»Y en la Tierra se ha perdido la confianza en las mentes privilegiadas, una confianza todavía no recuperada. La Tierra ha perdido los servicios de un prominente oficial, Capitán Dejerine. Es imposible para la Armada volver a admitirlo. —Otra vez, una inesperada sonrisa cruzó levemente su rostro. — Me atrevo a decir, que al fin le buscarán una plaza en cualquier sitio, y le darán la bienvenida.
»Providencialmente, ustedes también traen noticias positivas, de unas especies por completo inteligentes y reliquias del poder de una raza anterior, por la cual nosotros podemos aproximarnos a la idea de un universo abierto. Pero lograr eso, en el tiempo de una vida, requiere aumentar de forma importante la asistencia a la Asociación, más aún, requiere la prestación de ayuda a la gente de Valennen, que a su vez, un día, podrán devolvernos el favor. Y, para todo esto, se necesita que haya paz.
»Pienso que en el plazo aproximado de un año la Tierra se dará cuenta de dónde están sus intereses.
Recostó su cabeza. Daniel Espina era mortal también. Pronto nos despedimos y el ayudante despertó al piloto que nos llevaría de nuevo a nuestras ocultas habitaciones.
Esperamos fuera. El aire estaba tranquilo, ligero, frío, exultantemente claro. El sol clareaba las cumbres, abajo el granito de sus rocas cazaba a las sombras, y el cielo parecía un zafiro.
—Un año —respiró Ian. Cada una de sus palabras era una nube blanca. — O dos como máximo. Después volveremos a casa.
Y si somos afortunados empezaremos nuestro trabajo, pensé.
—Es demasiado tiempo. —Le respondió Jill.
Habían parado a cierta distancia, para impedir que me enterara de sus secretos.
Éramos tres. Pero en aquellos momentos estaban solos.
—Harás que venga Rhoda. —Oí decir a Jill.
—¿Cómo podría venir? —se preguntó él contra su propio conocimiento.
—El juez fijará eso. Mientras tanto —se encogió de hombros—. Después… Bien, nosotros veremos.
No tuvo problemas para hablar de asuntos como el que amar y ser amado comporta obligaciones. Su mirada me dijo que yo entraba en aquel «nosotros».
El piloto llegó. Jill nos precedió en el camino hacia el volador. Siguiéndola, me atreví a tener esperanza.