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Hay peligros más allá de una invasión directa. Serias posibilidades de perjudicar nuestra sociedad. ¡Recuerde, la consciencia lo es todo! A veces la raza posee más sabiduría que sus miembros individuales.

La joven entrevistadora frunció el ceño.

No alcanzo a comprenderla.

Hay signos… portentos, si quiere. Por ejemplo, podríamos mencionar el incremento, durante las últimas estaciones de…

Un súbito salto. Maia no se habría dado cuenta si hubiera parpadeado. Montaje de estudio. Algo cortado de la entrevista antes de su transmisión.

… que hace imposible ignorar por completo la perspectiva de que se produzcan daños al restaurar el contacto con el Phylum… por mucho que deploremos algunas de las descabelladas campañas de terror lanzadas por ciertos grupos radicales…

Cortes como aquél eran habituales en las transmisiones de Caria City. Tanto, que Maia no le habría dado mucha importancia de no haber estado tan interesada en la respuesta. La hereje tiene razón, pensó ahora. Las vars crecemos sin esperar que nos digan gran cosa. Nos acostumbramos a ello. ¿Pero no les pasa lo mismo a las ciudadanas? ¿No nos afecta esto a todas nosotras?

Sólo por tener esos pensamientos Maia ya se sentía atrevida y rebelde.

… así que todas juntas debemos esforzarnos para reforzar los cimientos de este buen mundo que nos legaron Lysos y las Fundadoras. Un mundo que pone a sus hijas a prueba, pero las hace fuertes. Incluso el Visitante interestelar manifiesta su asombro por todo lo que hemos logrado, sobre todo por nuestra notable estabilidad social, si tenemos en cuenta el estado de las colonias de homínidos.

Maia tomó nota. La sabia parecía estar confirmando el rumor popular de que una nave alienígena había aterrizado realmente en la superficie de Stratos.

Es importante, por tanto, mantener todos los demás aspectos en perspectiva, y recordar lo que es fundamental. Estos logros, este mundo y nuestra orgullosa cultura merecen ser defendidos con toda la dedicación de nuestras almas.

Era un discurso conmovedor, pronunciado con pasión y elocuencia. Maia vio que muchas de las cabezas que había entre ella y la pantalla asentían en solemne acuerdo. Naturalmente, pertenecían a clones de familias inferiores, o a vars ricas. Todas las que podían permitirse asientos de primera fila tenían un claro interés en el mantenimiento del orden social. Sin embargo, muchas otras parecían también conmovidas por las palabras de la sabia. Incluso Leie, cuando Maia se volvió a mirar a su hermana.

Naturalmente Leie, la optimista inquebrantable, asumía que era sólo cuestión de tiempo que las dos fundaran su propio clan. Algún día serían reverenciadas como las abuelas de una gran nación. Un sistema que permitía que la igualdad se consiguiera de esa forma podía ser duro, ¿pero podía considerarse injusto?

¿Podía? Maia había dejado hacía tiempo de discutir sobre el tema. Nunca ganaba los debates de opinión con su gemela.

… así que pedimos a todas las ciudadanas, de las casas de clanes a los santuarios, que sigan a la expectativa. Si alguien advierte algo de particular, es su deber comunicarlo de inmediato…

El cambio de tono en las palabras de la Sabia Sydonia la pilló por sorpresa.

—¿De qué habla ahora? —murmuró Maia—. Me he perdido…

Leie la hizo callar, cortante.

… de informar a la Guardia local de toda ciudad importante. O acudir a cualquier clan importante y decirles a las madres veteranas lo que habéis visto. Hay recompensas, hasta una remuneración de Nivel Tres, por la información que sirva a los intereses de Stratos en estos tiempos de tensión y peligro.

La joven entrevistadora sonrió amablemente.

Gracias, Sabia Sydonia, del Clan Youngblood y de la Universidad de Caria. Ahora pasamos al sumario de los tecnojuicios de este mes. Informando desde la Sala de Patentes tenemos a Eilene Yarbro…

Leie cogió a Maia por la muñeca y la arrastró al exterior.

—¿Has oído? —preguntó excitada cuando estuvieron a cierta distancia, junto a uno de los incontables canales de Lanargh—. ¡Una remuneración de Nivel Tres… sólo por chivarte!

—Lo he oído, Leie. Y, sí, es suficiente para comenzar en alguna ciudad barata. ¿Pero te has dado cuenta de lo vagas que han sido? ¿No lo encuentras extraño? ¡Casi como si estuvieran desesperadas por enterarse de algo, pero preocupadas por la idea de que alguien descubra lo que están buscando!

—Mm —gruñó Leie—. Tienes razón. ¿Pero sabes una cosa? —Sus ojos brillaron—. Eso debe de significar que en realidad estarían dispuestas a pagar muchísimo más. Una recompensa por dar información… ¿y cuánto más por guardar silencio después? ¡Apuesto que un montón!

Sí, muchísimo más. Como un garrote en la oscuridad. Había leyendas de viejos clanes partenogenéticos cuyas hijas compraban estatus y comodidad a la colmena contratándose como diestras asesinas. No todas las historias de miedo que se contaban a las pequeñas veraniegas carecían de base real.

Pero Maia no lo mencionó. Después de todo, Leie vivía por las posibilidades, y su entusiasmo encendía algo similar dentro de Maia, un ansia por vivir lo que de otro modo habría sido demasiado reservada, demasiado introvertida para explorar. Ella difería de su hermana, aunque eran tan iguales genéticamente como cualquier pareja de clones. Eso había hecho que Maia estuviera más dispuesta que la mayoría de las vars a aceptar la idea de individualidad entre la gente del invierno.

—¡Tenemos que mantener los ojos abiertos! —dijo Leie, trazando un gran círculo con los brazos, y contemplando por fin la cúpula estrellada del cielo.

Las constelaciones habían aparecido y pintado los cielos con un brillo diamantino mientras estaban dentro. El resplandor de la rueda galáctica. A intervalos determinados, Maia divisaba puntitos de luz que latían rítmicamente y que no eran estrellas o planetas, sino satélites en órbita, vitales para los navegantes del mar. No vio ningún signo de la Nave Visitante, pero allí estaba la negra oscuridad de la Zarpa que, según contaban a las niñas malas, era la mano abierta y acechante del Hombre del Saco que buscaba a los niños que no habían cumplido con su deber. Ahora Maia sabía que era una nebulosa, cercana en términos estelares, y que oscurecía la visión directa de la Tierra y el resto del Phylum Homínido. Eso debió de resultar reconfortante para las Fundadoras, pues proporcionaba una protección añadida contra las interferencias de los antiguos modos de vida.

Ahora, todo aquello se había acabado. Algo había surgido de la Zarpa, y Maia dudaba incluso de que las grandes sabias supieran ya si implicaba una amenaza o una promesa. La oscura forma la hizo estremecerse; las supersticiones de la infancia se mezclaban con su orgulloso, aunque limitado, conocimiento científico.

—¡Si tan sólo supiéramos qué están buscando las sabias! —dijo Leie tristemente—. ¡Sería capaz de afeitarme la cabeza por averiguarlo!

Hablando en términos estrictamente prácticos, si las grandes matronas de Caria City buscaban algo, era dudoso que dos pobres vírgenes de una costa fronteriza se toparan con ello.

—Es un mundo grande —suspiró Maia como respuesta.

Naturalmente, Leie interpretó de modo distinto las palabras de su hermana.

—Sí que lo es. ¡Grande, abierto de par en par, y esperando a que nosotras dos lo agarremos por la garganta!