SONIA.- ¿Qué le pasa?
ASTROV.- Nada. Durante la Cuaresma se me murió un enfermo bajo el cloroformo...
SONIA.- Pues ya es hora de que lo olvide. Pausa.) Dígame, Mijail Lvovich... Si yo tuviera una hermana menor y usted -supongamos- supiera que ella le quería... ¿Cuál sería su correspondencia?
ASTROV (encogiéndose de hombros).- No lo sé. Seguramente, ninguna... La haría comprender que no podría quererla... Mi cabeza, además, no piensa en semejantes cosas... Pero, bueno..., si he de marcharme, ya es hora de hacerlo. Adiós, almita mía... Si no me voy pronto, la charla se prolongaría hasta la mañana. (Estrechándole la mano.) Sí me lo permite, me iré por el salón.
SONIA (sola).- ¡No me dijo nada!... Su alma y su corazón están ocultos todavía para mí, y, sin embargo..., ¿por qué me siento tan feliz?... (Ríe con risa dichosa.) Le dije: Es usted fino, noble, y tiene una voz sumamente dulce... ¿Estaría, acaso, inoportuna?... Tiene una voz vibrante y acariciadora... Ahora mismo la estoy percibiendo aquí, en el aire... Cuando le dije lo de la hermana menor, no me comprendió... (Retorciéndose las manos.) ¡Oh, qué terrible ser fea!... ¡Qué terrible!... ¡Porque yo sé que soy fea!... ¡Lo sé y lo sé!... El domingo pasado, saliendo de la iglesia, oí que hablaban de mí, y una mujer dijo: Es buena y generosa, pero ¡Qué lástima que sea tan fea! ... ¡Fea!... (Entra Elena Andreevna.)
ELENA ANDREEVNA (abriendo k ventana).-La tormenta pasó. ¡Qué aire tan agradable!... (Pausa.) ¿Dónde está el doctor?
SONIA.- Se fue. (Pausa.)
ELENA ANDREEVNA.- ¡Sophie!
SONIA.- ¿Qué?
ELENA ANDREEVNA. - ¿Hasta cuándo estará usted enfadada conmigo?... ¡No nos hemos hecho el menor daño la una a la otra!... ¿Por qué, entonces, vivir como enemigas?
SONIA.- Yo también quería... (Abrazándola.) ¡Basta ya de enfados!
ELENA ANDREEVNA.- ¡Magnífico, entonces! (Ambas están excitadas.)
SONIA.- ¿Se ha acostado ya papá?
ELENA ANDREEVNA.- No; está sentado en el salón. Hace semanas enteras que no nos hablamos, y sabe Dios por qué... (Viendo abierto el aparador.) ¿Qué es eso?
SONIA.- Mijail Lvovich ha estado cenando ahí.
ELENA ANDREEVNA.- Veo que también hay vino..., conque vamos a beber a nuestra brüderschaft. 3
SONIA.- ¡Vamos, sí!
ELENA ANDREEVNA.- ¡Y de la misma copita! (Llenando una.) ¡Así es mejor!... De manera que entonces..., ¿de tú?
SONIA.- De tú. (Beben y se besan.) ¡Hace tiempo que deseaba hacer las paces contigo..., pero me daba vergüenza!... (Llora.)
ELENA ANDREEVNA.- ¿Por qué lloras?
SONIA.- Por nada....
ELENA ANDREEVNA.- ¡Bueno, bueno..., basta ya!... (Llora a su vez.) ¡Qué tonta soy! ¿Pues no lloro yo también? (Pausa.) Tu enfado conmigo es porque piensas que me he casado con tu padre por cálculo... Si crees en juramentos, te juro que me casé con él por amor. ¡Me atrajo que fuera sabio y célebre!... Aquel amor no era, desde luego, verdadero, sino falso..., artificial..., pero a mí se me figuró verdadero... ¡No soy culpable!... Tú, desde el día mismo de nuestra boda, no cesaste de condenarme con tus ojos inteligentes y suspicaces.
SONIA.- ¡Pues ahora, paz! ¡Paz! ¡Olvidémoslo todo!
ELENA ANDREEVNA.- No debes mirar así... No te va bien... Hay que tener fe en los demás; de otro modo, es imposible vivir. (Pausa.)
SONIA.- Dime con franqueza... como a una amiga..., ¿eres feliz?
ELENA ANDREEVNA.- No.
SONIA.- Lo sabía... Otra pregunta: dime francamente..., ¿te gustaría tener un marido joven?
ELENA ANDREEVNA.- ¡Qué niña eres todavía! ¡Claro que me gustaría! (Ríe.) Anda, pregúntame algo más... Pregúntame...
SONIA.- ¿Te gusta el doctor?
ELENA ANDREEVNA.- Sí, Mucho.
SONIA (riendo). - Pongo cara de tonta, ¿verdad?... ¡Se ha marchado y sigo oyendo su voz..., sus pasos... Y cuando miro a la ventana oscura se me representa su cara!... ¡Déjame hablar!... ¡Sólo que no puedo hacerlo en voz alta! ¡Me da vergüenza!... ¡Vamos a mi cuarto! ¡Allí hablaremos! Te parezco tonta, ¿verdad? ¡Confiésalo!... ¡Dime algo de él!
ELENA ANDREEVNA.- ¿Qué voy a decirte?
SONIA.- ¡Es tan inteligente! ¡Todo lo sabe! ¡Todo lo puede!... ¡Cura a las gentes y planta bosques!
ELENA ANDREEVNA.- Lo de menos, querida, son los bosques y la medicina... De lo que tienes que darte cuenta es de que es un talento. Y ¿sabes lo que significa ser un talento?... Significa valor, claridad mental, horizontes amplios... Cuando planta un arbolito, piensa ya en lo que va a ocurrir dentro de mil años... Se le representa ya el bien de la Humanidad... Esta clase de gentes no abunda, y hay que quererlas... Bebe...; es, a veces, un tanto brusco..., pero ¿Qué mal hay en ello?... Un hombre de talento en Rusia no puede ser muy limpito. Juzga por ti misma: ¿Qué vida es la del doctor?... ¡Vas por los caminos y no sacas los pies del barro!... Luego, heladas, ventiscas, distancias enormes, gente bruta, salvaje; y a tu alrededor, miserias, enfermedades... Para el que trabaja y lucha día tras día en este ambiente, es difícil, a los cuarenta años, conservarse limpio y sobrio. pesándola.) Te deseo de todo corazón la felicidad que mereces... Levantándose.) ¡En cuanto a mí... ¡yo soy un ser anodino, un personaje episódico!... ¡Lo mismo en la música, que en la casa de mi marido, que en mis historias de amor -en ninguna parte en una palabra-, pasé de personaje episódico!... ¡En serio, Sonia!... ¡Pensándolo bien, la realidad es que soy muy desgraciada! (Pasea por la estancia, presa de agitación.) ¡No hay felicidad para mí en este mundo! ¡No!... ¿De qué te ríes?
SONIA (riendo y ocultando el rostro entre las manos).- ¡Me siento tan feliz! ¡Tan feliz!
ELENA ANDREEVNA.- Me gustaría tocar un poco el piano. De buena gana tocaría ahora algo.
SONIA (abrazándola).- ¡Toca, sí! ¡Me es imposible dormir! ¡Toca!
ELENA ANDREEVNA.- Ahora mismo. Sólo que... tu padre está despierto, y cuando se encuentra mal, la música le excita. Vete a preguntarle y, si no se opone, tocaré. Ve.
SONIA.- Allá, voy. (Sale. Se oyen los golpes que da con su cayado el guarda a su paso por el jardín.)