—Hablas con la voz de una flauta delgada, realmente, pero me gustas. Os llevaré a casa de mi madre-hembra para un banquete, si estáis de acuerdo.
—Aceptaríamos tu invitación, pero uno de nosotros está muy mal herido. Necesitamos ayuda.
—¿Quién de vosotros? —cantó la titánida, aleteando las orejas en señal de consternación.
—No es ninguna de nosotras dos, sino otro. El tiene roto el hueso de una pierna —Cirocco notó de paso que el idioma titánido incluía construcciones masculinas y femeninas. Fraseos que significaban madre-macho y madre-hembra, y probablemente, además, otros conceptos que rondaban su mente.
—Un hueso de la pierna —cantó Do Sostenido, ejecutando una complicada señal con las orejas—. A menos que falle en mi suposición, eso es bastante grave para gente como vosotros, que no podéis prescindir de uno. Llamaré a la curadora enseguida —la titánida alzó su cayado y cantó brevemente frente a un pequeño bulto del extremo.
Los ojos de Gaby se dilataron.
—¿Tienen radio? Rocky, dime qué está pasando.
—Ella ha dicho que llamará a una doctora. Y que yo tengo un nombre tonto.
—Bill podría valerse del médico, pero no será un doctor titulado…
—¿Crees que no sé eso? —siseó, enfadada—. Bill tiene muy mal aspecto, caramba. Aunque este médico no tenga más que píldoras para caballos y magia, a Bill no le pasará nada si le echa un vistazo.
—¿Es ésa vuestra forma de hablar? —preguntó Do Sostenido—. ¿O es que tenéis problemas respiratorios?
—Es nuestra forma de hablar. Yo…
—Perdonadme, por favor. Mi madre-hembra dice que debo aprender a tener tacto. Sólo tengo… —la titánida cantó el número veintisiete y un término temporal que Cirocco no pudo interpretar—. Y tengo mucho que aprender aparte de los conocimientos uterinos.
—Comprendo —cantó Cirocco, que no había comprendido—. Debemos ser extraños para ti… Es indudable que tú no eres como nosotras.
—¿Sí? —el tono de su canción reveló que la idea era nueva para Do Sostenido.
—Para alguien que jamás ha visto a nuestra raza.
—Debe ser como tú dices… Pero si no habéis visto nunca una titánida, ¿de qué parte de la gran rueda del mundo procedéis entonces?
Cirocco estaba confundida por la forma en que su mente estaba traduciendo las canciones de Do Sostenido. Fue al oír las notas ‘de dónde’ cuando comprendió, al traer a la mente interpretaciones alternativas de la palabra de tres notas, que Do Sostenido hablaba de un modo cortés, formal, usando el apagado diapasón microtonal reservado para jóvenes que hablan con viejos. Y aunque un poco molesta por verse en la obligación de tener que asumir tal postura, Cirocco respondió llevando su voz a la escala tonal cromática del modo educacional.
—No venimos de la rueda. Más allá de las paredes del mundo hay un lugar más grande que tú no ves…
—¡Oh! ¡Procedéis de la Tierra!
Do Sostenido no había dicho la Tierra, como tampoco se había designado titánida. Pero el impacto de la palabra que nombraba al tercer planeta del sol sorprendió tanto a Cirocco como si la extraña lo hubiera pronunciado. Do Sostenido siguió hablando, con una actitud y una postura que habían variado con el tono de Cirocco, siguiendo el curso de ésta, al lenguaje del que aprende. La titánida se animó, y si sus orejas hubieran sido ligerísimamente más anchas, se habría elevado en el aire.
—Estoy confundida —cantó—. Pensaba que la Tierra era una fábula para niños, contada alrededor de las hogueras. Y pensaba que los seres de la Tierra eran como las titánidas.
El oído de Cirocco, nuevamente afinado, se esforzó por captar hasta la última palabra. Se preguntaba si titánidas equivaldría a personas. Igual que en ‘nosotros personas, vosotros bárbaros’. Pero el canto de Do Sostenido carecía de armónicos chauvinistas. Hablaba de su especie como una más entre las numerosas de Gea.
—Somos los primeros en venir —cantó Cirocco—. Me sorprende que sepas cosas de nosotros, porque nosotros no sabíamos nada de vosotros hasta este momento.
—¿No cantáis nuestras grandes hazañas, como nosotros cantamos las vuestras?
—Lamentablemente no, creo…
Do Sostenido miró por encima de su hombro. Otra titánida permanecía en lo alto del montículo. Se parecía mucho a Do Sostenido, aunque con una inquietante diferencia.
—Ese es Si Bemol… —cantó. Luego, sintiéndose culpable, volvió al tono formal—. Antes de que llegue, hay una pregunta que deseo formular y que me ha hecho arder de curiosidad desde el momento de veros por primera vez.
—No tienes que tratarme como a una vieja —cantó Cirocco—. Es probable que tú seas más vieja que yo…
—Oh, no. Tengo tres años según el cómputo de la Tierra. Lo que deseo saber, y espero que la pregunta no sea demasiado atrevida, es cómo podéis sosteneros así tanto tiempo sin caeros…
CAPITULO 14
Cuando la otra titánida se unió a ellos, la inquietante diferencia que Cirocco había notado antes se hizo patente y sobradamente clara, y todavía más inquietante. Entre las patas delanteras, donde Do Sostenido tenía una mata de pelo, Si Bemol tenía un pene completamente humano.
—Dios santo —murmuró Gaby, tocando levemente el codo de Cirocco.
—¿Quieres callar? —exclamó la capitana—. Esto me pone muy nerviosa.
—¿Nerviosa, tú? ¿Y yo? No entiendo una nota de lo que estás cantando. Pero es muy bonito, Rocky. Cantas francamente bien.
Aparte de los genitales masculinos en la parte delantera, Si Bemol era casi idéntica a Do Sostenido. Ambas tenían senos, altos y cónicos, y piel pálida, sin vello. Sus semblantes eran vagamente femeninos, con labios grandes y sin barba. Si Bemol tenía más pintura en su cuerpo, más flores en su cabello. Sin tener en cuenta eso y el pene, las dos habrían sido difíciles de distinguir.
Un extremo de una flauta de madera sobresalía de un pliegue de la piel al nivel del inexistente ombligo de Si Bemol. Parecía ser una bolsa.
Si Bemol avanzó y extendió su mano. Cirocco se echó hacia atrás y Si Bemol actuó con rapidez, poniendo una mano en cada uno de los hombros de la mujer. Cirocco sólo se atemorizó un instante antes de comprender que Si Bemol compartía la aprensión de Do Sostenido. Si Bemol había creído que ella se iba a caer de espaldas, y solamente había pretendido sostenerla.
—Estoy bien —cantó Cirocco, muy nerviosa—. Puedo mantenerme en pie yo sola.
Las manos de la titánida macho eran grandes, y perfectamente humanas. Estar en contacto con aquel ser era muy extraño. Ver una criatura imposible era muy distinto de sentir su calor corporal. El hecho forzosamente indicó con toda claridad a Cirocco que se encontraba estableciendo el primer contacto de la humanidad con un alienígena inteligente. Si Bemol olía a canela y manzanas.
—La curadora llegará pronto —Si Bemol cantaba la misma canción que sus semejantes, aunque pronunciada de un modo formal—. Mientras tanto, ¿habéis comido?
—Nosotras mismas os ofreceríamos comida —cantó Cirocco—, pero a decir verdad, estamos escasas de provisiones.
—¿Y mi hermana-hembra no os ha ofrecido nada? —Si Bemol dirigió una mirada de reproche a Do Sostenido, quien bajó la cabeza—. Es curiosa e impulsiva, pero no piensa. Perdonadla, por favor —las palabras que usaba para describir su relación con Do Sostenido eran complejas. Cirocco contaba con el vocabulario, pero no con todos los términos de remisión.
—Ella ha sido muy amable.
—Su madre-hembra se alegrará de oír eso. ¿Vendréis con nosotras? Desconozco qué tipo de alimento preferís, pero si tenemos algo de vuestro gusto, es vuestro.
Si Bemol metió la mano en su bolsa —una bolsa de cuero sujeta a la cintura, no la que formaba parte de su cuerpo— y sacó algo grande y rojo oscuro, como un jamón ahumado. Manejó la vianda como si fuera un muslo de pavo. Las titánidas se sentaron, doblando las patas hábil y fácilmente, de modo que Cirocco y Gaby también tomaron asiento, una operación que las titánidas observaron con franco interés.