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Las Persim me trajeron aquí para ayudarlas a acabar con la huelga. Por eso me exhiben. Los hombres de la ópera deben de haber informado a sus cofradías. Yo estaba en compañía de Odo, ¿cómo pude decir en serio que fui camarada del Hombre de las Estrellas?

Leyendo entre líneas, quedaba claro por qué los altos clanes estaban preocupados. La acción de los marineros les estaba haciendo daño.

… la mitad de la estación de potenciaciones pasó antes de que se tomaran medidas. Con todo, está claro que la falta de cooperación masculina reducirá el programa reproductor de este invierno.

Eso hizo que Maia sonriera, orgullosa de que Clevin y los otros no hubiesen pasado un truco por alto.

La abogada—sacerdotisa Perkinita Jeminalte Cever exigió hoy que «se haga pagar a los responsables de esta negligente falta al deber».

Por fortuna, esta radicalización tuvo lugar después del Día del Lejano Sol, así que las políticas no temen que los varones acudan en masa a las urnas. El voto de su airada minoría podría haber alterado el resultado de las nuevas elecciones.

¿Seguirá siendo un factor a tener en cuenta el próximo invierno? Las estimaciones hechas sobre recientes episodios de inquietud masculina hace seis, diez y trece décadas llevaron a las sabias del Instituto de Tendencias Sociológicas a sugerir que este interludio algo más severo tal vez no acabe a tiempo de impedir pérdidas económicas a corto plazo para muchas de nuestras subscriptoras. Sin embargo, predicen que, para el próximo otoño, sólo quedará un fermento residual, en el ámbito de…

Continuaba prediciendo cómo las cofradías se distanciarían predeciblemente unas de otras, aceptando generosos tratos y compromisos, incapaces de mantener su ira en una estación en que la sangre se enfriaba. Maia suspiró al plantearse el posible, incluso predecible panorama. La mano muerta de Lysos ganaba siempre.

No me extraña que me dejaran ver esto. Comprendía que el informe era tendencioso e incompleto. Sin embargo, el periódico la dejó deprimida.

Odo llegó cuando Maia terminaba de vestirse. Esperaba que la matriarca Persim alardeara sobre el artículo, pero al parecer tenía otros asuntos en mente. Claramente agitada, la anciana despidió a las doncellas y ordenó a Maia que se sentara.

—Hoy no habrá paseo —dijo—. Tienes una visita.

Maia alzó una ceja, pero no dijo nada.

—Dentro de poco, te reunirás con Brill Upsala en el conservatorio del este. Se te suministrarán lápices, papel, y otros materiales. Brill ha sido informada de que estás dispuesta a ser examinada, según establece la antigua ley, pero que no deseas discutir asuntos que tengan que ver con el alienígena.

Odo miró a Maia a los ojos.

—Estaremos escuchando. Si nos dejas por mentirosas, o das a entender algún tipo de inquietud, bien podrías acompañar a la Upsala cuando se marche… y vivir para siempre con la culpa del destino de tu hermana. Pesará sobre tu cabeza.

Maia sabía que había puesto a prueba la paciencia de Odo una vez, casi hasta el límite. La Persim y sus cohortes estaban ocupadas tirando de un millar de hilos políticos, sociales y económicos, tanto abiertamente como a escondidas. Si consideraban que Maia, Leie y Brod eran más un estorbo que peones útiles en su juego, serían implacables. Maia asintió, y siguió a Odo hacia la puerta.

Ya conocía bien la Casa Persim. Había allí doncellas Yuquinn, cocineras Venn y criadas Bujul, todas las cuales parecían felices y contentas en sus nichos heredados, sin necesitar ninguna orden ni incentivo para anticipar cualquier capricho Persim. ¿Por qué no? Cada una de ellas descendía de una var que había servido intachablemente, y había sido recompensada con un tipo de inmortalidad. Una inmortalidad que podía terminar en el momento en que las Persim acabaran con su patrocinio. No haría falta violencia ninguna. Ninguna tendría siquiera que ser despedida. Las Persim sólo tenían que dejar de patrocinar caros apareamientos de invierno para sus empleadas, y luego esperar el breve intervalo de una generación o dos.

¿Era una relación depredadora? ¿Injusta? Maia dudaba que las Yuquinn o las Venn lo vieran así. De habérselo planteado en esos términos, sus linajes habrían terminado con la muerte natural de sus primeras antepasadas var. En los últimos tiempos, Maia había adoptado la actitud de Renna. Todo esto estaba bien diseñado, era lo más natural posible y, desde otro punto de vista, era sorprendente.

Ya no soy una hija de Lysos, advirtió. Nunca me ajustaré a un mundo cuya premisa básica no puedo soportar.

—Aquí dentro —dijo Odo, señalando una puerta doble—. Compórtate.

La amenaza, implícita, fue suficiente. Odo se dio la vuelta y se marchó. Maia entró en el conservatorio, donde la sorprendente mujer de pelo oscuro que había conocido en la ópera repasaba unos papeles ante una mesa carísima que consistía en un armazón de metal que sujetaba paneles de cristal casi perfecto. Mientras una de las hermanas—clónicas más jóvenes de Odo observaba desde un rincón, Brill le señaló una silla.

—Gracias por atenderme. ¿Empezamos?

Maia se sentó.

—¿Empezar qué?

—Tu examen, por supuesto. Empezaremos por un simple estudio de preferencias. Coge estos Impresos. Cada pregunta propone cinco actividades…

—Uh, perdóneme… ¿qué tipo de examen?

Brill se enderezó y la observó enigmáticamente. Maia experimentó una extraña sensación de profundidad. Como si la mujer ya viera claramente a través de ella, y no tuviera ninguna necesidad real de exámenes.

—Un test de aptitudes ocupacionales. He accedido a tu expediente escolar en Puerto Sanger; indica un trabajo preparatorio adecuado. ¿Hay algún problema?

Maia casi se rió en voz alta. Entonces dudó. ¿Es un truco? ¿Es posible que haya sido enviada por Iolanthe Nitocri y sus aliadas?

Pero entonces Odo habría comprobado la buena fe de Brill. Se suponía que el reducido Servicio Civil de Stratos estaba por encima de la política; sus examinadoras podían ir a todas partes. Si aquello era un truco, Brill lo hacía verosímil. Maia decidió seguirle el juego.

—Uh, ningún problema. —Miró a izquierda y a derecha—. ¿Dónde están sus calibradores? ¿Medirá los bultos de mi cabeza?

La clon Upsala sonrió.

—La frenología tiene sus seguidoras. Para empezar, sin embargo, ¿por qué no nos dedicamos a esto?

Siguió una implacable confrontación con el papel. Preguntas rápidas sobre sus intereses, gustos, conocimientos gramaticales, conocimientos científicos, climáticos, conocimiento de…

Después de dos horas, se le concedió un breve descanso. Fue al cuarto de baño, comió un bocado, caminó por el jardín para desentumecerse la espalda. Siempre tan profesional, la clon Upsala pasó aquel tiempo procesando los resultados. Si la habían enviado para transmitirle un mensaje de Naroin o de Clevin, ocultaba muy bien el hecho.

—Vi a dos de sus hermanas después de que habláramos en la ópera —comentó Maia, consciente de que una clon Persim las vigilaba—. Una de ellas interpretaba a Fausto…

—Sí, sí. La prima Gloria. Y Surah, a la batuta. ¡Malditas inútiles!

Maia parpadeó sorprendida.

—Me pareció que eran muy buenas en lo que hacían.

—¡Naturalmente que eran buenas! —Brill la miró bruscamente—. El tema es en qué decide una ser buena. Las artes están bien, como afición. Yo toco seis instrumentos. Pero eso no representa ningún gran desafío para una mente madura.

Maia se la quedó mirando. Resultaba muy extraño oír a una clónica despreciar a su propia familia. Aún más extraño era lo que implicaban sus palabras.