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Mary miró a John Martinson de una manera suplicante.

– No supe qué hacer ni qué sería lo mejor y, en cierto modo, no me atreví a humillarle rechazándolo.

– Lo comprendo todo perfectamente, Mary -repuso él, alentándola-. Por lo tanto, usted respondió, ¿o no es así?

La vergüenza le había encendido el rostro, pero se las arregló para responder calmadamente.

– Sí. En ese momento me pareció que era lo más adecuado, que era más importante hacerle sentir que no había sufrido ningún rechazo, que el rechazarlo. Además… yo también estaba demasiado conmovida y no pude evitarlo. Me besó y, afortunadamente, no tuve que luchar con algo más serio porque en esos momentos oímos a Ron llamándonos y eso me dio una excusa excelente para apartarme de él.

– ¿Cómo reaccionó Tom al beso?

– No exactamente como yo me imaginaba. Le gustó mucho y le excitó. A partir de entonces puedo decir que ya me ve de una manera diferente y que quiere más de esa nueva sensación. Le expliqué que tal cosa no estaba bien, que era algo prohibido, que aunque era algo que podía suceder entre muchas personas, no podía suceder entre nosotros y, superficialmente, lo comprendió. Realmente captó el hecho de que estaba prohibido y ha cooperado de una manera espléndida. No ha vuelto a suceder ni sucederá en el futuro.

Un coro de risas se dejó oír en la casa; Mary se estremeció, asustada, perdiendo momentáneamente el hilo de sus pensamientos. Aferrando su bolso, quedó inmóvil, con el rostro pálido.

– Prosiga -repuso él-. No ha vuelto a suceder…

– Supongo que para Tim debe haber sido algo así como abrir la puerta a un mundo enteramente nuevo y luego descubrir que no puede entrar. Sin embargo, uno sabe que la puerta sigue abierta y el mundo nuevo es verde y hermoso. ¡Me da tanta lástima y me siento tan incapacitada para hacer algo…! Yo soy la causa de su desdicha. No volverá a hacerlo, pero tampoco puede olvidar la ocasión en que sucedió. Ron lo ha mantenido absolutamente ignorante sobre asuntos de naturaleza física y, como nunca había oído hablar de eso y mucho menos lo había sentido, no le hacía falta alguna. Pero ahora ya probó y eso lo está royendo sin misericordia.

– Por supuesto -dijo John, dejando escapar un suspiro-. Eso era algo inevitable, Mary.

Ella tenía la mirada por encima de la cabeza de John, fija en una minúscula araña que bajaba poco a poco por la pared, no atreviéndose a mirarlo a los ojos.

– Naturalmente -reanudó Mary-, no pude decirle a Ron lo que había sucedido pero, al mismo tiempo, ahora todo ha cambiado. ¿Cómo voy a recibir a Tim cuando Ron muera? Si Ron supiera, ni siquiera me lo pediría, estoy segura. No puedo recibirlo ahora ¡y eso me está matando! Por el momento me las puedo arreglar y puedo mantener a Tim ocupado y feliz dos días a la semana, especialmente con Ron allí. ¿Pero cómo nos las vamos a arreglar los dos viviendo en la misma casa todo el tiempo? ¡Oh, John, sencillamente no sé qué hacer! Si supiera que había la más ligera oportunidad de que Tim olvidara, todo sería diferente y de alguna manera yo encontraría valor para separarnos, pero sé que él no lo olvidará, y cuando lo sorprendo mirándome en esa forma yo… Tim no es de esos bobalicones que no pueden retener nada, ¿ve usted? Tiene capacidad para absorber y cimentar recuerdos si éstos le causan una impresión profunda o si repite un hecho varias veces. Cada vez que me mira se acuerda de aquello y no es lo bastante listo para ocultarlo. Está enojado y lastimado y muy resentido, y aunque comprende que eso no debe volver a suceder, nunca entenderá verdaderamente el porqué.

– ¿Y ha pensado usted en alguna solución, Mary?

– No realmente. ¿No existe alguna clase de refugio en el que personas como Tim, que son adultos físicamente pero todavía niños de mente, puedan estar cuando se quedan solos o no tienen familia? Si él viviera en un lugar así, yo podría tenerlo conmigo los fines de semana.

– ¿Y no se le ocurre alguna otra cosa?

– No volverlo a ver. Pero ¿cómo podría hacer eso, John? A él no le haría ningún bien irse con Dawnie… ¿o no será eso simple egoísmo de mi parte? ¿Verdaderamente significo tanto para él como yo pienso o es que yo misma quiero creerlo así? Supongo que es posible que él me olvide una vez que quede instalado con Dawnie, pero no los veo, a ella y a su marido, atendiendo a Tim como él lo necesita. Ella tiene responsabilidades más importantes y no podría dedicarse a Tim del mismo modo que yo lo haría.

– Todavía hay otra solución que no se le ha ocurrido.

– ¿De veras? -Mary se inclinó hacia delante con los ojos fijos en él-. ¡Si supiera cuánto he deseado oírle decir algo así!

– ¿Por qué no se casa usted con Tim?

Mary se quedó mirando a John con la boca abierta, tan atónita que pasaron algunos segundos antes de que pudiera exclamar:

– ¡Está usted bromeando!

De pronto la silla le pareció demasiado dura y estrecha; se puso de pie y recorrió la habitación a todo lo largo; luego regresó y se detuvo frente a él.

– ¿Está usted bromeando? -repitió lastimeramente, convirtiendo la exclamación en pregunta.

En el escritorio había una pipa; él la tomó y empezó a llenarla, apretando el tabaco lentamente y con todo cuidado como si eso lo ayudara a concentrarse.

– No estoy bromeando, Mary -repuso-. Es la única respuesta lógica.

– ¿Respuesta lógica? ¡Por Dios, John! ¡Ésa no es una respuesta de ninguna manera! ¿Cómo puedo casarme con un muchacho, retrasado mental, lo bastante joven como para ser mi hijo? ¡Sería criminal!

– ¡Vaya disparate! -barbotó él chupando la pipa furiosamente y mordiéndola al mismo tiempo-. ¡Piense usted con la cabeza, mujer! ¿Qué otra cosa puede hacer sino casarse con él? Comprendo muy bien que usted no haya pensado en eso, pero ahora que alguien le da la idea, ¡no hay excusa alguna para hacerla a un lado! Eso sería criminal, ya que a usted le gusta esa palabra. ¡Cásese con él, Mary Horton, cásese con él!

– ¡Por ningún motivo! -contestó, verdaderamente enojada.

– ¿Qué le pasa? ¿Tiene miedo de lo que la gente pueda decir?

– ¡Bien sabe usted que no es eso! ¿Cómo voy a poder casarme con Tim? ¡La sola idea es descabellada!

– ¡Tonterías, mujer, tonterías! ¡Por supuesto que puede usted casarse con él!

– ¡No, no puedo! ¡Soy lo bastante vieja para ser su madre, soy una solterona fea y agria, no soy pareja digna de él!

Martinson se levantó, se inclinó sobre ella, la tomó de los hombros y la sacudió con tanta fuerza que ella se sintió mareada.

– ¡Ahora escúcheme bien, señorita Mary Horton! ¡Si usted no es pareja digna de él, él tampoco es pareja digna de usted! ¿Es eso un noble autosacrificio? Yo no puedo soportar la nobleza; todo lo que hace es hacer infeliz a la gente. ¡Dije que tiene usted que casarse con él y lo repito! ¿Quiere usted saber por qué?

– ¡Claro que sí!

– Porque no pueden vivir el uno sin el otro, ¡por eso! ¡Buen Dios, mujer, se nota a la legua lo enamorada que está usted de él y él de usted! ¡Ésa no es ninguna amistad platónica y nunca lo ha sido! ¿Qué sucedería si siguiera usted la segunda de las alternativas y dejara de verlo? Tim no le sobreviviría a su padre más de seis meses, lo sabe usted bien, y probablemente usted se pasaría los muchos años de vida que le quedan como una sombra de la que era antes, en un mundo tan gris y lleno de lágrimas que desearía morir mil veces cada uno de sus interminables días. En cuanto a su primera alternativa, no hay lugar así porque los pocos que existen tienen unas listas de espera tan extensas que tardarían años en aceptar a Tim, y éste no viviría lo suficiente para llegar ni a la puerta, ¿Es eso lo que quiere usted… matarlo?