Ron se había relajado un poco.
– Ya veo lo que quiere usted decir -comentó.
– Bien; el caso es que no sabía a quién acudir o con quién hablar. Por eso me llevé esta noche a Tim a que conociera a John Martinson. Yo quería que él viera a Tim y luego me diera su opinión franca sobre todo el asunto.
– ¿Y por qué no habló usted conmigo, Mary? -preguntó Ron en tono ofendido.
– ¿Y cómo podía yo hablar con usted, Ron? -repuso Mary-. Usted es el padre de Tim. Está usted demasiado dentro del asunto para poder adoptar un punto de vista imparcial. Si hubiera hablado con usted en primer lugar, no tendría en estos momentos nada que ofrecerle, excepto los hechos, no tendría yo dirección que seguir ni solución alguna. Si hubiera hablado primero con usted probablemente hubiéramos llegado a la conclusión de que no había nada que hacer, excepto separar a Tim de mí. Fui a ver a John Martinson porque él tiene una gran experiencia con personas que son retrasadas mentales y siente un verdadero interés por ellas. Pensé que, de todas las personas que conozco, él era el único capaz de pensar primero en Tim y eso es lo que yo quería, es decir, a alguien capaz de pensar exclusivamente en Tim.
– Muy bien, Mary; comprendo su punto de vista. ¿Y qué fue lo que él dijo?
– Me ofreció una solución y, según me la presentó, me hizo ver que no hay la menor duda de que es lo más sensato que podríamos hacer. Le dije que yo creía que usted estaría de acuerdo cuando la escuchara, pero ahora confieso que no me siento tan segura como me sentía cuando se lo dije así a John Martinson.
»Cualquier cosa que usted diga o piense al respecto, le aseguro que yo ya la he dicho o la he pensado, así es que nada de lo que usted diga puede sorprenderme ni lastimarme -agregó Mary y le alargó su taza a Ron para que le sirviera más té, ansiosa por tener algo qué hacer-. Tengo cuarenta y cinco años, Ron, y soy lo bastante vieja como para ser la madre de Tim; soy además una mujer sencilla y sin gracia, sin ningún atractivo físico para los hombres. Qué es lo que Tim ve en mí es algo que está totalmente fuera de mi alcance, pero lo ve. John Martinson dice que debo casarme con Tim.
– ¿Eso dice? -el rostro de Ron estaba curiosamente inexpresivo.
– Sí.
– ¿Por qué?
– Principalmente porque Tim me ama, y porque Tim es un hombre, no un niño. Cuando me dijo que él pensaba que debería hacerlo, me quedé sin saber qué decir de tan aturdida y créame que argumenté inmediatamente en contra de la idea. Es como juntar a un pura sangre con una yegua mestiza, unir la juventud y la belleza de Tim con una mujer como yo, y así se lo dije. Perdóneme por decirle esto, pero él contestó que había dos maneras de considerar el asunto, pues el juntar mi inteligencia con la estupidez de Tim era igualmente malo. No fueron ésas sus palabras; lo que él dijo fue: «Si usted no es una compañera adecuada para Tim, él tampoco es un compañero adecuado para usted.» Su punto de vista es que ni Tim ni yo somos el premio gordo para el otro si nos casamos, así es que, ¿qué hay de extraordinario en que lo hiciéramos? Yo me seguía oponiendo a la idea, principalmente por la gran diferencia de edades, pero eso también lo hizo a un lado. Soy yo la que le gusta a Tim, no la muchacha de al lado ni la hija de uno de sus compañeros de trabajo.
»Lo que me convenció de que John Martinson tenía razón fue algo que jamás se me hubiera ocurrido a mí, y estoy segura de que a usted tampoco se le ha ocurrido alguna vez. Ambos estamos demasiado cerca de Tim para poder verlo -agregó Mary, moviendo la cabeza-. Tim es ya un hombre crecido, Ron, y en ese aspecto es perfectamente normal. John me lo dijo de una manera casi brutal; me tomó por los hombros y me sacudió hasta que los dientes me castañetearon porque estaba furioso por mi falta de visión. ¿Qué pasaba conmigo, me preguntó, que me atrevía a negarle a Tim su derecho a ser un hombre de la única manera que podía serlo? ¿Por qué no habría Tim de gozar de la vida igual que cualquier otro?
»A mí jamás se me había ocurrido eso antes, preocupada como estaba por lo que otra gente pudiera pensar, imaginando cómo se reirían de él y cómo se burlarían y lo atormentarían porque se había casado con una solterona rica que por la edad podía ser su madre. Sin embargo, yo siempre había pasado por alto el hecho de que tiene derecho a sacarle a la vida lo mismo que cualquier otro pueda sacar.
Nuevamente bajó la vista y se puso a explorar el borde desportillado de la taza con la punta del dedo; Ron estaba ocultando sus reacciones bastante bien y ella no tenía idea de lo que pensaba; como para confundirla más todavía, él tomó la tetera para volver a llenarle la taza.
– Todos hemos oído hablar de contratiempos. Recuerdo que una vez me enojé muchísimo porque una de las muchachas de la oficina se enamoró de un parapléjico y éste se negaba a casarse con ella. Archie conocía a la chica lo bastante bien para estar seguro de que era mujer de un solo hombre y de que jamás habría para ella ningún otro sino el que había escogido. Por lo tanto, fue a ver al tipo y le dijo que no tirara por la borda su oportunidad de ser feliz simplemente porque no era hombre en ese sentido de la palabra. Y todos estuvimos de acuerdo en que Archie había hecho lo adecuado, que no había razón alguna para que la muchacha no se casara con su hombre en una silla de ruedas. La vida es más que eso, como Archie les dijo.
»Y la vida es más que eso, Ron, pero, ¿qué hay acerca de Tim? ¿Qué le está dando la vida a Tim y qué más podría darle? Con toda seguridad, a Tim puede irle mejor que a mí. ¿Pero será así? ¿Será así en la realidad? Sea yo lo que sea, Tim me ama. Y sea él lo que sea, yo lo amo. Conmigo él estará seguro, Ron, y si casándome con él puedo colmar su vida tanto como es posible hacerlo, entonces me casaré con él en contra de todo el mundo, incluyéndole a usted.
La sensación de estar al borde de un precipicio había desaparecido enteramente mientras hablaba; Ron la miraba con aire de curiosidad. En varias ocasiones la había visto conmovida, pero nunca así, tan vibrantemente viva. En ningún aspecto se le podría adjudicar a Mary la palabra «tímida» pues lo único que distinguía su rostro era su fuerza de carácter. Ahora parecía que la cara se le había encendido con una belleza pasajera que desaparecería en cuanto su celo se apagara: Ron se sorprendió pensando qué efecto produciría en ella el casarse con Tim. Más viejo e infinitamente más versado en el mundo que Mary, sabía que la respuesta nunca era sencilla.
– Por lo común las mujeres viven más que los hombres -prosiguió ella con decisión- de modo que hay muchas probabilidades de que esté a su lado durante muchos años. No soy tan vieja como para que nos pongamos a considerar que vaya a morirme pronto y a dejarle solo. Él no va a salir a buscar a ninguna muchacha bonita porque su esposa se esté poniendo fea y gastada.
»Ya estoy fea y gastada, Ron, pero a él no le preocupa eso en absoluto.
»También se me ocurrió que simplemente viviéramos juntos, ya que, a los ojos de mucha gente, ése sería un pecado menos grave, pero John Martinson tiene razón. El matrimonio es lo mejor. Si me caso con él, tendré autoridad plena y legal sobre él y Dawnie nunca podrá quitármelo. Dawnie me ha estado preocupando desde hace tiempo. No creo que usted se haya puesto a pensar con qué facilidad podría arrancarme la custodia de Tim en cuanto a usted le sucediera algo. ¿Y por qué lo iba usted a pensar? Es su hija y usted la quiere muchísimo. Sin embargo, no me puede ver y jamás admitiría que yo puedo ser mejor para Tim que ella. Las cartas de usted para ella y para Mick, el poder legal que usted me ha dado, todo eso no significaría nada si Dawnie realmente quisiera crearme dificultades. A la muerte de usted, Dawnie se convertiría en tutora legal de Tim ante los ojos de cualquier tribunal de este país, a pesar de todas las instrucciones que usted hubiera dejado al respecto.
»Yo no soy ni siquiera pariente. No hace mucho que conozco a Tim y nuestra relación es ya altamente sospechosa.