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“Probablemente ha sido este gusano. Sólo hay un gusano, afirma Apeadero. Mnemósine es apenas suficiente en tamaño para uno. Si es que hubo dos, ambos se pelearon hace mucho tiempo y sólo queda este gusano abuelo. Es lo suficientemente enorme como para comerse a Apeadero como una oliva.

Tanto Cirocco como Bill alzaron la vista al referirse Calvin a gusanos gigantes.

—Ni una sola vez he visto a la criatura entera, pero no me sorprendería que tuviera veinte kilómetros de largo. Es un simple tubo, enorme y largo, con agujeros en ambos extremos que son tan anchos como todo el maldito gusano. Está segmentado y el cuerpo parece duro, como la coraza de un armadillo. Tiene una boca como una sierra circular y dientes tanto en el interior como en el exterior. Pasa el tiempo debajo de la arena, pero algunas veces no encuentra la profundidad suficiente y debe volver a la superficie. Lo observamos en una de esas ocasiones.

—Había un gusano como ése en un libro —dijo Bill.

—También una película —dijo Cirocco—. Se titulaba Dune.

Calvin pareció molestarse por la interrupción y levantó la vista para comprobar si el dirigible seguía en las cercanías.

—De todos modos —dijo—, me pregunté si ese gusano podría ser la causa de que Mnemósine lo estuviera pasando mal. ¿Os imagináis lo que haría con las raíces de los árboles? Podría destrozar la zona entera en un par de años. Los árboles mueren, el terreno empeora muy pronto, ya no puede contener agua y precisamente después de eso los ríos se hacen subterráneos. Tienen que hacerlo, ¿sabéis? Ofión atraviesa Mnemósine. Podéis ver dónde desaparece y dónde asciende de nuevo. El cauce no está cortado, pero no hace ningún bien a Mnemósine.

“Por eso, pensé después que nadie que estuviera planificando este lugar habría puesto dentro un gusano así. No debe gustarle la oscuridad, o de lo contrario habría recorrido Océano y destrozado todo el lugar. Creo que eso no sucedió por simple azar, y si este lugar está progresando por suerte, no podrá durar demasiado. Ese gusano ha de ser una mutación defectuosa, y ello significa que no hay nadie por aquí con poder suficiente para matarlo y hacer que las cosas vuelvan a su cauce. Es lamentable, de verdad, pero pienso que los constructores, o han muerto o volvieron al salvajismo, como esas historias que nos estuviste contando, Bill.

—Es una posibilidad —convino Bill.

Cirocco soltó una risotada.

—Claro que sí. También es posible que tú estés viendo demasiado en ese gusano. Quizás a la gente de aquí le gustan los gusanos y no puede soportar tener que abandonar éste. Y entonces el gusano ha crecido hasta necesitar un hogar mayor, y ellos le han dado Mnemósine. No importa, tenemos que seguir intentando llegar al cubo de la rueda.

—Hacedlo vosotros —accedió Calvin—. Yo navegaré en torno al borde para ver quién sigue vivo aquí abajo. Es posible que los constructores hayan sufrido una caída y que sin embargo posean suficiente tecnología para hacer una radio. Si fuera así, vendré a comunicároslo y vosotros, amigos míos, podréis volver a casa.

—¿Vosotros? —preguntó Cirocco—. Vamos. Calvin. Todos estamos metidos en esto. Que tú no te quedes con nosotros no significa que te abandonaremos aquí…

Calvin adoptó un aire de gravedad. Ya no habría de decir nada más.

* * *

Antes que Apeadero se pusiera en marcha. Calvin arrojó algunos risueños atados a paracaídas. Los usó como contrapeso para lanzar paracaídas fuera del dispensador, porque la seda y cuerdas azulinas eran los artículos más útiles que habían encontrado hasta el momento.

Gaby plegó los paracaídas y los guardó cuidadosamente. Juró que vestiría a Cirocco como una reina. La capitana se resignó. No era un precio muy alto de pagar por mantener feliz a Gaby.

Y una vez más el Titanic fue botado, en esa ocasión con un nuevo sentido de urgencia. Tenían que ponerse en contacto con una raza avanzada con cirugía antiséptica o descubrir un medio de encender una hoguera, y tenía que ser pronto. El ser del vientre de Cirocco no iba a hacerse esperar.

Cirocco pensó mucho en ello en los días siguientes. Su repulsión era un puño cerrado en su interior. Buena parte del asco brotaba de la naturaleza desconocida de la bestia que había sembrado su semilla en la capitana.

Y con todo, un aborto habría sido su decisión aun cuando hubiera tenido la seguridad de que estaba gestando un feto humano. No tenía nada que ver con la idea de maternidad en sí, ya que planeaba ser madre cuando se retirara de la NASA, tal vez a los cuarenta o cuarenta y cinco años. Tenía una docena de células en suspensión criogénica en O’Neil Uno, listas para ser fertilizadas e implantadas cuando creyera estar en disposición de dar a luz. Se trataba de una precaución común entre astronautas e incluso entre los colonos de la luna y L-5: una defensa contra una lesión por radiación al tejido reproductor. Cirocco planeaba criar y educar un niño y una niña a una edad suficiente como para ser la abuela de ellos.

Pero elegiría el momento. Tanto si el padre fuera un humano y un amante o una monstruosidad deforme en las entrañas de Gea, Cirocco controlaría sus órganos reproductivos. Aún no estaba dispuesta, y pensaba que no lo estaría por muchos años más. Sin considerar que Gea no era un lugar apropiado para estar cargada con un niño, le quedaba todavía mucho por hacer, esfuerzos en los que un bebé sería un problema tan grande como en cualquier sitio. Y ella pretendía liberarse totalmente. Lo que tenía que hacer era impostergable.

CAPITULO 11

Los cables de sustentación se presentaban en filas de cinco organizados en grupos de quince, e hileras de tres que estaban solas.

Toda región nocturna tenía quince cables relacionados con ella. Había una fila de cinco cables verticales que iban directamente hasta el cuerno hueco del techo que era el interior de uno de los radios de la rueda de Gea. Dos de estos cables llegaban al suelo en las tierras altas y eran virtualmente una parte de la pared, uno al norte y otro al sur. Otro de ellos emergía de un punto a medio camino entre los cables extremos y los otros dos se hallaban espaciados uniformemente entre el centro y los cables del borde.

Además de estos cables centrales, las regiones de noche tenían otras dos hileras de cinco que surgían de los radios aunque ligados a zonas diurnas, una fila veinte grados al este y la otra veinte grados al oeste de la hilera central. El radio sobre Océano, por ejemplo, enviaba cables a Mnemósine e Hiperión. El grupo de quince cables sostenía la tierra en una región igual a más de cuarenta grados de la circunferencia de Gea.

Los cables que surgían de luz diurna y llegaban a una noche después de atravesar una zona de crepúsculo hacían su trayecto con un ángulo marcado respecto a la tierra, que aumentaba con la altitud hasta acercarse a sesenta grados en el punto de unión con el techo.

Luego había hileras de tres cables, asociadas únicamente a zonas diurnas. Estos cables eran verticales, y ascendían directamente desde el terreno hasta que traspasaban el techo y emergían al espacio. El Titanic y su tripulación iban acercándose al centro de la hilera de tres correspondiente a Hiperión.

El cable fue haciéndose más magnificente e intimidante con cada día que pasaba. Ya desde el campamento de Bill había dado la impresión de que la estructura se inclinaba sobre ellos. La inclinación no era más pronunciada en ese momento, pero el conjunto había crecido de tamaño. Mirarlo resultaba doloroso. Saber que una columna vertical tiene cinco kilómetros de diámetro y ciento veinte de altura es una cosa. Verlo es muy distinto.

El Ofión describía un amplio meandro en torno a la base del cable, empezando al sur y yendo hacia el norte antes de reasumir su dirección general hacia el este: una faceta que habían observado cuando aún estaban distantes del cable. Lo inquietante en cuanto a viajar por Gea era que el paisaje se veía fácilmente aun cuando se estuviera alejado de él. Cuanto más se aproximaban, más se condensaba la visión, hasta que los rasgos superficiales quedaban achatados sin posible interpretación. La tierra que estaban recorriendo siempre parecía tan llana como la Tierra. Sólo en la lejanía empezaba a curvarse.