Выбрать главу

Ambas permanecieron en silencio durante un rato. No había demasiados ruidos en el bosque. Una débil brisa mecía los húmedos y pesados árboles y se oía el susurro distante de una ardilla o un pájaro rebuscando entre un montón de hojas secas.

– Mis padres deben de estar preocupados -dijo de pronto Nora Ray-. Mi madre… Desde que murió mi hermana, no quiere que me ausente de casa más de una hora. En teoría, tengo que llamarla por teléfono cada treinta minutos para que pueda gritarme que regrese.

– Se supone que los padres no viven más que sus hijos.

– Sin embargo, ocurre continuamente. Como usted ha dicho, la vida no es justa. -Nora Ray tiró con impaciencia de las hojas del helecho-. Tengo veintiún años, ¿sabe? Debería estar en la universidad. Debería estar planeando mi futuro, tener citas, beber demasiado algunas noches y estudiar diligentemente otras. Debería estar haciendo cosas estúpidas, inteligentes y de todo tipo para moldear mi vida. Sin embargo, mi hermana murió y mi vida se fue con ella. En mi casa nadie hace nada. Solo… existimos.

– Tres años no es tanto tiempo. Es posible que tu familia necesite más tiempo para superar las diferentes fases del pesar.

– ¿Para superarlas? -Su voz sonó incrédula-. No lo estamos superando. Ni siquiera hemos iniciado el proceso. Todo está estancado. Es como si mi vida se hubiera partido por la mitad. Por un lado está todo lo que ocurrió antes de aquella noche, la universidad y un novio y las clases y una fiesta inminente, y por el otro está todo lo que ocurrió después. Pero ese después no tiene ningún contenido. Ese después sigue siendo una losa vacía.

– Tienes tus sueños -dijo Kimberly.

Nora pareció turbada.

– Usted cree que me los invento.

– No. Estoy segura de que sueñas con tu hermana. Sin embargo, hay quien dice que los sueños son la forma que tiene el inconsciente de solucionar las cosas. Si todavía sueñas con tu hermana, es posible que tu inconsciente tenga algo que solucionar. Es posible que tus padres no sean los únicos que todavía no han superado su muerte.

– No me gusta esta conversación -comentó Nora Ray.

Kimberly se limitó a encogerse de hombros y la joven la miró con los ojos entrecerrados.

– ¿Qué es usted? ¿Una especie de psiquiatra?

– He estudiado psicología, pero no soy psiquiatra.

– Así que ha estudiado psicología y ha realizado medio curso en la Academia del FBI. ¿En qué le convierte eso?

– En alguien que también ha perdido a su hermana. Y a su madre. -Kimberly esbozó una sonrisa torcida en la penumbra-. Si hicieran un concurso para saber a quién ha maltratado más la vida, creo que ganaría.

Nora Ray la miró avergonzada. Su mano había regresado al helecho, pero ahora separaba sus hojas de forma metódica.

– ¿Qué ocurrió?

– La misma historia de siempre. El malo cree que mi padre, perfilador criminalista del FBI, le ha destrozado la vida. El malo decide vengarse destruyendo a la familia de mi padre. El malo se centra primero en mi hermana mayor, que está deprimida y nunca se le ha dado bien juzgar a la gente. La mata y consigue que parezca un accidente. Después utiliza todo aquello que ella le ha contado para trabar amistad con mi madre. Pero mi madre es más lista de lo que él cree y, al final, en su muerte no hay nada de accidental. De hecho, la sangre se esparcía por siete habitaciones distintas. Finalmente el malo va a por mí, pero mi padre consigue detenerle antes de que acabe conmigo. He pasado los últimos seis años como tú, intentando averiguar el modo de seguir viviendo con alegría una vida que ya ha sido tan ensombrecida por la muerte.

– ¿Es esa la razón por la que se unió al FBI? ¿Para poder ayudar a los demás?

– No. Me uní al FBI para poder ir armada hasta los dientes. Y también para poder ayudar a los demás.

Nora Ray asintió, como si aquello tuviera sentido.

– Y ahora va a atrapar al hombre que mató a mi hermana. Eso es bueno. El FBI tiene suerte de contar con usted.

– El FBI ya no me tiene.

– Pero me ha dicho que había realizado medio curso…

– Pedí una baja por motivos personales para poder seguir este caso, Nora Ray. En la Academia del FBI no ven bien este tipo de cosas. No estoy segura de que me permitan regresar.

– No lo entiendo. Está persiguiendo a un asesino y está intentando salvar vidas. ¿Qué más pueden pedirle a una agente?

– Objetividad, profesionalidad, un entendimiento claro del conjunto y capacidad para tomar decisiones duras. Abandoné la Academia para salvar una vida, pero si me hubiera quedado y hubiera completado mi formación, podría haber salvado cientos de ellas. En ocasiones mis supervisores resultan cargantes, pero no son estúpidos.

– Entonces, ¿por qué lo hizo?

– Porque Betsy Radison se parecía mucho a mi hermana Mandy.

– Oh.

– Oh -repitió Kimberly. Apoyó la cabeza en la áspera corteza del tronco y dejó escapar un profundo suspiro. Se sentía mejor de lo que había imaginado tras decir aquellas palabras en voz alta. Qué bien se sentía ahora que se había enfrentado a la verdad.

Había mentido a Mac cuando le había dicho que esto no tenía nada que ver con su familia. Había mentido a su padre cuando le había dicho que era capaz de manejar la situación. Pero sobre todo se había mentido a sí misma. Kimberly, joven y apasionada, había decidido luchar por los oprimidos en un caso que jurisdiccionalmente era una locura. Le había parecido una buena idea, pero era consciente de que su decisión de ayudar a Mac no había tenido nada que ver con Betsy Radison ni con el Ecoasesino ni con su supervisor Mark Watson. Lo había hecho simplemente por ella. Seis años de pesar, intentando levantar la cabeza y convencerse a sí misma de que lo estaba haciendo bien…, y solo había sido necesaria una víctima que se parecía un poco a Mandy para que lo lanzara todo por la borda. Su carrera, sus sueños, su futuro. Ni siquiera había hecho nada por evitarlo.

Betsy Radison había muerto y Kimberly había retomado la pesada carga de su pasado como si fuera lo único que podía consolarla. ¿Por qué no? Mientras siguiera obsesionada con la muerte de sus seres queridos, nunca tendría que afrontar el futuro. Mientras guardara luto por Mandy y por su madre, nunca tendría que definirse como persona. En alguna ocasión se había preguntado cómo habría sido su vida si ellas no hubieran muerto. Sabía que su vida todavía podía ser como ella quisiera que fuera. Solo tenía que ser fuerte. E inteligente. De hecho, era posible que incluso pudiera enamorarse. Nunca se sabía.

– ¿Qué ocurrirá ahora? -preguntó Nora Ray, en voz baja.

– ¿A corto o a largo plazo?

– A corto plazo.

– Ray y el equipo del Instituto de Cartografía descifrarán las pistas que dejó el asesino en la víctima y, entonces, intentaremos salvar a la cuarta muchacha. Después buscaremos al Ecoasesino y le patearemos el culo.

Nora Ray asintió con satisfacción.

– ¿Y a largo plazo?

– A largo plazo, tú y yo nos daremos cuenta de que nada de esto ha conseguido cambiar las cosas. Tu hermana seguirá muerta, al igual que mi madre y Mandy, y ambas tendremos que seguir adelante con nuestras vidas. Entonces, empezaremos a vadear de una vez por todas por el pesar y la culpabilidad, intentando extraer algo positivo de todo este caos. Pero también es posible que decidamos quedarnos de brazos cruzados y permitamos que un par de asesinos logren arrebatarnos lo poco que nos queda.

– No me gusta demasiado nuestro futuro a largo plazo -dijo Nora Ray.

– Lo sé -replicó Kimberly-. A mí también me preocupa bastante.

Capítulo 41

Condado de Lee, Virginia

20:53

Temperatura: 35 grados

A la penumbra del atardecer, los murciélagos salieron de la cueva y se deslizaron ágilmente entre los árboles, haciendo que las luciérnagas se precipitaran hacia el suelo y que sus centelleantes luces se diseminaran. La humedad seguía siendo insoportable, pero ahora que el sol había descendido sobre el cielo y que los murciélagos danzaban en silencio sobre sus cabezas, las sombras habían adoptado una cualidad calmada y casi aplacadora.