– ¿Como cuáles?
Calvin siguió andando, sin responder.
Cuando llegaron al ascensor apretó el botón y las puertas se abrieron de inmediato. Entraron y empezaron a bajar.
– Mírame a los ojos -dijo Calvin-. Mírame a los ojos y confiesa que nunca has pensado en volver a jugar.
– ¿Quién no piensa en eso? -repuso Myron.
– Sí, pero dime que no has dado un paso más. Dime que nunca has soñado con el regreso. Incluso ahora, cuando estás viendo un partido en la tele, dime que no sientes envidia. Admite que jamás piensas en lo maravillosa que es la fama cuando ves a Greg. Dime que nunca te dices: «Yo era mejor que él». Greg es fantástico, uno de los diez mejores jugadores de la liga, pero sabes que tú eras mejor, Myron. Los dos lo sabemos.
– Eso fue hace mucho tiempo.
– Sí. -Calvin esbozó una sonrisa-. Exacto.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Myron.
– Has venido para encontrar a Greg. Cuando lo hayas encontrado, te irás. La novedad se habrá terminado. Clip podrá decir que te dio una oportunidad, pero no estuviste a la altura de las circunstancias. Seguirá siendo el chico bueno y seguirá teniendo buena prensa.
– Buena prensa -repitió Myron, recordando su inminente comparecencia ante los medios-. ¿Uno de sus motivos ocultos?
Calvin se encogió de hombros.
– Da igual. Lo importante es que entiendas que no tienes la menor posibilidad. Sólo jugarás durante el tiempo reservado a los suplentes, y pocas veces ganamos o perdemos por mucho, así que eso no sucede, y aunque suceda, incluso aunque juegues de forma espectacular, los dos sabemos que se trata sólo del tiempo de la basura. No jugarás bien porque eres un hijo de puta muy competitivo, necesitas los puntos para influir en el resultado del partido, si no ya no te implicas al máximo…
– Entiendo -dijo Myron.
– Eso espero, amigo mío. -Calvin miró las numerosas luces, que se reflejaron en sus ojos pardos-. Los sueños nunca mueren. A veces crees que han muerto, pero solamente están hibernando, como un oso grande y viejo. Y si ha hibernado durante mucho tiempo, despertará muy hambriento y de mal humor.
– Deberías escribir canciones country -apuntó Myron.
Calvin meneó la cabeza.
– Sólo pretendía dar un buen consejo a un buen amigo.
– Muy agradecido. ¿Por qué no me cuentas lo que sabes acerca de la desaparición de Greg?
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Calvin salió el primero.
– No hay mucho que decir -repuso-. Jugamos contra los Sixers en Filadelfia. Después del partido, Greg subió al autocar con todos los demás. Cuando llegamos aquí, bajó del autocar con todos los demás. La última vez que lo vieron estaba subiendo a su coche, solo. Eso es todo.
– ¿Cómo estuvo Greg aquella noche?
– Jugó bien. Consiguió veintisiete puntos.
– ¿Y su estado de ánimo?
Calvin reflexionó por un instante.
– No observé nada especial -contestó.
– ¿Alguna novedad en su vida?
– ¿Novedad?
– Cambios, ya sabes.
– Bien, el divorcio. Ha sido bastante… problemático. Tengo entendido que Emily puede ponerse muy difícil cuando quiere. -Calvin se detuvo y dirigió a Myron su sonrisa de gato de Cheshire.
– ¿Tienes algo en mente, Témpano? -le preguntó Myron sin devolverle la sonrisa.
– ¿Emily y tú no estuvisteis enrollados durante un tiempo? -dijo Calvin.
– Hace mucho de eso.
– Fuisteis novios en la universidad, si no recuerdo mal.
– Como ya te he dicho, de eso hace mucho.
– Bien. -Calvin se puso a andar de nuevo-. Con las mujeres eras todavía mejor que Greg.
Myron hizo caso omiso del comentario.
– ¿Clip está enterado de mi, digamos, pasado con Emily?
– Es muy minucioso.
– Eso explica por qué me ha elegido.
– Es posible que lo tuviera en cuenta, pero no creo que sea un dato relevante.
– ¿No?
– Greg odia a Emily. Nunca confió en ella. Sin embargo, desde que empezó la batalla por la custodia, se produjo un cambio en Greg.
– ¿Por qué lo dices?
– Primero, porque firmó un contrato para anunciar calzado deportivo de la marca Forte.
– ¿Greg? ¿Un contrato publicitario? -preguntó Myron, sorprendido.
– Es muy secreto. Lo anunciarán a final de mes, justo antes de los play off.
Myron lanzó un silbido.
– Le habrán pagado una buena suma.
– Y que lo digas. Más de diez millones al año.
– Tiene sentido -apuntó Myron-. Es un jugador enormemente popular que se ha negado a hacer publicidad de cualquier tipo durante más de una década. Es una oferta irresistible. A Forte le va muy bien con las zapatillas de atletismo y las de tenis, pero es poco conocido en el mundo del baloncesto. Greg les proporciona una credibilidad instantánea.
– En efecto -admitió Calvin.
– ¿Tienes idea de por qué cambió de opinión después de tantos años?
Calvin se encogió de hombros.
– Tal vez cayó en la cuenta de que se estaba haciendo mayor y quiso asegurarse el porvenir. Quizás el motivo fuese el divorcio. Tal vez recibió un golpe en la cabeza y despertó con un ápice de sensatez.
– ¿Adónde fue a vivir después del divorcio?
– A la casa que tiene en Ridgewood, en el condado de Bergen.
Myron conocía bien la zona. Calvin le proporcionó la dirección a petición suya.
– ¿Dónde vive Emily? -quiso saber a continuación.
– Se fue a vivir con los niños a casa de su madre, creo que en Franklin Lakes o cerca de allí.
– ¿Habéis llevado a cabo alguna investigación? Ya sabes, tarjetas de crédito, cuentas bancarias, esa clase de cosas.
Calvin negó con la cabeza.
– Clip pensó que el asunto era demasiado complejo para confiárselo a una agencia de detectives. Por eso te llamamos. He pasado por delante de la casa de Greg en varias ocasiones; en una de ellas llamé a la puerta. No vi el coche en el sendero de acceso ni en el garaje. Las luces estaban apagadas.
– Pero ¿nadie ha entrado en su casa?
– No.
– O sea, que lo mismo pudo resbalar en la bañera y darse un golpe en la cabeza.
Calvin lo miró.
– No vi luces encendidas. ¿Crees que se bañaba a oscuras?
– Buena observación -convino Myron.
– Menudo investigador estás hecho.
– Soy lento pero seguro.
Llegaron a la sala del equipo.
– Espera aquí -le indicó Calvin.
– ¿Puedo hacer una llamada? -preguntó Myron tocando su teléfono móvil.
– Adelante.
Calvin abrió la puerta y entró. Myron conectó el teléfono y marcó. Jessica contestó al segundo timbrazo.
– ¿Hola?
– Tengo que cancelar la cena de esta noche -dijo Myron.
– Será mejor que la excusa sea buena -repuso Jessica.
– Es inmejorable. Jugaré un partido de baloncesto con los New Jersey Dragons.
– Estupendo. Que tengas suerte, querido.
– Hablo en serio. Voy a jugar con los Dragons. En realidad, jugar no es la palabra correcta. Sería más preciso decir que voy a calentar su banquillo.
– ¿Lo dices en serio?
– Es una larga historia, pero sí, ahora soy oficialmente jugador de baloncesto profesional.
– Nunca me he tirado a un jugador de baloncesto profesional -dijo Jessica tras un breve silencio-. Me siento como Madonna.
– Como una virgen -apuntó Myron.
– Caramba. Eso sí que es una referencia pasada de moda.
– Sí, bueno, qué quieres que te diga. Soy de los años ochenta.
– Bien, señor Años Ochenta, ¿vas a contarme qué está pasando?
– Ahora no tengo tiempo. Esta noche, después del partido. Te dejaré una entrada en la taquilla.
Calvin asomó la cabeza.
– ¿Qué talla usas? ¿Una cuarenta y cuatro?
– Cuarenta y seis. Tal vez cuarenta y ocho.
Calvin asintió y se retiró. Myron marcó el número particular de Windsor Horne Lockwood III, presidente de la prestigiosa firma de inversiones Lock-Horne Securities, en el centro de Manhattan. Win contestó al tercer timbrazo.