Arma: Arma blanca, posiblemente
cuchillo (no encontrado)
Autor del informe: Walter Cole, sargento
Detalles: El 13 de diciembre de 1996 fui al 1219 de Hobart Street en respuesta a la petición del agente Gerald Kersh, que solicitó la intervención de inspectores ante la denuncia de un homicidio.
El denunciante, el inspector de segundo grado Charles Parker, declaró que había salido de la casa a las 19:00 h. después de discutir con su esposa, Susan Parker. Fue a la Tom's Oak Tavern y estuvo allí aproximadamente hasta la 01:30 h. del 13 de diciembre. Entró en la casa por la puerta delantera y vio los muebles cambiados de sitio. Entró en la cocina y vio a su esposa y a su hija. Declaró que su esposa estaba atada a una silla de la cocina, pero que el cuerpo de su hija parecía haber sido trasladado desde la silla contigua y colocado sobre el cuerpo de la madre. Avisó a la policía a la 01:55 h. y esperó en el lugar del delito.
Las víctimas, identificadas en mi presencia por Charles Parker como Susan Parker (esposa, 33 años) y Jennifer Parker (hija, 3 años), estaban en la cocina. Susan Parker estaba atada a una silla en el centro de la cocina, de cara a la puerta. A su lado había una segunda silla, en la que todavía podían verse unas cuerdas alrededor de los barrotes del respaldo. Jennifer Parker yacía sobre el regazo de su madre, boca arriba.
Susan Parker estaba descalza y vestía vaqueros y blusa blanca. Le habían desgarrado la blusa y se la habían bajado hasta la cintura, dejando los pechos al descubierto, y tenía los vaqueros y la ropa interior a la altura de las pantorrillas. Jennifer Parker estaba descalza y vestía un camisón de flores azul.
Ordené a Annie Minghella, la técnica asignada al lugar del delito, que llevara a cabo una investigación completa. Cuando el forense Clarence Hall certificó la muerte de las víctimas y se procedió al levantamiento de los cadáveres, acompañé los cuerpos al hospital. Observé al doctor Anthony Loeb mientras usaba el instrumental de análisis en caso de violación, que posteriormente me entregó. Recogí las siguientes pruebas:
96-12-1806-M1: blusa blanca del cadáver de Susan Parker (víctima n.º 1)
96-12-1806-M2: vaqueros del cadáver de la víctima 1
96-12-1806-M3: ropa interior azul de algodón del cadáver de la víctima 1
96-12-1806-M4: peinadura del vello púbico de la víctima 1
96-12-1806-M5: muestra de contenido vaginal de la víctima 1
96-12-1806-M6: restos en uñas de la víctima 1, mano derecha
96-12-1806-M7: restos en uñas de la víctima 1, mano izquierda
96-12-1806-M8: peinadura del cabello de la víctima 1, anterior derecho
96-12-1806-M9: peinadura del cabello de la víctima 1, anterior izquierdo
96-12-1806-M10: peinadura del cabello de la víctima 1, posterior derecho
96-12-1806-M11: peinadura del cabello de la víctima 1, posterior izquierdo
96-12-1806-M12: camisón blanco/azul de algodón de Jennifer Parker (víctima n.º 2)
96-12-1806-M13: muestra de contenido vaginal de la víctima 2
96-12-1806-M14: restos en uñas de la victima 2, mano derecha
96-12-1806-M15: restos en uñas de la victima 2, mano izquierda
96-12-1806-M16: peinadura del cabello de la víctima 2, anterior derecho
96-12-1806-M17: peinadura del cabello de la víctima 2, anterior izquierdo
96-12-1806-M18: peinadura del cabello de la víctima 2, posterior derecho
96-12-1806-M19: peinadura del cabello de la víctima 2, posterior izquierdo
Fue otra discusión violenta, agravada por el hecho de producirse después de hacer el amor. Se avivaron los rescoldos de peleas anteriores: mis borracheras, lo abandonada que tenía a Jenny, mis arranques de amargura y autocompasión. Cuando salí de casa hecho una furia, los gritos de Susan me siguieron en el aire frío de la noche.
Había un paseo de veinte minutos hasta el bar. Cuando el primer trago de Wild Turkey me llegó al estómago, la tensión del cuerpo se me disipó y, una vez relajado, entré en la habitual rutina del bebedor: primero ira, luego sensiblería, tristeza, arrepentimiento, rencor. Cuando me marché del bar, sólo quedaban allí los casos perdidos, un coro de borrachos batallando con Van Halen en la máquina de discos. Tambaleándome, me encaminé hacia la puerta, me caí por la escalera de la entrada y me raspé dolorosamente las rodillas en la grava de la acera.
Y cuando volvía a casa con paso vacilante, mareado y con náuseas, obligué a virar bruscamente a varios coches cada vez que, en mis vaivenes, invadía la calzada y veía los rostros de alarma y enojo de los conductores.
Ante la puerta, busqué a tientas la llave y en el forcejeo por introducirla rayé la pintura blanca bajo la cerradura. Había muchas marcas bajo la cerradura.
Supe que ocurría algo anormal en cuanto abrí la puerta y entré en el vestíbulo. Al irme, la casa estaba caldeada, con la calefacción al máximo porque a Jennifer le afectaba mucho el frío del invierno. Era una niña preciosa pero frágil, delicada como un jarrón de porcelana. En ese momento hacía el mismo frío dentro de casa que fuera. Caído sobre la alfombra había un pedestal de caoba, y, rodeado de tierra y partido por la mitad, yacía el tiesto que antes sostenía. Las raíces de la flor de Pascua quedaban a la vista, con un desagradable aspecto.
Llamé a Susan una vez, luego otra, en esta ocasión levantando más la voz. Los vapores del alcohol empezaban a disiparse y tenía el pie en el primer peldaño de la escalera que subía a los dormitorios cuando oí batir la puerta trasera de la cocina contra el fregadero. Instintivamente me llevé la mano al Colt DE, pero estaba arriba en mi escritorio, donde lo había dejado antes de enfrentarme a Susan y a un nuevo capítulo de la historia de nuestro agonizante matrimonio. En ese momento me maldije. Más tarde, aquello se convertiría en el símbolo de todos mis fracasos, de todos mis cargos de conciencia. Avancé con cautela hacia la cocina, rozando con las yemas de los dedos la fría pared a mi izquierda. La puerta estaba casi cerrada y la abrí despacio con la mano. «¿Susie?», llamé a la vez que entraba. Resbalé ligeramente al pisar algo húmedo y pegajoso. Bajé la vista, y estaba en el infierno.