Después de un rato él dejó de llorar y quedó absolutamente inmóvil entre los brazos de Mary con sólo el imperceptible subir y bajar de su respiración diciéndole que seguía vivo. Tampoco ella se movía; el solo pensamiento de moverse la aterrorizaba porque el instinto le decía que, en cuanto cualquiera de ellos se moviera lo más mínimo, él se separaría o ella tendría que retirarse, así que apretaba los labios todavía más contra su cabello y cerraba los ojos, profundamente feliz.
Tim dejó escapar un suspiro, profundo y sollozante, y se movió un poquito para acomodarse mejor, pero para Mary ésa fue la señal de que el momento había pasado; con gran gentileza se separó de él ligeramente de tal modo que él siguiera en sus brazos, pero pudiera alzar la cara para mirarla. Le tiró cariñosamente del cabello hasta que se vio obligado a alzar el rostro y la respiración se le cortó a Mary en la garganta. A la tenue luz, la belleza de Tim irradiaba un aura moribunda, era un Oberón o un Morfeo, irreal, de otro mundo. La luna había bajado a tomar posesión de sus ojos y los había cubierto de una capa de plata azulada; ellos la miraban ciegamente, como si la vieran desde el otro lado de una cortina irreal. Tal vez, en verdad, eso era lo que ocurría porque lo que él veía en ella, pensó Mary, ningún otro lo había visto jamás.
– Tim -murmuró-, ¿no vas a decirme qué es lo que te hace tan infeliz?
– Es mi Dawnie, Mary. Pronto va a irse y ya no vamos a verla mucho. Yo no quiero que mi Dawnie se vaya, ¡quiero que siga viviendo con nosotros!
– Ya veo -ella volvió a mirarle los ojos de luna, que no parpadeaban-. ¿Va a casarse, Tim? ¿Es por eso que se va?
– Sí, ¡pero yo no quiero que se case y se vaya! -gritó desafiantemente.
– Tim, mientras sigas creciendo, vas a encontrarte con que la vida está hecha de encuentros, conocimientos y despedidas. Algunas veces queremos a las personas que encontramos; otras, no nos gustan las que encontramos, pero el conocerlas es la cosa más importante en esta vida, es lo que nos sostiene como seres humanos. ¿Sabes una cosa? Durante muchos años me negué a admitir eso y no era yo un ser humano muy bueno. Luego te encontré a ti y el conocerte cambió mi vida. Me he vuelto un ser humano mejor.
»¡Ah, pero las despedidas, Tim! Ésas son las más duras, las más amargas de aceptar sobre todo si amamos; despedirse significa que ya nunca podrá ser lo mismo después; algo se ha ido de nuestras vidas; un poco de nosotros mismos se ha extraviado y jamás podrá ser encontrado ni devuelto. Sin embargo, hay muchas despedidas, Tim, porque ellas forman tanta parte de nuestra vida como el encontrar y el conocer. Lo que tú tienes que hacer es recordar que conociste a tu Dawnie, no pasarte la vida lamentándote porque tuviste que separarte de ella, pues esa separación no puede evitarse, es algo que tiene que suceder. Y si tú recuerdas haberla conocido en vez de lamentarte porque la has perdido, ya no dolerá tanto.
»Y eso es algo muy largo y complicado y tú no comprendiste ni una palabra de eso, ¿no es así, amor?
– Creo que entendí un poquito, Mary -repuso él con toda seriedad.
Ella se rió, rompiendo el encanto y luego lo separó poco a poco de sus brazos. Incorporándose nuevamente, le alargó las manos y lo ayudó a levantarse.
– Mary, eso que dijiste, ¿quiere decir que un día tendré que ver cómo te vas tú también?
– No, a menos que quieras que me vaya, o a menos que me muera.
La hoguera se había apagado y delgadas volutas de vapor se alzaban entre los granos de arena; súbitamente, la playa se volvió muy fría. Mary se estremeció y cerró los brazos sobre el pecho.
– Vamos -dijo-. Regresemos a la casa, Tim. Ahí hay calor y hay luz.
El muchacho la detuvo, mirándola a los ojos con una intensidad tan apasionada que era algo muy extraño en él.
– ¡Mary -dijo-, hay algo que siempre he querido saber pero que nunca nadie ha querido decirme! ¿Qué es morir y estar muriendo y la muerte? ¿Es todo eso la misma cosa?
– Todo se relaciona con lo mismo, efectivamente -Mary le tomó una mano y, llevándola al pecho de él, hizo que lo oprimiera precisamente por encima de la tetilla izquierda.
– ¿Puedes sentir cómo late ahí tu corazón, Tim? -interrogó-. ¿Puedes sentir ese tump-tump, tump-tump bajo tu mano, siempre ahí, sin detenerse un solo momento?
Tim asintió, fascinado.
– Sí. ¡Puedo sentirlo! ¡De veras puedo sentirlo!
– Bien; mientras siga latiendo así, tump-tump; tump-tump, puedes ver y oír, caminar, reírte y llorar, comer y beber y despertar en la mañana, sentir el sol y el viento. Cuando hablo de vivir, quiero decir eso: ver y oír, caminar, reír y llorar. Pero ¿has observado cómo las cosas se vuelven viejas, se desgastan o se rompen? ¿Has visto eso en una carretilla o tal vez en una mezcladora de cemento? Pues bien, nosotros, todos nosotros con un corazón bajo las costillas, y eso quiere decir todos, Tim, ¡absolutamente todos!, nos volvemos viejos y nos cansamos, y nos desgastamos también. Un buen día empezamos a rompernos y esa cosa que late y que puedes sentir se detiene como un reloj al que no se le ha dado cuerda. Eso nos sucede a todos, cuando nos llega la hora. Algunos de nosotros nos gastamos más pronto que otros, a algunos de nosotros se nos detiene el corazón por accidente, si vamos en un avión y éste choca o algo por el estilo. Ninguno de nosotros sabe cuándo se va a detener, no es algo que podamos controlar o predecir. Simplemente un día sucede, cuando ya estamos demasiado gastados o demasiado cansados para seguir adelante.
»Cuando nuestro corazón se detiene, Tim, nosotros también nos detenemos. Ya nunca volvemos a ver ni a oír, ya no caminamos, no comemos, ya no podemos reír ni llorar. Estamos muertos, Tim, ya no somos, nos hemos detenido y tienen que ponernos aparte, donde podamos yacer y dormir sin que nadie nos moleste, debajo de la tierra para siempre.
»Eso nos sucede a todos y no es algo que deba darnos miedo, pues no duele. Es simplemente como dormirse y nunca volver a despertar, y cuando estamos dormidos nada nos duele, ¿ono es así? Es bonito estar dormido, ya sea en una cama o debajo de la tierra. Lo que tenemos que hacer es gozar de la vida mientras estamos vivos, y luego no tener miedo de morir cuando nos llegue la hora de detenernos.
– ¡Entonces, yo me podría morir tan fácilmente como tú, Mary! -dijo intensamente, con su rostro junto al de ella.
– Sí, podría ser, pero yo soy vieja y tú eres joven; así es que, si seguimos como toda la gente, yo debo detenerme antes que tú. Yo estoy más gastada que tú, ¿ves?
Tim estuvo a punto de soltar el llanto nuevamente.
– ¡No, no, no! -casi gritó-. ¡Yo no quiero que te mueras antes que yo, no quiero que sea así!
Mary le tomó las manos entre las suyas y se las frotó.
– ¡Vamos, vamos, Tim, no te aflijas! ¿Qué es lo que te acabo de decir? ¡Vivir es gozar de cada instante de nuestra vida! ¡Morirse es algo que está en el futuro, algo que no debe preocuparnos, algo en lo que ni siquiera debemos pensar!
»Morirse es la despedida final, Tim; la más difícil de soportar porque es una despedida para siempre. Pero todos tenemos que llegar a eso, así que es algo ante lo que no podemos cerrar los ojos o hacernos la ilusión de que no existe.
»Si somos personas adultas y sensatas, si somos personas buenas y fuertes, comprendemos qué es el morir, sabemos que la muerte existe, pero no permitimos que eso nos preocupe. Ahora bien, yo sé que tú eres una persona adulta y sensata, sé que eres una persona buena y fuerte y quiero que me prometas que no te preocupará el morir, que no te asustará lo que me suceda a mí o te suceda a ti. Y quiero que me prometas que te portarás como todo un hombre cuando haya despedidas, que no harás que Dawnie sea infeliz siendo infeliz tú mismo. Dawnie está viva también y tiene tanto derecho a encontrar su manera de gozar de la vida como tú lo tienes; entonces, no hagas que eso sea más duro para ella haciéndole ver que te trastorna el que ella se case.