tenía esperanzas de que se quedara algún tiempo.

—No veo por qué razón.

—Mencioné una cuota de asesoramiento. Y con su proyecto suspendido, no tiene usted otra cosa que hacer. No voy a hablar de patriotismo. Vamos a ser francos, es usted hostil a mi misión. Pero cuanto antes la complete, antes puedo cederle sus antiguos recursos. ¿No querrá ayudarme a terminarla? —Hizo una pausa—. Además, y, por favor, no me entienda mal, no es ni una presión ni un soborno, me gustaría que recibiera de nuevo los suministros regulares procedentes de la Tierra. Mis recomendaciones pesarán más con un trabajo rápido en mi haber.

Sparling estudió su rostro. Por fin, dijo:

—De acuerdo. Creo que en el fondo usted es un tipo decente.

Dejerine encendió un cigarrillo. Aunque tímido, este acercamiento le daba ánimos, especialmente sabiendo que el ingeniero era íntimo amigo de Jill. Debía utilizar la oportunidad para aprender un poco más de aquella gente.

—¿Puedo hacerle una pregunta personal?

Sparling sonrió.

—Adelante. Puedo no contestarla.

—¿Por qué ustedes, los residentes a largo plazo, tienen ese complejo de inferioridad con respeto a los ishtarianos?

La pregunta desconcertó a Sparling.

—¿Eh? ¿Quién dice que lo tenemos?

—Quizás me he expresado mal. Pero he oído repetidamente lo superiores que son respecto a nosotros, tanto física como mentalmente. Y… todavía ellos también tienen guerras, ¿no?

—No todas las guerras son tan insensatas como las nuestras —quedó silencioso durante unos instantes—. No. Perdóneme. No debería haber hecho esa observación, aun cuando pueda ser verdad. Pero, mmm… el comportamiento combativo, puede ser un mecanismo de supervivencia. Por mi experiencia en este planeta, pienso que la creencia de que ningún ishtariano combate a no ser por razones estrictamente prácticas no es del todo correcta. —Hizo una nueva pausa—. El orgullo o la venganza pueden ser un motivo, particularmente entre los jóvenes. Sin embargo, es un motivo individual. Ningún ishtariano ha tratado de imponer una nacionalidad o ideología a alguien. Bajo cualquier circunstancia, el hecho de matar es visto como un indeseable último recurso.

—Todavía tienen ideologías, ¿no? Y varias religiones.

—Sí. Pero no son fanáticos al respecto. —Sparling se hacía más amigable a medida que la charla transcurría—. No creo que ningún ishtariano pueda llegar a ser lo que nosotros llamamos militante religioso. Ciertamente, en este planeta no ha existido nunca una fe proselitista.

—¿Ni la… triádica? ¿La llaman así? —Dejerine esbozó una sonrisa—. He estado leyendo, ya ve. ¿Cómo gana conversos esa Iglesia?

—Dando más sentido, a más gente, de lo que el paganismo lo hace. No es fácil introducirse. Se necesitan una gran cantidad de estudios previos, y exámenes y finalmente un caro sacrificio. Pero, ¿sabe?, si tuviera inclinaciones religiosas, pensaría seriamente en ingresar.

—¿Qué? No puede hablar en serio. Personificar los tres soles…

—Un símbolo. Puedes suponer que son dioses literales, pero no tienes que hacerlo; puedes tomar las personalidades como alegóricas si lo prefieres, representaciones de la realidad. —Sparling miró pensativamente el humo de su pipa—. Y la mitología contiene un alto grado de verdad acerca de la vida, con la poesía y el ritual que te ayudan a sentirlo más directamente. Bel, el Sol, el dador de vida, que puede ser terrible; Ea, La estrella Ascua, una diadema sobre el Oscuro que es invierno y muerte… pero el mundo la necesita; Anu, el Merodeador, que trae tanto el caos como la ocasión de renovarse. Sí, me parece más razonable que el Cristianismo.

Dejerine, que se consideraba cristiano, se refrenó, y sólo dijo:

—¿Han habido conversiones entre los humanos?

—No. Ni las habrá. Estoy seguro. Aunque sólo sea porque nosotros no podemos soñar correctamente, perderíamos la mitad de la significación. Seríamos como un católico incapaz de atender a la Misa, o tomar la comunión. No, peor.

—¿Sueños? ¿Como los de los hombres primitivos?

—No exactamente. ¿No lo sabe? Bueno, es una idea tan sutil y difícil para los terrestres, que supongo que no está incluida en la reseña media de este planeta. Los ishtarianos duermen como nosotros, y aparentemente por la misma razón: el cerebro necesita reposar un tiempo, para asimilar datos. Pero el cerebro de un ishtariano no duerme tan profundamente como el nuestro. Tiene más consciencia. Hasta un cierto punto, puede dirigir el sueño.

—He tenido esa experiencia al comenzar a dormirme.

—La mayoría de humanos la han tenido. Pero, para nosotros, esto es rudimentario e inusual. En cambio, para el ishtariano es normal. Puede escoger lo que va a soñar. Llega a convertirse en una gran parte de su vida emocional… quizás sea la razón por la cual, a pesar de que consumen algunas drogas, los ishtarianos no se convierten nunca en adictos. Naturalmente, algunos tienen más talento que otros. Realmente hay soñadores profesionales.

Usan esa mezcla de consciencia y azar para experimentar visiones maravillosas, y un arte completo para comunicar el efecto después a una audiencia. Palabras, tono, gestos, expresión, música, danza, un conjunto enorme de antiguas convenciones, todo relacionado. —Sparling suspiró—. Nunca seremos capaces de alcanzar eso, ni usted ni yo. Así que la Tríada, no puede ser para mí más que un concepto filosófico.

Dejerine aspiró el humo.

—Sí —dijo lentamente—. Veo como los ishtarianos pueden tener… un impacto más fuerte. Pero no creo que sean necesariamente superiores, excepto en unos cuantos aspectos.

—Ni yo tampoco, ni ninguna persona consciente —respondió Sparling—. Por ejemplo, ellos parecen tener menos sentido para la geometría tridimensional que nosotros. ¿Quizás por no haber tenido antepasados arbóreos? Muchos de ellos se horrorizan ante la idea de volar, aunque saben que nuestros vehículos son seguros. Etc. No, está equivocado respecto al complejo de inferioridad. Sencillamente los consideramos como amigos, de los cuales podríamos aprender mucho, si los políticos de la Tierra nos apoyasen.

—¿Me creerá si le digo que yo también he sido amigo de no humanos?

Sparling asintió.

Dejerine pensó: Tiene mejor disposición hacia mu ¿Quizás le lleve mi rama de olivo a Jill?

¿Estoy enamorado de ella? ¿O es meramente la atracción que se produce después de un largo período de celibato? No lo sé. No lo sabré a menos que pueda volver a verla.

Dijo cuidadosamente:

—¿Piensa relatarle nuestro encuentro a la señorita Conway cuando la vea? Me temo que esté enfadada conmigo ya que no pude ayudarle en el asunto de su oficial nativo. No me dio oportunidad de explicarle cuánto lo sentía.

Abruptamente Sparling cambió de actitud, y dijo fríamente:

—¿Cómo puedo hacer eso?

Una mano tomó el corazón de Dejerine y lo paralizó.

—¿Le pasa algo malo a ella?

—No tengo más remedio que decírselo. Se ha ido al norte con Larreka. Y llevan días en camino.

—¿Por qué? ¡Eso es una locura!

—¿Cómo hubiera podido detenerla? Si ella decidió continuar con su investigación en Valennen antes de que esté cerrado para nosotros, ¿quién tiene el derecho de prohibírselo? Ella nos envió notas a sus padres y a mí mediante un mensajero que no nos las entregó hasta que ella estuvo en camino. Volé sobre la ruta, pero no vi nada. No esperaba hacerlo tampoco, un pequeño grupo en un terreno tan inmenso. La llamé, pero naturalmente había desconectado sus receptores cuando pasaron más allá del radio ordinario de relé.

—¿Por qué haría una locura como esa?

—Porque es Jill, y quiere ayudar. Sí, «intervención». Pero ella lo llama investigación, y tardaría un montón de tiempo en demostrar lo contrario, Dejerine. Telefoneará cuando llegue a Port Rua, y es muy probable que encuentre un proyecto de investigación para mí en ese lugar y tiempo. ¡Ahora cierre la boca! ¿No ha hecho ya bastante daño?