Выбрать главу

»Escoge uno de esos lugares para abandonar a la segunda muchacha, drogada, aturdida y confundida, y espera a ver qué ocurre. Con este calor, algunas no consiguen sobrevivir más de unas horas… pero otras, las más listas o las más fuertes, resisten varios días. Puede que incluso una semana. Son días largos y tortuosos, sin comida y sin agua, esperando a que alguien las encuentre y las salve.

Rainie le miraba con extasiada fascinación.

– ¿Cuántas veces ha hecho esto antes?

– Cuatro. Secuestró a ocho muchachas y siete de ellas murieron.

– De modo que lograron rescatar a una.

– A Nora Ray Watts. Fue su última víctima. Logramos encontrarla a tiempo.

– ¿Cómo? -preguntó Quincy.

Mac respiró hondo. Sus músculos se habían tensado de nuevo, pero intentó contener su impaciencia.

– El asesino deja pistas en el primer cadáver. Deja una serie de pruebas que, si se interpretan correctamente, delimitan la ubicación de la segunda víctima.

– ¿Qué tipo de pistas?

– Flora y fauna, sedimentos, rocas, insectos, caracoles y todo aquello que se le pueda ocurrir. Al principio no comprendíamos su significado. Guardábamos las pruebas, las etiquetábamos siguiendo los procedimientos estándar, las enviábamos enseguida a los laboratorios… y lo único que rescatábamos eran cadáveres. Con el tiempo descubrimos que eran pistas, así que la cuarta vez que atacó, ya contábamos con la ayuda de un equipo de especialistas experimentados: botánicos, biólogos, geólogos forenses y demás. Nora Ray viajaba en un coche con su hermana. El cadáver de Mary Lynn presentaba un extraño sedimento en la camisa, restos de vegetación en los zapatos y un objeto extraño en la garganta.

– ¿En la garganta? -preguntó Kaplan. Mac asintió con la cabeza. Por primera vez, el agente del NCIS parecía interesado.

– El sedimento de la camisa resultó ser sal, la vegetación de los zapatos fue identificada como Spartina akernilora o espartina y el biólogo concluyó que el objeto extraño era la concha de un bígaro que habita en las marismas. Estos tres elementos juntos solo podían encontrarse en una marisma salada, de modo que enviamos a los equipos de búsqueda y rescate a la costa y, cincuenta y seis horas después, el helicóptero de la Guardia Costera localizó a Nora Ray, que agitaba frenética su camisa roja.

– ¿No pudo ayudarles a identificar al asesino? -preguntó Rainie.

Mac movió la cabeza hacia los lados.

– Lo último que recordaba era que la rueda se había deshinchado. Cuando recuperó la conciencia, estaba sedienta en medio de una maldita marisma.

– ¿Estaba drogada? -preguntó Watson.

– La contusión de su muslo izquierdo había empezado a desvanecerse.

– ¿Las ataca por sorpresa?

– Creemos que localiza a sus víctimas en locales nocturnos. Siempre secuestra a chicas jóvenes, de ningún color de piel concreto, que viajan en pareja. Creemos que las sigue hasta el coche y que, antes de que arranquen, coloca un par de tachuelas detrás de la rueda trasera. Después, solo tiene que seguirlas. Tarde o temprano, la rueda se deshincha y él se detiene para ofrecerles su ayuda…

– ¿Y las ataca con una aguja? -pregunto Watson, escéptico.

– No. Con una pistola de dardos similar a las que se utilizan para la caza mayor.

El silencio que reinaba en el despacho era tal que oyó respirar hondo a todos los presentes. Mac les dedicó una mirada severa.

– ¿Creen que no hemos hecho nuestros deberes? Llevamos cinco años persiguiendo a ese hombre. Puedo describirles su perfil. Puedo decirles cómo caza a sus víctimas. Puedo decirles que no siempre consigue lo que quiere, pues dos parejas distintas nos informaron de que se les habían deshinchado las ruedas del coche y que un hombre se había detenido para ayudarlas. Pero ellas se negaron a bajar las ventanillas y, gracias a eso, consiguieron vivir un día más.

– Puedo decirles que Mary Lynn, la hermana de la joven que logró sobrevivir, dio positivo en una segunda droga, ketamina, un fármaco que utilizan los veterinarios y los oficiales de control animal por su rápido efecto anestésico. La ketamina es una sustancia controlada, pero también es sencillo encontrarla en las calles. De hecho, los jóvenes la consumen en ciertas discotecas y la llaman Kit Kat o Special K. Puedo decirles que el Ativan también está controlado y que es un medicamento que utilizan los veterinarios, pero que investigar a todos los veterinarios no nos llevó a ninguna parte, ni tampoco vigilar a los miembros de diferentes clubes de caza, como el Appalachian Mountain Club o la Sociedad Audubon.

– También puedo decirles que el asesino cada vez está más enfadado. Pasó de atacar una vez al año, lo que requiere una cantidad ingente de autocontrol en un asesino en serie, a atacar dos veces en doce semanas. Y puedo decirles que sus pistas son cada vez más complejas. Si la primera vez que atacó hubiéramos prestado más atención, habríamos sabido que una de las pistas era una extraña hierba que solo crece en un radio de ocho kilómetros en toda Georgia. Si hubiéramos identificado esa hierba, sin duda habríamos podido rescatar a esa muchacha. Sin embargo, la última vez que atacó, las pistas solo nos condujeron a las marismas saladas… y hay unas ciento sesenta mil hectáreas de marismas saladas en Georgia. Francamente, Nora Ray era una aguja en un pajar.

– Pero la encontrasteis -dijo Kimberly.

– Porque ella se las ingenió para mantenerse con vida -replicó Mac.

Quincy le miró con seriedad.

– Ciento sesenta mil hectáreas no es un área de búsqueda factible. Es imposible que un helicóptero que cubra una extensión de terreno semejante consiga localizar a una chica. Tenían que saber algo más.

– Yo tenía una teoría. Consideraba que existía una especie de perfil geográfico.

– ¿Las diversas víctimas mantenían algún tipo de relación entre sí? ¿Tenían áreas geográficas en común?

– No, pero los cadáveres sí. Si los colocabas en el mapa de acuerdo con la dirección en la que miraban…

– Los utilizaba como brújulas -jadeó Quincy.

– Mapas. Ese tipo utilizaba a la primera chica como un simple mapa. Por eso pensé que, quizá, había utilizado el cadáver de Mary Ann para señalar la dirección en la que se encontraba su hermana. Al fin y al cabo, para él solo era una herramienta del juego.

– Jesús -murmuró Rainie.

El silencio se cernió sobre la sala hasta que Kaplan carraspeó.

– La víctima de esta mañana no apuntaba hacia ninguna dirección concreta. De hecho, sus brazos y piernas estaban extendidos en las cuatro direcciones.

– Lo sé.

– Es otra incoherencia.

– Lo sé.

– Sin embargo, tenía una roca en la mano -siguió diciendo Kaplan, cuyos ojos evaluaban a Mac-. Y una serpiente en la boca. No puedo decir que haya visto muchos casos similares.

– También tenía una hoja en el pelo -añadió Mac-. El médico forense se la quitó en la escena y yo la recuperé. Iré a buscarla en cuanto terminemos.

– Ha destruido la cadena de custodia -protestó Watson.

– Pues deme una azotaina. ¿Quieren la hoja o no?

– Simplemente, no tiene sentido -estaba diciendo Kaplan, que todavía parecía desconcertado-. Por una parte, la serpiente sugiere que esa muchacha podría ser el mapa del que usted está hablando. Por otra, lo único que tiene en común este caso con los anteriores es una carta al director publicada hace seis meses. Además, han transcurrido tres años desde la última muerte y su asesino siempre ha atacado en el estado de Georgia. Puede que ambos casos estén relacionados o puede que el hombre que le llama esté jugando con usted y que el cadáver haya aparecido aquí por simple casualidad.