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En la taberna La cabra reflejada estaban limpiando después del sábado, pero amablemente nos sacaron una mesa al sol, delante del edificio, y pusieron en ella un mantel blanco como la nieve. Desde la casa llegaba el olor de la cerveza y del humo de ayer.

El río brillaba y lucía en el sol como si sus olas hubieran lavado todas las ágatas todavía ocultas en el cercano monte Kozákov. Huía animadamente y susurraba entre las orillas verdes, para contar a toda prisa los secretos que le había confesado otro río salvaje, el Mumlava.

Bartos pidió como siempre una copa de vino y pan seco. Cuando acabó de beber y se comió todas las migas de pan que recogió con sus dedos finos y amarillentos de los cigarrillos, me miró significativamente diciendo que me había traído mi horóscopo. Y me entregó un sobre cerrado.

– Por favor, no abras el sobre hasta que estés en el tren o en casa. Pero si tienes curiosidad, puedes quedarte tranquilo. El horóscopo es hasta sorprendentemente feliz. Pero te quiero decir algo que no he escrito en el horóscopo. Seguramente no lo leerás tú solo. Tal y como te conozco, seguramente abrirás tu corazón a aquella señorita, buena y amable, que está a tu lado en Praga. Tal vez ella no lo comprenda y le duela. Te quiere sinceramente y tú vivirás más tiempo que ella.

»En el horóscopo hay un dibujo en el cual leí tu pasado y tu futuro destino. Se marcan por unos signos especiales, característicos, que se pueden juzgar a través de la situación de Mercurio y Venus, que estaban en conjunción. Es una constelación feliz, porque crea un carácter artístico y amoroso. Eros llena tu vida demasiado. Aunque influye positivamente en tu trabajo artístico, te debilita algo tu fuerza de voluntad. Las mujeres te preocupan desde la más temprana juventud. Y desgraciadamente no te dejarán tranquilo tampoco en la edad avanzada a la que llegarás, cuando en la mayoría de los hombres estos intereses se apagan. Las mujeres te preocupan y también te inspiran con su mera presencia, pero al mismo tiempo, y es una paradoja, te vuelven algo afeminado. No tienes mucha fuerza de voluntad. En cambio, las mujeres serán tus lectoras más fieles. Te convertirás en su poeta. No está mal.

»Llegas a la vida a través de un imaginario arco de triunfo que te habrán construido con sus sonrisas y sus besos. Por desgracia, eres demasiado despreocupado. Esta característica tal vez te ayude a llevar más fácilmente muchos problemas de la vida, pero a menudo produce dolor a tus allegados. Se diría que estás directamente obsesionado por los atractivos femeninos. Su belleza no te deja dormir. Estás torturado por un eterno deseo. Casi nunca piensas en otra cosa. Estás en medio del camino del descenso a la materia, pero por el momento no te afecta su maldad. No será siempre así. Pero ahora ya cito el horóscopo mismo. En fin, eres un ser completamente terrestre.

»Me ha extrañado que hasta el río mismo te excite con su dudosa feminidad. Acaso es culpa del nombre que hace tiempo le otorgamos en nuestra lengua materna. Y este nombre basta para excitar tu imaginación amorosa. En todas partes encuentras a una mujer. No es que eso sea malo, pero expresa tu carácter vago.

»Estoy observando con interés la diferencia entre nosotros dos que tal vez explica el hecho de que seamos amigos. Probablemente nos han unido unas características diametralmente opuestas. Hace un momento me di cuenta de que te gusta el olor de jazmín. A mí me es indiferente. Me siento feliz cuando, en otoño, caen sobre mis hombros las hojas muertas y secas de los abedules y cuando noto el primer olor de la putrefacción otoñal. Probablemente tú amas los primeros cambios primaverales de los pájaros, mientras que yo doy alegremente la bienvenida al grito de los cuervos cuando llegan en otoño a mi patio de Turnov. Tú te encuentras bien siendo cautivo de la belleza femenina. Yo evito a las mujeres. No es que las odie, pero prefiero que pasen de largo ante mi soledad. Tú seguramente no lo sospechas, pero la imagen que te has creado sobre la mujer es falsa. La mujer tiene dos caras. La otra no es amable ni buena: es terrible. Tú tienes confianza en las mujeres, pero serás castigado. No, la mujer no es el sexo débil. Al contrario, las mujeres son más fuertes que nosotros. Son más valientes que los hombres y saben ser terroríficas y despiadadas. No tienen compasión. Los hombres están dispuestos a olvidar muchas cosas y las olvidan de verdad. ¡Una mujer no olvida nunca!

Cuando Jan Bartos acabó este comentario sobre el juicio que las estrellas habían emitido sobre mí, nos levantamos despacio. Ya era mediodía. Y regresamos a la ciudad. Por el camino topamos con dos amigos, los profesores Nejedly y Jefábek, y nos quedamos charlando un rato con ellos.

Le pregunté al profesor Nejedly qué sabía sobre el extraño nombre de la antigua taberna de la orilla del río Jizera. Pero el profesor Jefábek sólo dio unas explicaciones bastante difusas. Así que no lo he sabido nunca. Porque nunca más volví a la taberna…

Con el tiempo, mis visitas a casa de Bartos se hicieron cada vez menos frecuentes, hasta que cesaron casi por completo. Me es difícil explicar exactamente por qué. En sus folletines, Machar excusa sus desacuerdos con el poeta Vrchlicky con la afirmación general de que la gente se encuentra y se desencuentra. En nuestro caso era probablemente esto lo que ocurría, pero entre nosotros no había ni una sombra de mala voluntad o enemistad. Más bien debió de ser un cierto cansancio de la regularidad o nuevos intereses de uno de los dos. Pero no sé de quién. Además de todo esto, me casé y esto fue un gran acontecimiento en mi vida y seguramente uno de los motivos del alejamiento. Después de algún tiempo, nos volvió a acercar la Historia del Teatro Nacional. Pero hay que explicar esto.

En la redacción del periódico Pravo lidu trabajaba desde hacía tiempo un redactor político, Jaroslav Jelínek. Era una persona modesta, pero nada vulgar. Aunque sólo fuese por el hecho de que dedicaba un interés intenso a las cosas culturales, aparte de su área política. Este hombre tenía una extraña idea a la cual sacrificó su tiempo y sus fuerzas: decidió que ya era hora de construir en Praga el segundo Teatro Nacional, y en seguida puso manos a la obra. A mí esta idea no me parecía tan buena, pero siguiendo el consejo de Bartos le prometí a Jelínek que colaboraría con él. A. M. Pisa, siempre tan sabiamente escéptico y reservado, conocía la vida teatral checa lo suficiente para aceptar la idea de Jelínek con una sonriente desconfianza. ¿Para qué construir un segundo Teatro Nacional si el primero está vacío? Pero Jelínek ya había instituido la Fundación para la construcción del segundo Teatro Nacional. F. X. Salda, que estaba enfadado con el primer Teatro Nacional, aceptó con alegría ser miembro de la Fundación. Suponía que la gente que había en torno al Teatro Nacional se enfadaría como mínimo. Y la verdad es que se irritaron hasta que se dieron cuenta de que la empresa era equivocada.

El redactor Jelínek empezó a recoger dinero en seguida. Consiguió reunir una suma bastante grande que, naturalmente, sólo había bastado para pagar los gastos de la primera propaganda de la idea y para la iniciación de las cuestaciones en toda la nación. Pronto se llegó a ver claramente que, a pesar de ser una hermosa idea, era poco real y no muy útil. De esta forma se redujo a un montón de billetes de mil coronas, con el que Jelínek no sabía qué hacer. Y entonces alguien, creo que precisamente A. M. Pisa, le sugirió que dedicase el dinero recogido a una empresa tal vez de menos magnitud, pero también noble y culturalmente interesante. Que dedicase el dinero a un proyecto no lucrativo, pero necesario y que probablemente nadie tendría el valor de realizar: publicar la Historia del Teatro Nacional.