– No creo que sea el momento de…
– Sin embargo, eso tampoco tiene sentido -prosiguió Kimberly, arrugando aún más el ceño-. Si la muchacha hubiera estado viva, tendría que haber solicitado un pase de seguridad… y es más difícil conseguir dos que solo uno. Por lo tanto, es probable que ya estuviera muerta. Quizá viajaba en el maletero de un coche. Nunca he visto que los guardias inspeccionen los vehículos, de modo que es posible que la escondieran en uno. Por supuesto, esta teoría implica que el asesino se deshizo deliberadamente del cadáver en los terrenos del FBI. -Sacudió la cabeza con brusquedad-. Y eso no tiene ningún sentido. Si vivieras aquí y asesinaras a alguien, aunque fuera de forma accidental, lo último que harías sería dejar su cuerpo en el bosque. Más bien, te asegurarías de sacarlo lo más rápido posible de la base y llevártelo bien lejos. Dejar el cadáver aquí es una verdadera estupidez.
– No creo que sea el momento de hacer conjeturas -dijo Watson, con voz calmada.
– ¿Crees que intenta expresar su opinión personal contra la Academia? -preguntó Kimberly-. ¿O quizá contra los marines?
Ante aquel comentario, las cejas de Watson cobraron vida. Era evidente que Kimberly había rebasado alguna línea, pues la expresión de su rostro indicaba que aquella conversación había llegado definitivamente a su fin. El inspector se inclinó sobre la mesa y le dijo:
– Escúchame bien. De ahora en adelante, el NCIS se ocupará de esta investigación. ¿Sabes algo sobre el Servicio de Investigación Criminal Naval?
– No…
– Pues deberías. El NCIS cuenta con más de ochocientos agentes especiales, listos para ser enviados a cualquier lugar del mundo en cualquier momento. Esos agentes han trabajado en casos de asesinato, violación, maltrato doméstico, fraude, narcotráfico, extorsión, terrorismo y demás. Cuentan con una unidad que se encarga de investigar casos abiertos, tienen sus propios expertos forenses y poseen sus propios laboratorios criminalistas. ¡Por el amor de Dios! Fueron ellos quienes se encargaron de la investigación del bombardeo del USS Coley, por lo tanto, es evidente que sabrán ocuparse de un cadáver que ha aparecido en una base de los marines. ¿Queda claro?
– No pretendía decir…
– Todavía te estás formando, Kimberly. No eres una agente especial, sino una nueva agente. No olvides esa diferencia.
– Sí señor -replicó, enderezando la espalda y alzando la barbilla. Sus ojos llameaban ante aquella inesperada reprimenda.
Entonces, la voz de su supervisor se suavizó.
– Por supuesto, el NCIS querrá hacerte algunas preguntas -añadió-. Y por supuesto, tú las responderás lo mejor que sepas, pues es muy importante que las agencias que trabajan para el cumplimiento de la ley cooperen entre sí. Sin embargo, a partir de ese momento todo acabará, Kimberly. Quedarás fuera de la foto, regresarás a clase y, aunque no creo que sea necesario decirlo, te mantendrás tan callada como un ratón de iglesia.
– ¿Sin hacer preguntas y sin hablar? -preguntó ella, con sequedad.
Watson no intentó sonreír.
– Son muchas las ocasiones en las que un agente del FBI tiene que hacer gala de una absoluta discreción. Un agente que carezca de prudencia no puede dedicarse a este trabajo.
La expresión de Kimberly desfalleció y sus ojos se posaron en la moqueta. Watson la miraba con un semblante tan severo que casi resultaba amenazador. Kimberly había encontrado el cadáver por accidente y, sin embargo, aquel hombre la trataba como si fuera una creadora de conflictos, como si fuera la culpable de que la Academia tuviera que enfrentarse ahora a este problema. Sabía que el curso de acción más seguro era hacer exactamente lo que le había dicho: levantarse, sellar sus labios y mantenerse alejada del caso.
Pero a Kimberly nunca se le había dado bien moverse sobre seguro.
Levantó la mirada y miró a su supervisor a los ojos.
– Me gustaría que el NCIS me permitiera colaborar en la investigación.
– ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?
– Tengo cierta experiencia en estos asuntos…
– ¡No sabes nada de estos asuntos! No confundas lo personal con lo profesional…
– ¿Por qué no? Una muerte violenta es una muerte violenta. Ayudé a mi padre cuando mi madre fue asesinada y dentro de siete semanas me convertiré en una verdadera agente del FBI. ¿Qué daño puede hacer que empiece un poco antes de tiempo? Al fin y al cabo, fui yo quien encontró el cadáver. -Advirtió que, sin darse cuenta, había adoptado un tono posesivo. Acababa de dar un paso en falso, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.
El rostro de Watson se había ensombrecido de un modo peligroso. Si antes le había parecido severo, ahora le resultaba intimidante.
– Kimberly… seamos francos. ¿Qué tal crees que lo estás haciendo en la Academia?
– Persevero.
– ¿Y crees que ese es el objetivo de un nuevo agente?
– Algunos días.
Su interlocutor esbozó una sombría sonrisa y apoyó la barbilla en sus manos.
– Algunos de tus instructores están preocupados por ti, Kimberly. Tu curriculum es impecable, en los exámenes siempre obtienes una puntuación superior al noventa por ciento y pareces tener cierta habilidad con las armas de fuego.
– ¿Pero? -preguntó ella, apretando los dientes.
– Pero también cuenta la actitud. Kimberly, ya llevas nueve semanas aquí y no tienes ningún amigo, ningún aliado ni ningún compañero. No ofreces nada a tus compañeros ni recibes nada de ellos. Eres una isla, pero el cumplimiento de la ley es, en última instancia, un sistema humano. Sin conexiones, sin amigos y sin apoyo, ¿cuan lejos crees que podrás llegar? ¿Cuan efectiva crees que podrás ser?
– Trabajaré en ello -replicó. Su corazón palpitaba con fuerza.
– Kimberly… -dijo él, adoptando ahora un tono amable. Ella arrugó aún más el ceño. Era fácil desviar la cólera, pero la amabilidad era peligrosa-. Ya sabes que eres muy joven.
– Pero cada día crezco un poco más -barbotó.
– Puede que este no sea el momento más adecuado para que te unas al FBI…
– Ningún momento será mejor que el presente.
– Creo que si te concedieras unos años más, si dejaras más espacio entre el presente y lo que le ocurrió a tu familia…
– ¿Estás diciendo que debo olvidarme de mi madre y mi hermana?
– No estoy diciendo eso.
– ¿Quieres que finja ser una simple contable que solo busca un poco de emoción en su vida?
– Kimberly…
– ¡He encontrado un cadáver! ¿De qué va todo esto? ¡Encuentro una desgracia en el porche principal de la Academia y de pronto pretenden echarme de una patada!
– ¡Basta! -Su tono fue tan severo que Kimberly optó por callar. Y en cuanto fue consciente de lo que acababa de decir, sus mejillas se sonrojaron. Apartó rápidamente la mirada.
– Ahora me gustaría regresar a clase -murmuró Kimberly-. Prometo que no diré nada. Valoro el trabajo que realiza el NCIS y no haré nada que ponga en peligro la investigación.
– Kimberly… -replicó su supervisor, con tono frustrado. Por un momento Kimberly pensó que iba a decir algo más, pero entonces sacudió la cabeza-. Tienes muy mal aspecto. Has perdido peso y es evidente que hace semanas que no duermes. ¿Por qué no vas a tu habitación y descansas un poco? Aprovecha esta oportunidad para recuperarte. No es ninguna vergüenza bajar un poco el ritmo, ¿sabes? Eres una de las estudiantes más jóvenes que hemos tenido en la Academia. Aunque no lo hagas ahora, siempre podrás hacerlo más adelante.