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»Cuando usted me pidió por primera vez que me hiciera cargo de Tim, yo no pensé nada más allá del hecho de que usted confiaba en mí de una manera tan magnífica, pero creo que no puede usted ser lo bastante imparcial para ver a Dawnie tal como es. Ella adora a Tim, pero me odia a mí con esa misma intensidad, y Tim se convertiría en su víctima. John Martinson no comprendió la magnitud de la enemistad que Dawnie me tiene, pero a pesar de eso acertó con la única solución que es factible. Debo casarme con Tim.

Ron rió irónicamente.

– ¿No es curiosa esta vida? -preguntó-. En una cosa sí tiene usted razón, Mary. La gente les perdonaría el que vivieran juntos más fácilmente que si se casaran. Es una de esas situaciones extrañas en las que el matrimonio es casi un crimen, ¿o no?

– Ésa es exactamente la palabra que yo empleé con John Martinson. Criminal.

Ron se puso en pie, rodeó la mesa lentamente y le puso a Mary una mano en el hombro; después, agachó la cabeza y la besó.

– Es usted una persona excelente, Mary -le dijo-. Me sentiré feliz de verla a usted casada con mi hijo. Ni Es ni yo podríamos haber pedido una respuesta mejor, y me imagino que desde su tumba la estará alentando a usted.

»Pero lo mejor será que todo se haga pronto, Mary, muy pronto. Si yo lo atestiguo y digo en mi testamento que lo apruebo, será muy poco lo que Dawnie pueda hacer. Si lo dejamos hasta después que yo me muera, no pisará usted un terreno muy firme. Yo debía haber sido el que lo viera primero, pero uno es siempre un poco ciego en lo que toca a los hijos.

– Por eso tenía que tratar el asunto con usted esta misma noche, Ron. Voy a tener que internarme en un hospital algunos días para que me arreglen de tal modo que no pueda tener hijos, pero yo también pienso que el casamiento deberá efectuarse tan pronto como sea posible.

– ¡Tiene usted toda la razón! El lunes próximo iremos a sacar la licencia para que puedan casarse el fin de semana, ¿le parece bien?

Ella le acarició la arrugada mejilla amorosamente.

– No podía haber pedido un suegro mejor que usted, Ron. Muchísimas gracias por comprenderme y por consentir el matrimonio.

24

Al final decidieron no decirle nada a Dawnie sino hasta después del casamiento, cuando éste fuera ya un hecho consumado, pero al día siguiente que Mary y Ron se pusieron de acuerdo, ésta se lo comunicó a Archie Johnson.

– ¡Por todas las ostras del mundo, estás bromeando! -exclamó éste.

Mary tardó un rato largo en convencerlo de que hablaba en serio, y una vez que la sorpresa inicial perdió algo de su impacto, él se apresuró a felicitarla con toda sinceridad.

– Mary, querida, nada podría darme mayor placer. Vas a ser la pareja más despareja desde Chopin y George Sand, pero si alguien en esta bola de todo que llaman mundo sabe lo que hace, ese alguien eres tú. No voy a darte la lata poniendo toda clase de objeciones porque estoy plenamente seguro de que tú ya las pensaste. Lo único que de veras siento es que, después de tantos años de pensar que ya te tenía segura, vaya a perderte. Simplemente por eso soy capaz de echarme a llorar.

– ¿Y por qué diantres tienes que perderme?

– Bien, ¿no tendrás que dejar tu trabajo para cuidar a tu Tim?

– ¡Por supuesto que no! Necesito tres meses de vacaciones a partir de ahora mismo, sin aviso ni nada, lo cual me apena bastante, pero ni yo voy a dejar mi trabajo ni Tim va a dejar el suyo. Nos irá mejor a los dos si seguimos frecuentando a la gente. Si dejáramos de trabajar y no viéramos a nadie más sino a nosotros mismos, pronto nos echaríamos a perder.

– Me encantaría asistir a tu casamiento, Mary. Tú sabes cuánto te aprecio, y aunque no conozco a Tim, a él lo aprecio también porque hizo cambiar tu vida.

– Y a mí me gustaría mucho teneros, a ti y a Tricia, en mi casamiento.

– ¿Cuándo será?

– El próximo viernes en la noche, en la oficina del Registro Civil.

– Entonces, ¿por qué no empiezas a gozar de tu permiso ahora mismo? Si voy a tener que aguantar a Celeste Murphy durante tres meses, más vale que me enfrente al mal paso lo antes posible.

– Te lo agradezco mucho, pero no, gracias. Yo seguiré viniendo hasta el próximo jueves. Hasta entonces no necesito faltar al trabajo.

Emily Parker oyó las noticias llena de gozo. Esa noche, Mary la invitó después de la cena y se lo comunicó.

– Dios no desampara a nadie, querida; es precisamente lo que los dos necesitan. Estoy emocionada; de veras emocionada. A la salud de ustedes y que sean muy felices.

– ¿Asistirá usted a mi boda?

– ¡Vaya, no me perdería eso por nada en el mundo! ¡Que tenga mucha suerte, señorita Horton! ¡Estoy orgullosa de usted!

Esa misma noche, Mary fue a visitar a Harry Markham una vez que logró al fin empujar a Emily Parker al otro lado de los laureles.

Harry miró a su visitante con aire de curiosidad, preguntándose dónde la había visto antes, pero sin poder reconocerla.

– ¿Recuerda usted haber renovado la casa de la señora Emily Parker en Artarmon hace más de dos años, señor Markham?

– Sí, claro.

– Yo soy Mary Horton, la vecina de al lado de la señora Parker.

El rostro de él se iluminó.

– ¡Oh, correcto, correcto! -exclamó-. Ya me decía yo que la había visto en alguna parte.

– No vine a tratar ningún negocio, señor Markham. Vine a hablar de Tim Melville.

– ¿De Tim Melville?

– Así es; de Tim Melville. Tal vez sea para usted toda una sorpresa, señor Markham, pero me voy a casar con Tim el viernes próximo.

El pobre de Harry carraspeó y tragó saliva durante todo un minuto antes de encontrar la voz necesaria para decir, con una especie de graznido:

– ¿Qué se va usted a casar con el Lerdo Tim?

– Así es. El viernes próximo. Bajo otras circunstancias, conociendo por la señora Parker qué clase de bromas les gusta a ustedes jugarle a Tim, me vería yo tentada a convencerlo de que se busque otro trabajo, pero a él siempre le ha gustado trabajar con usted y sus hombres por lo que me alegra que siga trabajando con ustedes.

Los ojos de Harry se posaron en el elegante Bentley que estaba estacionado junto a la vereda. Recordó entonces que, según decían, ella era la mujer más rica de Artarmon y decidió que bien valía la pena aplacarla.

– ¡Vaya! -exclamó-. ¡Si rebuznara un burro me caería de la impresión, señorita Horton! ¡Ésa sí que es noticia!

– Estoy segura que lo es, señor Markham. Sin embargo, no tengo mucho tiempo y quisiera ser tan breve como sea posible. Hay un par de cosas que debemos decidir ahora mismo. En primer lugar, ¿desea usted retener a Tim a su servicio aunque él se tome tres meses de permiso a partir del jueves próximo? Segundo, si desea que siga trabajando con usted, ¿está usted dispuesto a decirles a sus hombres que no armen alboroto por lo del matrimonio de Tim?

Todavía vacilante, Harry sacudió la cabeza.

– ¡Qué diablos, señorita Horton, no sé qué decir!

– Entonces le sugiero que se decida, señor Markham. No puedo estarme aquí toda la noche.

Él lo pensó durante un momento.

– Bien -dijo al fin-, para serle sincero, señorita Horton, me gusta Tim, y a mis operarios también les gusta. Además, me parece que es el mejor tiempo para que se vaya a descansar tres meses, porque ya viene el verano y podré encontrar a un estudiante o dos como obreros temporales, aunque se necesitarían varios de ellos para llenar el puesto de Tim, así de inútiles son esos sinvergüenzas. Tim ya lleva conmigo doce años y trabaja muy bien. Tendría que pasarme más de tres meses para poder encontrar otro obrero tan alegre, tan comedido y tan digno de confianza como Tim por lo que, si a usted le conviene, me gustaría conservar al muchacho.

– Perfectamente -repuso ella-. En cuanto al punto número dos, espero que tenga usted el buen tino de comprender que sería muy malo para Tim que le hicieran burla por lo de su matrimonio. Yo no tengo nada en contra de las bromas pesadas que le juegan y las demás cosas que le hacen y que Tim parece aceptar como algo natural. A él en realidad no le afectan gran cosa. Sin embargo, el asunto de su matrimonio tiene que ser absolutamente tabú, y yo le doy a usted mi palabra de que si alguna vez sé que lo han avergonzado o humillado porque se haya casado con una solterona rica, los haré pedazos a usted y a los de su cuadrilla tanto moral como económicamente. Yo no puedo evitarles qué discutan el asunto entre ustedes y, de hecho, ni siquiera se me ocurriría hacerlo ya que estoy segura de que es un punto de chismorreo verdaderamente interesante e intrigante. Pero cuando Tim esté presente, el asunto nunca deberá mencionarse, si no es para desearle las felicitaciones de costumbre. ¿Está claro?