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—Ha de hacerse —reiteró Perrin—. Los hombres de Dos Ríos se han encariñado demasiado con ella, han empezado a hablar como si fueran a quedarse conmigo en lugar de regresar con sus familias, donde deben estar. Cuando volvamos a tener accesos, Tam, te los llevarás. —Miró a Berelain—. Supongo que no puedo librarme de vos ni de vuestros hombres. Vendréis conmigo para reuniros con Rand.

—No me había dado cuenta de que necesitaseis «libraros» de nosotros —respondió con tirantez la Principal—. No os mostrasteis tan reacio a aceptar mi ayuda cuando pedisteis los servicios de mi Guardia Alada para rescatar a vuestra esposa.

Perrin hizo una profunda respiración.

—Agradezco vuestra ayuda, a todos. Lo que conseguimos en Malden estuvo bien, y no sólo por Faile y Alliandre. Era algo que tenía que hacerse. Pero, diantres, eso ya ha quedado atrás. Si queréis seguir a Rand, estoy seguro de que os aceptará. Pero mis Asha’man están agotados y las tareas que me fueron encomendadas se han llevado a cabo. En mi interior noto esos ganchos que tiran de mí hacia Rand. Pero, antes de que lo haga, necesito cortar con todos vosotros.

—Esposo, ¿puedo sugerir que empecemos con los que quieren ser enviados a su casa? —Las palabras de Faile sonaron tensas.

—Sí, algunos refugiados serían muy felices si regresaran a sus hogares —dijo Aravine.

La antigua gai’shain se encontraba sentada casi al fondo de la tienda, un buen sitio donde pasar inadvertida, aunque se había convertido en una pieza importante en la administración del campamento de Perrin. Actuaba para él como una especie de administrador extraoficial.

—Preferiría enviar a todo el mundo, si puedo. Grady… —dijo Perrin.

El Asha’man se encogió de hombros.

—Abrir los accesos para los exploradores no me ha agotado en exceso y creo que podría hacer unos más grandes. Todavía sigo un poco débil, pero casi me he recobrado de la enfermedad. Sin embargo, Neald necesitará más tiempo.

—Milord. —Balwer tosió con discreción—. Dispongo de algunas cifras curiosas que querría mencionaros. Desplazar tanta gente como la que tenéis ahora a través de accesos llevaría horas, puede que días. No será una tarea que se realice con rapidez, como cuando nos aproximamos a Malden.

—Va a ser muy trabajoso, milord —abundó Grady—. No creo que pueda mantener abierto un acceso durante tanto tiempo. Y menos si queréis que esté en condiciones de luchar, si llega el caso.

Perrin se acomodó para inspeccionar el mapa de nuevo. La taza de Berelain estaba vacía, y Morgase se apresuró a llenarla.

—Está bien, pues. Empezaremos a enviar a grupos más reducidos de refugiados, de los que quieren marcharse antes —decidió Perrin.

—Asimismo, quizá va siendo hora de enviar mensajeros que se pongan en contacto con el lord Dragón —intervino Faile—. Tal vez esté dispuesto a enviar más Asha’man.

—Sí —asintió Perrin.

—Según las últimas noticias que tuvimos de él, se encontraba en Cairhien —intervino Seonid—. El mayor número de refugiados es de allí, así que podríamos empezar por enviar algunos de ellos a su casa, junto con exploradores que se reúnan con el lord Dragón.

—No está allí —dijo Perrin.

—¿Cómo lo sabes? —Edarra dejó la taza en el suelo.

Morgase se desplazó por el perímetro de la tienda y la recogió para volver a llenarla. Edarra, la mayor de las Sabias y quizá la de más rango entre ellas —cosa difícil de averiguar con esas mujeres—, parecía increíblemente joven para la edad que tenía según los rumores. La minúscula capacidad de Morgase con el Poder Único bastaba para descubrirle que esa mujer era fuerte. Puede que la más fuerte de las presentes en la tienda.

—Yo… —Perrin titubeó. ¿Acaso contaba con alguna fuente de información que no compartía con ellos?—. Rand tiene por costumbre estar donde menos te lo esperas. Dudo que se haya quedado en Cairhien, pero Seonid tiene razón. Es el mejor sitio para empezar a buscarlo.

—Milord, me preocupa lo que podríamos… ejem… provocar si no tenemos cuidado —intervino Balwer—. ¿Multitudes de refugiados que regresan a través de accesos de forma inesperada? Llevamos tiempo sin estar en contacto. Tal vez, además de ponernos en contacto con el Dragón, podríamos enviar exploradores para recopilar información, ¿no?

—Me parece una gran idea. —Perrin asintió con la cabeza.

Balwer se echó hacia atrás con aire complacido, y eso que el hombre era muy bueno en lo tocante a disimular las emociones. ¿Por qué tenía tanto interés en enviar alguien a Cairhien?

—Lo admito, me preocupa tener que mover a toda esta gente —dijo Grady—. Incluso cuando Neald se encuentre bien, va a ser agotador mantener abiertos los accesos el tiempo suficiente para que los crucen todos.

—Perrin Aybara, puede que haya una forma de solucionar este problema —manifestó Edarra.

—¿Cómo?

—Estas aprendizas nos han hablado sobre algo. ¿Un círculo, se llama? Si nos coligamos los Asha’man y algunas de nosotras, entonces quizá podamos darles fuerza para crear accesos mayores.

Perrin se rascó la barba, pensativo.

—¿Qué opinas, Grady? —preguntó al Asha’man.

—Nunca nos hemos coligado en un círculo, milord. Pero si conseguimos descifrar cómo hacerlo… Bueno, unos accesos más grandes podrán trasladar a más gente en menos tiempo. Eso sería una gran ayuda.

—De acuerdo —accedió Perrin. Se volvió hacia la Sabia—. ¿Qué me costaría que lo intentaseis?

—Has trabajado demasiado tiempo con Aes Sedai, Perrin Aybara —le reprochó Edarra con gesto desdeñoso—. No todo ha de hacerse a cambio de un precio. Esto será en beneficio de todos nosotros. Me he estado planteando sugerírtelo desde hace un tiempo.

—¿Desde cuándo sabes que esa variante podría funcionar? —Perrin tenía el entrecejo fruncido.

—El tiempo suficiente.

—Maldita sea, mujer, ¿por qué no me hablaste de ello antes?

—La mayoría del tiempo no parecías muy interesado en tu posición como jefe —replicó Edarra con frialdad—. El respeto es algo que ha de ganarse, Perrin Aybara, no exigirlo.

Morgase contuvo la respiración ante el insolente comentario. Muchos señores responderían con aspereza por el tono empleado. Perrin se quedó paralizado, pero después asintió con la cabeza, como si aquélla fuera la respuesta que debía esperar.

—Tus Asha’man estaban enfermos cuando se me ocurrió esta idea la primera vez —continuó Edarra—. Antes no habría funcionado, pero éste momento era el justo para plantearla. En consecuencia, lo he hecho.

«Insulta a las Aes Sedai en cierto momento y al siguiente actúa como si fuera una de ellas», pensó Morgase.

Con todo, estar cautiva en Malden le había servido a Morgase para empezar a entender las maneras Aiel. Todo el mundo afirmaba que era imposible entender a ese pueblo, pero ella no le daba mucho crédito a ese tipo de habladurías. Los Aiel eran una sociedad, como cualquier otra. Tenían costumbres extrañas y peculiaridades culturales extravagantes, pero también las tenían todos los pueblos. Una reina debía ser capaz de entender a todos los pueblos de su reino, así como a todos los enemigos potenciales.

—Muy bien, pues —dijo Perrin—. Grady, no te fatigues mucho, pero empieza a practicar con ellas. Prueba a ver si consigues formar un círculo.

—Sí, milord. —El Asha’man se mostraba siempre algo distante—. Sería conveniente involucrar a Neald en esto. Se marea cuando se pone de pie, pero está deseoso de hacer algo con el Poder, y éste sería un buen modo de que reanudara las prácticas.

—De acuerdo —accedió Perrin.

—No hemos acabado de hablar sobre los exploradores que enviamos a Cairhien —le recordó Seonid—. Me gustaría estar con el grupo.

Perrin se rascó la barbuda mejilla.

—Supongo que sí. Que vayan vuestros Guardianes, dos Doncellas y Pel Aydaer. Y sed discretos, si es posible.