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—Los que han pasado por el lavado de cerebro del señor Mandrake ven a un Ángel de Luz y a sus parientes muertos, esperando saludarlos en el Otro Lado, pero para todos los demás parece ser cosa de su religión. Los cristianos ven a ángeles o a Jesús, a menos que sean católicos, porque entonces ven a la Virgen María. Los hindúes ven a Krishna o a Vishnú, los no creyentes ven a sus parientes. O a Elvis. —Se comió una pasa—. A eso me refería al hablar del grano y la paja. La gente acarrea tantas cosas de su propia educación, que es casi imposible saber qué vieron en realidad.

—¿Qué hay de los niños? —preguntó él—. ¿No tienen menos ideas preconcebidas?

—Sí, pero también son más tendentes a querer complacer al adulto que los entrevista, como se demostró en los casos de abusos en las guarderías de los años ochenta. Se puede manipular a los niños para que digan cualquier cosa.

—No sé —dijo él, dudoso—. Hoy he conocido a una niña pequeña que no parecía demasiado influenciable. Usted la conoce. Maisie.

—¿Ha hablado con Maisie Nellis? —dijo ella, y luego frunció el ceño—. No sabía que la hubieran vuelto a ingresar. Richard asintió.

—Me dijo que le dijera que tiene algo importante que decirle. Hablamos un rato sobre el Hindenburg. Ella sonrió.

—¿Ése es el desastre de la semana? Él asintió.

—Eso y la Gran Inundación de la Melaza. ¿Sabía que veintiuna personas murieron ahogadas en dulce en 1919?

—¿Cuánto tiempo estuvo usted allí? —Ella rió—. No, déjeme adivinar. Maisie es maravillosa inventando excusas para que le hagan compañía más tiempo. Es una de las mejores retardadoras del mundo. Y una de las chicas más grandes del mundo. Él asintió.

—Me dijo que tiene cardiomiopatía y que ha entrado en fibrilación. Joanna asintió.

—Endocarditis viral. No pueden estabilizarla, y sigue teniendo reacciones a los medicamentos antiarritmia. Es un desastre ambulante.

—De ahí el interés en el Hindenburg. Ella asintió.

—Creo que es una forma de abordar indirectamente sus miedos. Su madre no la deja hablar de ellos directamente, ni siquiera quiere reconocer la posibilidad de que Maisie puede morir. Pero aparte de eso, creo que Maisie está intentando sacarle sentido a su propia situación leyendo sobre otras personas que de repente han experimentado desastres inexplicables. —Comió otra pasa—. Además, a los niños les fascina siempre la muerte. Cuando yo tenía la edad de Maisie, mi canción favorita era Pobres bebés en el bosque. Hablaba de dos niños que son “secuestrados un brillante día de verano” y los dejan en el bosque para que se mueran. Mi abuela me la solía cantar, para horror de mi madre. A los mayores también les fascina la muerte.

—¿De veras? —preguntó Richard con curiosidad—. ¿Se murieron? ¿Los bebés del bosque? Ella asintió.

—Después de vagar en la oscuridad durante varias estrofas. “La luna no brillaba y las estrellas no dieron luz —recitó—. Lloraron y gimieron, y amargamente sollozaron, y los pobrecitos niños se acostaron y murieron.” Después los pájaros los cubrieron de hojas de fresa. —Suspiró nostálgica—. Me encantaba esa canción. Creo que porque había niños. En la mayor parte de los desastres de Maisie participan niños. O perros.

Richard asintió.

—Había un perro en el Hindenburg. Se llamaba Ulla. Sobrevivió al accidente.

Ella no estaba escuchando.

—¿Dijo de qué quería hablar conmigo?

—De experiencias cercanas a la muerte.

—Oh, cielos, espero que no haya vuelto a fibrilar y haya entrado en parada.

—No creo. Estaba levantada. A la enfermera le costó lo suyo meterla en la cama.

—Debería ir a verla —dijo Joanna, mirando las escaleras. Subió y abrió la puerta una rendija.

—… un Ángel de Luz, con luz dorada brotando de él como diamantes chispeantes —decía el señor Mandrake. Cerró con cuidado la puerta.

—Sigue ahí.

—Bien —dijo Richard—, porque no he tenido todavía la oportunidad de convencerla para que venga a trabajar conmigo en mi proyecto, y usted no ha terminado de contarme qué experimenta la gente durante una ECM. Y aún no hemos tomado el postre. —Rebuscó en su bata y sacó un paquete de M M’s de cacahuete.

Ella sacudió la cabeza.

—No, gracias. Me dan sed.

—Oh, en ese caso… —dijo él. Metió la mano en el bolsillo derecho—. Mocha Frappuchino —dijo, sacando una botella y colocándola en el escalón, y luego sacó otra—. O… —leyó la etiqueta— té verde mandarín con ginseng.

—Es usted sorprendente —dijo Joanna eligiendo el Frappuchino—. ¿Qué más lleva ahí? ¿Champán? ¿Langosta a la Thermidor? Yo no llevo en los bolsillos más que una postal y mi grabadora y… —Rebuscó en los bolsillos de su rebeca—. Mi busca…, será mejor que lo apague. No vaya a ser que suene y descubra nuestra posición al señor Mandrake. —Lo apagó—.Y tres Kleenex usados. —Abrió el Frappuchino—. No tendrá una pajita, ¿no?

El sacó una envuelta en papel de su bolsillo.

 —dijo usted que hay una sensación de oscuridad —comentó, tendiéndosela—. ¿No un túnel? Ella desenvolvió la pajita.

—La mayoría lo llaman túnel, pero no es eso lo que describen. Para algunos se asemeja a un vórtice giratorio, para otros a un pasillo o un corredor o una habitación estrecha. Varios de mis sujetos han descrito la oscuridad colapsándose a su alrededor.

Richard asintió.

—El nervio óptico cerrándose. —Señaló con un pulgar hacia la puerta—. ¿Qué hay de la Revisión de Vida?

—Sólo una cuarta parte de mis sujetos la describen —dijo Joanna, sorbiendo su Frappuccino—, pero el destello de tu vida ante tus ojos es un fenómeno bien documentado en los accidentes. El señor Mandrake dice que la ECM, o la experiencia cercana a la otra vida, como él prefiera llamarla…

—Me lo dijo —dijo Richard, haciendo una mueca.

—… dice que tiene diez elementos nucleares: experiencia extracorporal, sonido, túnel, luz, parientes muertos, Ángel de Luz, una sensación de paz y amor, la revisión de vida, la muestra del conocimiento universal y la orden de regreso. La mayoría de mis sujetos experimentan tres o cuatro de los elementos, normalmente el sonido, el túnel, la luz y la sensación de que hay presentes personas o ángeles, aunque cuando se les pregunta tienen problemas para describirlos.

—Eso parece una estimulación del lóbulo temporal —dijo él—. Puede causar una sensación de estar delante de una presencia santa sin ninguna imagen visual que la acompañe. También puede causar flash-backs y sonidos diversos, voces incluidas, aunque lo mismo hacen la acumulación de dióxido de carbono y ciertas endorfinas. Eso es parte del problema: hay varios procesos físicos que podrían causar los fenómenos descritos en las ECM.

—Y el señor Mandrake sostendrá que los efectos producidos en el laboratorio no son los mismos que experimentan quienes tienen una ECM. En su libro, dice que las visiones de luces y del túnel producidas durante experimentos de anoxia son completamente distintas a las que describen sus pacientes.

—Y sin un modelo objetivo, no hay manera de rebatirlo —dijo Richard—. Los testimonios de las ECM no son sólo subjetivos, son de oídas.

—Y vagos —dijo Joanna—. ¿Entonces su proyecto es poder desarrollar un modelo objetivo?

—No. Tengo uno. Hace tres años usé el escáner TPIR para cartografiar la actividad cerebral. Se le pide al sujeto que cuente hasta cinco, cuál es su color favorito, cómo huelen las rosas, y se localizan las zonas de actividad sináptica. Y en medio del experimento, uno de los sujetos tuvo un paro cardíaco.