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MARINA.- ¡Ojalá no los hubieran visto nunca mis ojos! (Pausa.) Ahora volveremos otra vez a vivir como antes..., como antiguamente... Por la mañana, pasadas las siete, el té... ; pasadas las doce, la comida... ; al anochecer, la cena... Todo con su debido orden; como gentes cristianas... (Con un suspiro.) ¡Cuánto tiempo hace ya, pecadora de mí, que no he comido tallarines!

TELEGUIN.- Hace mucho, en efecto, que en casa no se comen tallarines. (Pausa.) Hace mucho... Figúrese, Marina Timofeevna, que esta mañana, cuando iba por la aldea, el tendero me dijo al pasar: Oye tú, gorrón! ... ¡Sentí tal amargura!

MARINA.- ¡No te importe, padrecito!... ¡Todos somos gorrones en la casa de Dios!... ¡Lo mismo tú, que Sonia y que Iván Petrovich..., ninguno escapa al trabajo!... ¡Todos trabajan! ¡Todos!... ¿Y Sonia... dónde está?

TELEGUIN.- Con el doctor, en el jardín, buscando a Iván Petrovich . Tienen miedo de que vaya a quitarse de en medio.

MARINA.- ¿Y su pistola?

TELEGUIN (bajando la voz).- La tengo escondida en la cueva.

MARINA.- ¡Qué pecados!

ESCENA II

Por la puerta que da al exterior entran Voinitzkii y Astrov.

VOINITZKII.- ¡Déjame! (a Marina y a Teleguin.) ¡Váyanse de aquí! ¡Déjenme estar solo, aunque sólo sea una hora! ¡No aguanto la tutela!

TELEGUIN.- Al instante, Vania. (Sale de puntillas.)

MARINA.- Igual que los gansos: Go, go, go... (Recoge su lana y sale.)

VOINITZKII.- ¡Déjame!

ASTROV.- Con sumo gusto. Ya hace mucho tiempo que debía haberme marchado ele aquí; pero repito que no me marcharé hasta que me devuelvas lo que me has cogido.

VOINITZKII.- No te he cogido nada.

ASTROV.- Te estoy hablando en serio. No me detengas. Ya hace mucho que tenía que haberme marchado.

VOINITZKII.- No te he cogido nada. (Ambos se sientan.)

ASTROV.- ¿Sí?... Pues ¿Qué se le va a hacer? Esperaré un poco, y después... , perdona, pero tendré que emplear la fuerza. Te ataremos y te registraremos. Esto te lo digo completamente en serio.

VOINITZKII.- Como, quieras (Pausa.) ¡Hice el tonto! ¡Disparar dos veces y no dar ni una sola en el blanco! ¡No me lo perdonaré jamás!

ASTROV.- Pues si tenías ganas de disparar, haberte disparado a la propia frente.

VOINITZKII.- ¡Es extraño!... He intentado un homicidio y no se me detiene ni se me entrega a la justicia... Ello quiere decir que me consideran. (Con risa sarcástica..) ¡Yo estoy loco, sí...; pero no lo están, en cambio, los que, bajo la careta de profesor, de mago de la ciencia, ocultan su falta de talento, su necedad y su enorme sequedad de corazón!... ¡No están locos los que se casan con viejos para engañarles después a la vista de todo el mundo!... ¡Vi cómo la abrazabas!

ASTROV.- ¡Pues sí..., la abrazaba..., mientras tú te quedabas con un palmo de narices! (Le hace burla con los dedos.)

VOINITZKII (mirando a la puerta).- ¡No! ¡La que está loca es la tierra por sosteneros aún!

ASTROV.- No dices más que tonterías.

VOINITZKII.- ¿Y qué?... ¿No estoy loco?... ¡Ello me da derecho a decir tonterías!

ASTROV.- ¡Esa ya es vieja broma!... Tú no eres un loco, sino, sencillamente, un chiflado..., un bufón. Yo también, antes, solía considerar a los chiflados como enfermos, como anormales ... ; pero ahora opino que el estado normal del hombre es la chifladura. Tú eres completamente normal.

VOINITZKII (cubriéndose el rostro con las manos).- ¡Qué vergüenza!... ¡Si supieras qué vergüenza es la mía!... ¡Este agudo sentimiento de vergüenza no puede compararse a ningún dolor. (Con tristeza.) ¡Es insoportable! (Inclinando la cabeza sobre la mesa.) ¿Qué hago? ... ¿Qué hago?

ASTROV.- Nada.

VOINITZKII.- ¡Dime algo! ... ¡Oh Dios mío!... ¡Tengo cuarenta y siete años, y, suponiendo que viva hasta los sesenta, son todavía trece los que me quedan!... ¡Es mucho!... ¿Cómo vivir estos trece años... ¿Qué hacer?... ¿Cómo llenarlos?... ¡Oh!... ¿Comprendes?... (Estrechando convulsivamente la mano de Astrov.) ¿Comprendes?... ¡Oh, si pudiera vivir el resto de mi vida de una manera nueva!... ¡Despertarme en una tranquila y clara mañana sintiendo que empezaba a vivir otra vez y con todo el pasado olvidado y disuelto como el humo!... (Llora.) ¡Empezar una vida nueva! ... ¡Sóplame! ¡Dime cómo empezar!... ¡Con qué empezar!

ASTROV (con enojo).-¡Qué vida nueva ni qué monsergas!... ¡En nuestra posición, en la tuya y en la mía, no hay esperanza!

VOINITZKII.- ¿No?

ASTROV.- Estoy convencido ello.

VOINITZKII.- ¡Dame algo! (Elevándose la mano al corazón.) ¡Me quema aquí!

ASTROV (con un grito de enfado). - ¡Basta! (Apaciguándose.) Los que dentro de cien o doscientos años hayan de sucedernos en la vida, puede que hayan encontrado el modo de ser felices; pero nosotros -tú y yo- sólo tenemos una esperanza: la de que nuestras tumbas sean visitadas por gratas apariciones. (Suspirando.) ¡Sí, hermano!... En toda la región no habrá habido más que dos hombres inteligentes y honrados: tú y yo... Sólo que, en cosa de diez años, la vida despreciable, la vida cotidiana..., nos absorbió con sus putrefactas emanaciones, nos envenenó la sangre y..., nos volvimos cínicos como los demás. (En tono vivo.) Pero, bueno..., a todo esto, no desvíes la conversación y devuélveme lo que me has cogido.

VOINITZKII.- No te he cogido nada.

ASTROV.- Has cogido de mi botiquín un frasco de morfina. (Pausa.) Escucha... Si quieres suicidarte a toda costa..., vete al bosque y pégate allí el tiro... La morfina tienes que entregármela, porque si no, hará habladurías se harán conjeturas, y pensarán que fui yo el que te la di... Para mí ya es bastante el tener que hacerte la autopsia... ¿Crees que es interesante? (Entra Sonia.)

VOINITZKII.- ¡Déjame!

ASTROV (a Sonia).- ¡Sofía Alexandrovna!... ¡Su tío ha escamoteado de mi botiquín un frasco de morfina y no quiere devolvérmelo!... ¡Dígale que la cosa no tiene nada de inteligente por su parte!... Además, no tengo tiempo que perder. Ya es hora de que me marche.

SONIA.- ¡Tío Vania!... ¿Has cogido, en efecto, la morfina? (Pausa.)

ASTROV.- La ha cogido, sí. Estoy seguro.

SONIA.- ¡Devuélvela! ¿Por qué asustarnos? (Con ternura.) ¡Devuélvela, tío Vania!... ¡Yo no soy quizá menos desgraciada que tú, pero no me desespero!... ¡Resisto y resistiré hasta que mi vida acabe por sí misma!... ¡Resiste tú también! (Pausa.) ¡Devuélvelo! (Besándole las manos.) ¡Mi tío querido... mi amado tío... devuélvelo!... (Llorando.) ¡Eres bueno y te apiadarás de nosotros y lo devolverás!... ¡Resiste, tío, resiste!...