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– Léeme un cuento, papá.
– ¿Qué cuento quieres?
– Un cuento divertido. Los tres osos. El bebé oso es muy gracioso.
– Muy bien, pero luego tienes que dormirte.
– Vale.
– Sólo un cuento.
– Sólo uno. Luego me dormiré.
En una autopsia primero se fotografía el cuerpo, vestido y desnudo. Ciertas partes se radiografían para determinar la presencia de fragmentos de hueso u objetos extraños incrustados en la carne. Se toma nota de todos los rasgos externos: el color del cabello, la estatura, el peso, el estado del cuerpo, el color de ojos.
– El bebé oso abrió los ojos de par en par. «¡Alguien se ha comido mis copos de avena, y no queda nada!».
– ¡Nada!
Nada.
El examen interno se lleva a cabo desde arriba hacia ahajo, pero la cabeza es lo último que se examina. El pecho se examina para comprobar si hay indicio de fractura de costillas. Se practica una incisión en forma de «Y» cortando de hombro a hombro a través de los pechos y bajando luego desde el extremo inferior del esternón hasta el pubis. El corazón y los pulmones quedan a la vista. Se abre el pericardio y se extrae una muestra de sangre para determinar el grupo sanguíneo de la víctima. Luego se retiran el corazón, los pulmones, el esófago y la tráquea. Cada órgano se pesa, se hace un reconocimiento y se corta en secciones. Se extrae líquido de la cavidad pleural torácica para analizarlo. Se preparan muestras de tejido orgánico para su análisis bajo el microscopio.
– Y entonces Ricitos de Oro se fue corriendo y los tres osos no volvieron a verla nunca más.
– Léemelo otra vez.
– No. Un solo cuento, era el pacto. No tenemos tiempo para más.
– Sí tenemos tiempo.
– Esta noche no. Otra noche.
– No, esta noche.
– No. Otra noche. Habrá más noches y más cuentos.
Se examina el abdomen y se toma nota de cualquier lesión antes de la extracción de los órganos. Se analizan los fluidos del abdomen y se pesa, estudia y secciona cada órgano por separado. Se evalúa el contenido del estómago. Se toman muestras para el análisis toxicológico. El orden de extracción suele ser el siguiente: hígado, vesícula, glándulas suprarrenales y riñones, estómago, páncreas e intestinos.
– ¿Qué habéis leído?
– Ricitos de oro y los tres osos.
– Otra vez.
– Otra vez.
– ¿Vas a contarme un cuento a mí?
– ¿Qué cuento te gustaría oír?
– Alguno obsceno.
– Ah, conozco muchos cuentos de esos.
– Ya lo sé.
Se examinan los genitales en busca de lesiones o sustancias extrañas. Se obtienen frotis vaginales y anales y cualquier materia extraña recogida se envía al laboratorio para el análisis de ADN, se extrae la vejiga y se envía una muestra de orina a toxicología.
– Bésame.
– ¿Dónde?
– En todas partes. En los labios, los ojos, el cuello, la nariz, las orejas, las mejillas. Bésame en todas partes. Me encanta sentir tus besos.
– Supongamos que empiezo por los ojos y voy bajando desde ahí.
– Bien. Puedo sobrellevarlo.
Se examina el cráneo en un intento de encontrar indicios de lesión. La incisión trastemporal se realiza de oreja a oreja a la altura de la apófisis mastoides (por la parte superior de la cabeza). Se extrae el cuero cabelludo y se deja el cráneo al descubierto. Para cortar el cráneo se utiliza una sierra. Se examina y extrae el cerebro.
– ¿Por qué no podemos estar así más a menudo?
– No lo sé. Yo quiero que estemos así, pero no puedo.
– Yo te quiero así.
– Por favor, Susan…
– No… He notado el olor a alcohol en tu aliento.
– Susan, no puedo hablar de esto ahora. Ahora no.
– ¿Cuándo? ¿Cuándo vamos a hablar de esto?
– En otro momento. Voy a salir.
– Quédate, por favor.
– No. Volveré dentro de un rato.
– Por favor…
Rehoboth Beach, en Delaware, tiene un largo paseo entarimado delimitado a un lado por la playa y al otro por la clase de salones de juegos recreativos que uno recuerda de la infancia: partidas a veinticinco centavos donde puntuabas metiendo unas bolas de madera en unos agujeros; carreras con caballos de metal que descendían por una pista en pendiente y en las que podías ganar un oso de peluche con ojos de cristal; un estanque de ranas que esperaban que las pescases con un hilo del que colgaba un imán.
Ahora hay además ruidosos videojuegos y simuladores de vuelo espacial, pero Rehoboth aún conserva ese encanto del que, por ejemplo, carecía Dewey Beach, más al norte en la misma costa, o incluso Bethany. Un transbordador te lleva desde Cape May, en Nueva Jersey, hasta Lewes, en la costa de Delaware, y Rehoboth está a ocho o diez kilómetros al sur. En realidad no es la mejor manera de viajar a Rehoboth, ya que se pasa por toda la gama de hamburgueserías, tiendas y galerías comerciales de la U.S.l. Es mejor acceder desde el norte por Dewey, recorriendo la playa con kilómetros y kilómetros de dunas.
Desde esa dirección, Rehoboth se beneficia del contraste con Dewey. Se cruza el pueblo propiamente dicho por encima de una especie de lago ornamental, se pasa frente a la iglesia y, de pronto, se encuentra uno en la calle mayor, con sus librerías, sus tiendas de camisetas, sus bares y restaurantes en enormes y viejas casas de madera donde es posible tomarse una copa en el porche y ver a la gente pasear el perro en el ambiente tranquilo de la noche.