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—Creía que todos los cadáveres se hundieron.

—Eso creía yo también, pero algunos tenían puesto el salvavidas, así que flotaron. —Apoyó la cabeza contra las almohadas, los brazos extendidos, la boca abierta en una grotesca imitación de un cadáver a la deriva—. Y temían que la gente de otros barcos los viera, así que enviaron al Mackay-Bennet a recuperarlos. Llevaba un montón de ataúdes y un sacerdote. ¿Qué es un embalsamador?

—Una persona que prepara los cadáveres para enterrarlos. Para impedir que se descompongan.

—Oh —dijo Maisie—. Bueno, pues llevaban un embalsamador y un montón de hielo. Eso era para impedir que se descompusieran también, ¿no?

—Sí. Muy bien, tus dos minutos se han acabado. Se levantó.

—No. No te lo he contado todavía. Uno de los cuerpos era el de un niño pequeño que nadie sabía quién era, y nadie acudió a reclamarlo, así que el capitán y los tipos del Mackay-Bennett celebraron un funeral por él y lo depositaron en un pequeño ataúd blanco y colocaron una lápida: “Al niño desconocido cuyos restos fueron recuperados después del desastre del Titanic.”

—Igual que la Pequeña Señorita 1565 —dijo Joanna.

—No, porque éste descubrieron quién era. —Envolvió la mano alrededor de sus chapas de perro, como si fueran un rosario—. Gosta Paulson —dijo—. Así se llamaba. Gosta Paulson.

Joanna acabó sentada con Maisie hasta que su madre regresó, rebosante de alegría.

—Las enfermeras dicen que estás mucho mejor —la oyó decir Joanna cuando salía de la habitación—. Te he traído un vídeo nuevo. Rebeca, de Sunnybrook Farm.

Joanna volvió a su despacho, sintiéndose aliviada. No había ningún jardín en el Titanic, ninguna niebla, y Maisie no era la única ECM que había visto niebla. Aparecía como una categoría separada en uno de los libros, Absortos en la luz. Leyó la sección: “Varios pacientes describen haber estado en un lugar abierto, indefinido, neblinoso. Algunos dicen que está oscuro, como niebla de noche, otros que esta iluminado. Casi todos lo describen como un lugar frío y aterrador. Es claramente el Purgatorio, y los que lo ven pueden ser descritos como no religiosos o no salvados.”

Joanna cerró el libro de golpe y hizo una búsqueda global de “niebla” y repasó las referencias. “Hacía frío —había dicho Paul Smetzer—, y había tanta niebla que no podía verme las manos delante de la cara.”

Paul Smetzer. El nombre le sonaba de algo. Recuperó su archivo y leyó el testimonio completo. Oh, sí, Paul. “… no podía verme las manos delante de la cara. Naturalmente, si estaba muerto, supongo que no tendría manos, ;no? Ni cara, ya puestos.”

Paul Smetzer, el Ricky Inman de las ECM. También le había dicho que había visto a un ángel “casi tan guapo como usted”, y que le preguntó si era cierto que no había sexo en el cielo, “porque si es verdad, quiero irme al otro sitio”, le dijo.

Sus comentarios podían ignorarse, pero no era el único que había mencionado la niebla: “Había gente allí, pero no pude ver quiénes eran a causa de la niebla.” “No, estaba oscuro (débil respuesta a la pregunta que Joanna le hizo a Ray Gómez para que describiera el túnel) y todo borroso, como si hubiera niebla o algo.” “Estaba flotando en una especie de niebla.”

Y definitivamente no había habido niebla alguna aquella noche.

Sólo para asegurarse, Joanna llamó a Kit, pero su teléfono seguía comunicando. Imprimió la lista de referencias a la niebla para llevársela a casa y empezó a recoger sus cosas. Sonó el teléfono.

—Hola, soy Richard —le dijo el contestador—. Sólo quería decirte que la señora Troudtheim va a venir mañana a las cuatro si no… Ella descolgó el teléfono.

—Hola, estoy aquí.

—Oh, suponía que ya te habrías ido a casa. Me pasé antes y no vi luz bajo tu puerta.

—No, sigo aquí. He estado trabajando con el archivo de las transcripciones —dijo, lo cual en parte era cierto—. Creí que no ibas a volver a someter a la señora Troudtheim a la prueba hasta que hubieras descubierto por qué es expulsada sin motivo.

—No iba a hacerlo, pero cuando le hablé a la doctora Jamison del DABA, sugirió que hablara con el doctor Friedman del St. Anthony’s. Ha trabajado extensamente con DABA y sucedáneos. Dijo que el DABA por sí solo no podía inhibir las endorfinas, pero combinado con cortisol sí.

—¿Y la inhibición de endorfinas es lo que podría estar expulsándola?

—No lo sé todavía. Le pregunté por la teta-asparcina también, pero no es un inhibidor. Su especialidad son los inhibidores, así que no sabía mucho de eso. Dijo que pensaba que tenía una función reguladora y que se ha sintetizado una versión artificial. Tengo que investigar, pero no hasta que haya comprobado las ECM de la señora Troudtheim para ver si el cortisol ha estado presente en todas ellas. Si es así, hay varias formas de contrarrestar el cortisol y mantenerla bajo los efectos. Así que te veré mañana a las cuatro.

A las cuatro. Para entonces, sabría una cosa u otra. O tal vez antes, si lograba contactar con Kit. La volvió a llamar sin éxito y, en cuanto llegó a casa, levemente preocupada, lo siguió haciendo a intervalos de quince minutos hasta que finalmente la localizó.

—Oh, me alegro de que hayas llamado —dijo Kit—. Quería pedirte disculpas por dejar el libro al alcance del tío Pat. No te reprocho que te marcharas así.

—Ese no fue el motivo… —dijo Joanna, pero Kit no estaba escuchando.

—Fue una estupidez inconcebible. Lo había escondido una vez. Obviamente iba a tratar de esconderlo otra. No te reprocho que estés enfadada.

—No estoy enfadada…

—Bueno, pues deberías. Todavía no lo he encontrado, y he mirado absolutamente por todas partes. Debajo de los radiadores, dentro…

—La verdad es que no te llamaba por el libro de texto.

—Oh, claro, quieres saber las respuestas a las preguntas que me hiciste. No había ninguna biblioteca como tal, pero sí una sala de lectura y escritura en la Cubierta de Paseo que tenía estanterías y escritorios, y estaba ¡unto al Vestíbulo de Primera Clase, que tenía un bar. Y, sí, Scotland Road era un pasillo de la tripulación en la Cubierta E que recorría casi toda la longitud del barco. Era…

—Necesito saber algo más. ¿Sabes si esa noche había niebla?

—No —respondió Kit inmediatamente—. Estaba completamente despejado. Y sin viento. Uno de los supervivientes describió el agua como si fuera un lago. Por eso no vieron olas golpeando el iceberg.

—¿Y no pudo haber niebla más tarde? ¿Después de que chocaran?

—No —dijo Kit igual de rápido—. Todos los supervivientes dijeron que fue la noche más clara que habían visto jamás. Estaba tan clara que se veían las estrellas hasta el horizonte. ¿Quieres que lo averigüe?

—No, ya es suficiente. Gracias. Me has dicho lo que quería saber.

“Lo que va sabía”, pensó después de colgar, y eso, combinado con las imagen frecuente del jardín, significaba que el señor Briarley estaba equivocado.

No, no equivocado respecto a por qué ella había visto el Titanic. Tenía razón, era el reflejo de la muerte. Equivocado sólo en que no todo el mundo, gracias a Dios, estaba condenado a verlo, y tal vez Kit tuviera razón y Greg Menotti estuviera hablando de algo que no tenía nada que ver con el Carpathia.

“Eso espero —pensó, mientras se dirigía a su despacho a la mañana siguiente—. Eso espero.”

Su contestador automático parpadeaba histéricamente. Se quitó el abrigo y pulsó “play”. Richard, diciendo:

—Tish tenía problemas a las cuatro. He pasado a la señora Troudtheim a las dos. Llámame si no te viene bien. Ronald Fanshawe. El señor Mandrake.