La conferencia de prensa estaba más concurrida de lo que Myron había supuesto. No había ni un asiento libre y muchos periodistas estaban de pie. Debía de ser un día de pocas noticias importantes. Clip se tomó su tiempo para recuperar la compostura, que en apariencia había perdido.
– Hace algo más de una década contraté a un jugador excepcional -prosiguió-, un jugador al que creía destinado a triunfar. Era excelente en los saltos, poseía un sentido intuitivo de la estrategia de juego, una voluntad tenaz de superación y, sobre todo, se trataba de un ser humano maravilloso. Todos sabemos qué le ocurrió a Myron Bolitar aquella fatídica noche en Landover, Maryland. No es mi intención escarbar en el pasado, pero como ya he dicho al principio de esta conferencia de prensa, el deporte es folclore. Hoy los Dragons conceden a ese joven la oportunidad de tejer su propia leyenda deportiva. Hoy los Dragons permiten a ese joven la posibilidad de poseer de nuevo lo que le fue arrebatado de forma cruel hace tantos años.
Myron notó que se ruborizaba y, a fin de apartar la mirada de los periodistas, la fijó en un lunar de la mejilla de Clip, con tal intensidad que su vista empezó a nublarse, afortunadamente.
– No será fácil, Myron -añadió Clip, hablándole directamente. A Myron se le hacía imposible mirarlo a los ojos-. No te hemos hecho promesas. No sé qué pasará a partir de este momento. No sé si esto será la culminación de tu historia o el inicio de un nuevo capítulo, pero aquellos que amamos el deporte debemos mantener encendida la llama de la esperanza. Es propio de nuestra naturaleza. Es propio de la naturaleza de todos los verdaderos combatientes y aficionados. -Hizo una pausa tras quebrársele la voz, y prosiguió-: Ésta es la realidad. He de recordártelo, Myron, aunque no me guste. Te doy la bienvenida al equipo en nombre de los New Jersey Dragons, a ti, un hombre con clase y valentía. Te deseamos lo mejor. Sabemos que, pase lo que pase en la pista, honrarás a este club.
Guardó silencio, apretó los labios y musitó un «gracias». Después extendió la mano hacia Myron, que se dispuso a interpretar su papel. Se levantó para estrechar la mano de Clip. No obstante, éste tenía otras ideas. Rodeó a Myron con los brazos y lo atrajo hacia sí. Los flashes destellaron como luces estroboscópicas de discoteca. Cuando Clip lo soltó por fin, se secó los ojos con dos dedos. Joder, el tipo hubiera podido competir con Al Pacino. Luego lo condujo hacia el estrado.
– ¿Qué se siente al volver? -preguntó a voz en cuello un periodista.
– Miedo -contestó Myron.
– ¿Cree que posee el nivel necesario para jugar en la NBA?
– No, la verdad es que no.
La sinceridad de la respuesta hizo que todos enmudeciesen. Pero sólo por un segundo. Clip rió y los presentes lo imitaron. Quizás imaginaba que se trataba de una broma. Myron no se tomó la molestia de desengañarlos.
– ¿Cree que aún es capaz de meter triples? -inquirió otro.
Myron asintió.
– Creo que aún soy capaz -repuso-. Pero no estoy seguro de que lo consiga.
Más carcajadas.
– ¿Por qué regresa después de tanto tiempo, Myron? ¿Qué fue lo que le convenció para volver justo ahora?
– La Hermandad de los Clarividentes.
Clip se puso en pie y atajó otras preguntas con una mano alzada.
– Lo siento, amigos, pero esto ha sido todo por ahora. Myron debe prepararse para el partido de esta noche.
Myron siguió a Clip hasta la oficina de éste. Calvin ya había llegado. Clip cerró la puerta.
– ¿Qué pasa? -preguntó antes de sentarse.
Myron le habló de la sangre en el sótano. Clip palideció. Los dedos del Témpano se crisparon sobre el respaldo de la silla.
– ¿Qué es lo que intentas decirme? -preguntó con aspereza Clip.
– ¿Que qué intento decirle? Pues me parece clarísimo.
Clip se encogió de hombros.
– No lo entiendo.
– No hay nada que entender. Greg ha desaparecido. Nadie sabe nada de él desde hace cinco días. No ha sacado dinero del banco ni utilizado su tarjeta de crédito. Y, se lo repito, hemos descubierto sangre en el sótano de su casa.
– En el cuarto de jugar de los niños, ¿verdad? Es lo que dijiste antes. En el cuarto de jugar de los niños.
Myron asintió.
Clip dirigió una mirada inquisitiva a Calvin y alzó las manos con las palmas hacia arriba.
– ¿Qué mierda significa eso?
– No estoy seguro.
– No significará alguna clase de juego sucio, ¿verdad? -preguntó Clip-. Piénsalo, Myron. Supongamos que Greg fue asesinado. Entonces ¿dónde está su cadáver? ¿Se lo llevó su asesino o asesinos? ¿Qué crees que pasó allí? ¿Los asesinos sorprendieron a Greg o qué? ¿Estaba solo? ¿En el cuarto de jugar de los críos, donde, debo suponer, Greg jugaba con sus muñequitas? ¿Lo mataron allí y lo arrastraron fuera de la casa sin dejar manchas de sangre, excepto en el sótano? -Clip abrió los brazos-. ¿Dónde está la lógica de todo esto?
La puesta en escena también había intrigado a Myron. Dirigió una mirada furtiva a Calvin, que parecía sumido en sus pensamientos.
– Podría haber pasado -añadió Clip, poniéndose de pie-, que uno de los hijos de Greg se cortase mientras jugaba…
– Pues debió de ser un corte muy grande -señaló Myron.
– O se dio un golpe en la nariz. Las narices sangran mucho. Eso mismo; podría tratarse de una simple hemorragia nasal.
Myron asintió.
– O quizá pasaban el rato matando pollos -le dijo-. También podría ser eso, ¿no?
– Menos sarcasmos, Myron.
Myron esperó un momento. Miró a Calvin; luego a Clip, y dijo:
– Usted me ha contratado para encontrar a Greg. Estoy siguiendo una buena pista. Sin embargo, no quiere ni oír hablar de ella.
– Si insinúas que no quiero oír que Greg está metido en líos…
– No, no insinúo eso. Usted tiene miedo de algo, y no es sólo de que Greg pueda estar metido en líos. Me gustaría saber qué es.
Clip miró a Calvin. Éste asintió de forma casi imperceptible. Clip volvió a sentarse. Tamborileó con los dedos sobre la mesa. El reloj de pie del rincón hizo tictac, como un eco de pega.
– Ten por seguro que sólo estamos preocupados por Greg. De veras.
– Ya.
– ¿Sabes qué es una OPA, una oferta pública de adquisición de acciones?
– Estaba vivo en los ochenta -dijo Myron-. De hecho, alguien comentó el otro día que yo era un tipo muy de los ochenta.
– Bien, estoy padeciendo una ahora, y bien hostil, por cierto.
– Pensaba que era el accionista mayoritario.
Clip negó con la cabeza.
– Sólo poseo el cuarenta por ciento -repuso-. Ningún otro accionista tiene más del quince por ciento. Un par de accionistas minoritarios se han unido para intentar echarme. -Apoyó los puños sobre el escritorio como si fueran dos pisapapeles-. Dicen que pienso demasiado en el baloncesto y muy poco en los negocios. Sólo debería ocuparme de tratar con los jugadores y de las relaciones públicas. Votan dentro de dos días.
– ¿Y qué?
– En este momento, la votación está muy reñida. Si se produjese un escándalo, estaría acabado.
Myron miró a los dos hombres y aguardó unos segundos.
– Me está pidiendo que calle lo que sé -dijo al fin.
– No, no, por supuesto que no -protestó Clip-. No estoy pidiéndote eso, te lo aseguro. Sencillamente no quiero que la prensa monte un escándalo por algo que quizá no sea nada. No puedo permitir que algo desagradable salga a la luz en este preciso momento.
– ¿Desagradable?
– Exacto.
– ¿Por ejemplo?
– Que me condenen si lo sé.
– Pero Greg podría estar muerto.
– Si ése es el caso, no viene de uno o dos días más, aunque te parezca muy egoísta por mi parte. Si a Greg le ha pasado algo, tiene que haber algún motivo.
– ¿Un motivo?
Clip alzó las manos.
– No lo sé, joder. Desentierras a un muerto, o incluso a un hombre que ha estado un tiempo oculto, y empiezan a salir gusanos. ¿Sabes lo que quiero decir?