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—Lo siento. Vi la luz encendida y pensé…

—Está bien. Sólo un segundo.

Se obligó a calmarse. Los últimos reflejos de radiación verde se desvanecían de su mente. Se acercó a la puerta.

Él estaba en el umbraclass="underline" una figura oscura recortada contra la oscuridad, los ojos muy blancos, muy abiertos. Cuando entró, Elszabet vio que miraba alrededor nerviosamente, que se había ruborizado: un tono rosáceo distinto destacaba bajo el color de chocolate. Nunca lo había visto tan agitado. El relajado, el tranquilo Dan. Cerró la puerta tras de sí y buscó algo que ofrecerle, un poco de alcohol, una cápsula tranquilizante, cualquier cosa que sirviera para calmarle. Él negó con la cabeza.

—¿Te importa si tomo una yo? —dijo ella, temblando. Sacó una y el vapor tranquilizante recorrió el camino de su nariz a su corteza cerebral en medio microsegundo. Ah, eso estaba mejor—. ¿Qué sucede, Dan?

Él se había sentado al borde de la cama, y parecía como si hubiera acabado de correr diez kilómetros y no pudiera recobrar el ritmo respiratorio.

—Parece un poco estúpido, pero creí que debía venir corriendo y decírtelo de inmediato, eso es todo.

—Dan, ¿qué ha pasado? —dijo ella, un poco irritada. Aunque probablemente no era su intención, él estaba siendo exasperante—. ¿Vas a decírmelo de una vez o no?

—Acabo de tener uno ahora mismo. Un sueño espacial. El primero.

—Ah. Ahora comprendo por qué estás tan sobresaltado.

—Después de todos estos meses intentando analizar los datos y las imágenes de otras personas, sin tener la más mínima idea de qué demonios experimentan en realidad…

—Oh, Dan. Dan, me alegra tanto que te haya sucedido por fin…

—Era el Estrella Doble Uno. Cerré los ojos y ¡bang! Allí estaba, sol rojo, sol azul, bloque de alabastro, y la cosa grande con cuernos encima. Había dos o tres seres iguales un poco más allá, excavando un pozo o algo parecido. ¡Era tan claro, Elszabet! Estaba absolutamente convencido de que era real. Demonios, no hace falta que te lo diga, pero… no pude evitar sentirme anonadado… Todo este tiempo preguntándome si iba a experimentarlos alguna vez, preguntándome qué estaba mal, por qué me encontraba bloqueado… —Sonrió—. Tenía que decírselo a alguien. A ti. Vine corriendo y vi que tenías la luz encendida, y… ¿Estás molesta porque te haya despertado por algo tan trivial?

—Es que estaba en mitad de un sueño yo también —dijo ella amablemente—. ¿Sabes cómo sienta que te despierten de un sueño?

—¿Era un sueño espacial?

—El Mundo Verde, más rico y más complejo que nunca.

—Lo siento.

Ella se encogió de hombros.

—Me alegro por ti, Dan. Me alegra que vinieras a decírmelo. Y no digas que es trivial. Estos sueños pueden ser cualquier cosa, pero no triviales.

—¿Por qué crees que por fin he tenido uno esta noche, Elszabet?

—Supongo que te tocó el turno.

—¿Quieres decir… un proceso aleatorio? No, no me parece que sea por eso.

—¿A qué te refieres?

Dan guardó silencio un momento.

—Siempre he sido un hombre de teorías rápidas, aunque a veces mis teorías no se sostienen, ¿no?

—No soy el Tribunal de Censores. ¿Qué es lo que piensas, Dan?

—Es por Tom.

—¿Tom?

—Su estancia aquí. Un efecto de proximidad. Mira, ¿has visto las estadísticas de la semana? La frecuencia de sueños espaciales se ha triplicado desde que él está aquí. Tú misma lo has experimentado, ¿no?

—Sí. Así es.

—Y acabas de decir que tu sueño era el más rico y complejo de todos los que has tenido, ¿no es cierto? ¿Qué tenemos entonces? La frecuencia de los sueños se ha incrementado entre los sujetos susceptibles a ellos. Aparentemente, su intensidad también ha ido en aumento. Y ahora alguien que ha demostrado un cien por cien de no susceptibilidad a los sueños desde que el asunto comenzó, empieza a tener uno. Algo nuevo sucede. ¿Cuál es el factor que ha cambiado esta semana? Tom. Un individuo muy raro, probablemente esquizofrénico, de quien todos estamos de acuerdo en que desprende un aura diferente, una definida vibración de fuerza psíquica. ¿No fuiste tú la primera en observarlo, no has notado en cada una de las conversaciones que has mantenido con él la sensación de que posee un tipo de poder peculiar?

—Absolutamente. Pero eso, ¿a qué nos lleva? ¿A que Tom es la fuente de los sueños espaciales?

—Tiene más sentido que mi última idea, que son una emisión de una nave espacial que se aproxima, ¿no?

—¿Quieres mi honesta opinión?

—Adelante.

—Tengo que admitir que se me había ocurrido lo mismo, que había algún lazo de unión entre la presencia de Tom en el Centro y la forma en que los sueños se han hecho más frecuentes. Pero, por eso mismo, creo que prefiero la teoría de la nave espacial.

—Leo Kresh la rebatió. No ha habido tiempo suficiente para que nuestra Starprobe haya alcanzado su destino y generado una respuesta en los habitantes de…

—¿Y por qué tiene que estar por medio la Starprobe, Dan? Suponte que no hay relación. Una nave espacial se acerca desde Dios sabe donde, y nos lanza imágenes de otros sistemas solares. No tiene por qué estar conectado con el hecho de que enviáramos hace una generación una sonda interestelar.

—Ahora eres tú la que está multiplicando hipótesis. Claro, eso podría ser, pero no tenemos razones para pensar que sea efectivamente lo que pasa. Sin embargo, tenemos aquí a Tom en un momento en que el modelo de los sueños está cambiando significativamente.

—Coincidencia. ¿Por qué la presencia de Tom debería tener la más mínima relevancia?

—¿Estás jugando al abogado del diablo, o tienes alguna razón para no querer aceptar la hipótesis sobre Tom?

—No lo sé. Una parte de mí dice que sí, que tiene que ser Tom, que es obvio. Y otra parte dice que no tiene sentido. Incluso asumiendo que sea posible que alguien transmita imágenes a la mente de los otros, ¿cómo se sostiene eso? No olvides que los sueños han aparecido por todo el Oeste, Dan. Tom no puede estar en todas partes a la vez. San Diego, Denver, San Francisco…

—Tal vez existen varias fuentes. Varios Tom, deambulando de un lado a otro.

—Oh, Dan, por el amor de Dios…

—O tal vez no. No lo sé. Lo que pienso es que este hombre padece una psicosis tan poderosa que es capaz de transmitirla a otras personas. Una especie de tifus psíquico, capaz de esparcir alucinaciones a miles de kilómetros de distancia. Y cuanto más cerca estás de él, más frecuentes e intensas son las alucinaciones, aunque la proximidad puede ser sólo un factor determinante, más significativo en el caso de tipos con baja susceptibilidad, como es mi caso. Pero, ¿qué me dices de April Cranshaw, que parece tener un índice inusitadamente alto de susceptibilidad? Ha estado teniendo un sueño tras otro toda la semana, dormida o despierta.

—¿Y Ed Ferguson? Por lo que sé, es el único que no ha mostrado susceptibilidad en absoluto. Creo que aceptaría mejor tu idea si Ferguson tuviera finalmente un sueño.

—¿Y qué quieres que hagamos, despertarle y preguntárselo?

—Creo que podemos esperar hasta mañana por la mañana, Dan.

—Claro, eso tiene sentido. Y también deberíamos entrevistar a April. Meterla en la misma habitación que Tom, a ver si hay efectos hipersensitivos bajo proximidad directa. Eso sería bastante fácil de arreglar… —Se inclinó hacia delante, mirando el desnudo suelo de madera. Después de un momento, continuó—: ¿Sabes, Elszabet? El sueño que tuve fue la cosa más maravillosa que he visto en mi vida. Ese extraño paisaje, los colores, el cielo encendido, como la más grande puesta de sol que haya existido nunca…