Era un buen intento. Incluso tenía sentido, hasta cierto punto. “Tenía tanta prisa que casi me atropello”, había dicho el señor Wojakowski. Y tal vez iba a decirle “algo bueno”, algo que uno de sus sujetos le había dicho, pero fuera lo que fuese, había quedado anulado por la realidad de lo que le estaba ocurriendo, el pánico y el terror de quedarse atrapada a bordo. “SOS”, había dicho, y no había ninguna duda acerca de lo que significaba, a pesar de los bienintencionados argumentos de Vielle. Significaba: “Estoy en el Titanic. Nos hundimos.”
—Creo que deberías intentar averiguar que era eso que iba a decirte —dijo Vielle, y se fue, esta vez definitivamente.
Pero vinieron más personas, trayendo libros y consejos. La señora Dirksen, de Personal, con un ejemplar de Siete estrategias contra la pena.
— No es sano estar sentado aquí solo. Tiene que salir y relacionarse con gente, intentar no pensar en ello.
Y Ann Collins con Palabras de Consuelo para tiempos difíciles.
— Dios nunca envía más de lo que puedes soportar.
Y alguien de Relaciones de personal con un panfleto del Taller para enfrentarse al estrés postraumático que el hospital había previsto para el miércoles.
Y una muchachita de aspecto frágil con el pelo corto y rubio. Su fragilidad, su juventud fueron de algún modo la gota que desbordó el vaso, y Richard la interrumpió enfadado cuando ella tartamudeó:
— Soy… era amiga de Joanna Lander. Me llamo Kit Gardiner y he venido…
— ¿A decirme que no fue culpa mía, que no hay nada que hubiera podido hacer? ¿O que al menos fue rápido y no sufrió? ¿O cómo Dios aprieta pero no ahoga? ¿O tal vez todo a la vez?
— No. He venido a traerle este libro. Es…
— Oh, claro, un libro —dijo el, enfadado— La respuesta para todo. ¿Cuál es? ¿Cinco fáciles pasos para olvidar?
No sabía qué esperaba. ¿Que ella pareciera herida y sorprendida, las lágrimas asomándole en los ojos, que cerrara la puerta de golpe y le dijera que se fuera al infierno?
No hizo nada de eso. Lo miró tranquilamente, sin rastro de lágrimas en los ojos, y luego, en tono amistoso, dijo:
— Abofeteé a mi tía Martha. Cuando mi prometido murió. Me dijo que Dios lo necesitaba en el cielo, y yo fui y la abofeteé, a una mujer de sesenta años. Dijeron que estaba fuera de mí por la pena, que no sabía lo que hacía, pero no era verdad. La gente te dice cosas increíble;. Se merecen que las abofeteen.
Y se la quedó mirando, aliviado.
—Ellos…
— … te dicen que lo superarás —dijo Kit— Lo sé. Y que es insano estar trastornado. Y que no deberías echarte la culpa, que no fue culpa tuya…
— Que no pudiste hacer nada —dijo él— Pero es mentira. Si hubiera llegado antes, si hubiera tenido conectado el busca… —Se detuvo, temeroso de pronto de que ella fuera a decir: “No podría haberlo sabido. Pero no lo dijo.
—Todos me dijeron que no fue culpa mía. Excepto el tío Pat. —Calló, contemplando el libro que traía, y luego continuó—: Es terrible que te digan que no es culpa tuya cuando sabes que lo es. Mire —dijo, y se encaminó hacia la puerta—, vendré en otro momento. Tiene muchas cosas que hacer.
No, espere. Lamento haber sido tan brusco. Es que…
—Lo se. Mi madre dice que es porque no saben qué decir, que sólo intentan consolarte, pero el tío Pat dice… dijo que no hay ninguna excusa para que te digan cosas estúpidas como que lo superarás. —Lo miró. No se supera, sabe. Nunca. Te dicen que te sentirás mejor también. Tampoco es cierto.
Sus palabras deberían de haber sido deprimentes, pero extrañamente le resultaron reconfortantes.
— Uno piensa que las cosas no pueden empeorar, y entonces empeoran” —dijo él, citando a Vielle. Kit asintió.
— Encontré este libro que Joanna me pidió, el día en que la mataron. La llamé y me ofrecí a traérselo, pero me dijo que no, que iría a recogerlo más tarde.
“Y si le hubieras traído el libro, tal vez no hubiera estado en Urgencias cuando el adolescente sacó el cuchillo”, pensó Richard, maravillado de cómo todo el mundo encontraba un modo de echarse la culpa. Si los vigías hubieran visto el iceberg cinco minutos antes, si el oficial de comunicaciones del Carpathia no se hubiera ido a la cama, si el Carpathia hubiera estado más cerca.
Era sorprendente cuánta culpa y responsabilidad y cuántos “si” había para repartir.
Pero quedaba el hecho de que iban demasiado rápido, de que no había suficientes salvavidas, de que él había desconectado su busca.
— Fue culpa mía, no suya —empezó a decir, pero ella estaba todavía hablando.
— Llevaba semanas buscándole el libro y, cuando lo encontré, fue demasiado tarde para que le resultara de ayuda. Quería tanto descubrir qué causaba las experiencias cercanas a la muerte, cómo funcionaban. Por eso le he traído el libro. Ella no tuvo posibilidad de terminar lo que empezó, pero tal vez le ayude a usted en su investigación.
Le ofreció el libro.
El no lo tomó.
—He clausurado el proyecto —dijo. Y ahora ella diría: “Eso es lo que ahora cree.” No lo hizo.
—Es el libro de texto que usaban en la clase de lengua de Joanna —dijo, como si él no hubiera hablado—. Mi tío era su profesor en el Instituto. Joanna me pidió que lo buscara. Creía que en él podía haber algo que hacía que sus ECM tomaran la forma del Titanic. —Le tendió el libro.
—No lo necesito. Ya sé la respuesta.
—He hablado con Vielle —dijo ella—. Me contó su teoría, que cree que ella estuvo de verdad en el Titanic.
—No lo creo. Lo sé.
—Joanna no lo creía. Tensaba que el Titanic era un símbolo de algo. Estaba intentando averiguar de qué. Por eso necesitaba el libro.
—Lo dejó en la mesa entre ambos—. Estaba convencida de que algo que dijo mi tío Par en su clase había provocado la imagen del Titanic, pero él tiene Alzheimer y no puede recordarlo, así que me pidió a mí que la ayudara. Estaba convencida de que había alguna relación entre eso y la naturaleza de las experiencias cercanas a la muerte, y que el libro la ayudaría a averiguar por qué estaba viendo el Titanic.
—Sé por qué lo estaba viendo. Porque era real. Tengo verificación externa.
—¿Se refiere a que ella dijo “SOS”? Eso podría significar montones de…
—No.
—¿Entonces qué?
—Porque fui tras ella.
Se lo quedó mirando durante un largo instante.
—¿Tras ella? ¿Qué quiere decir?
—Quiero decir que me sometí al tratamiento para in tentar salvarla.
—Indicó el escáner TPIR, la mesa de reconocimiento entre ambos—. Autoinduje una ECM y fui tras ella para intentar traerla de vuelta.
— Fue usted tras ella —dijo Kit, esforzándose por comprender—. ¿Al Titanic?
—No —contestó él amargamente—. Llegué demasiado tarde para eso.
—No entiendo.
—Al parecer hay diversos infiernos. El mío fue encontrarme en medio de una multitud en las oficinas de la White Star y escuchar a un oficial leer los nombres efe los pasajeros que se habían perdido.
—¿Estuvo usted allí?
—Estuve allí. Sucedió de verdad. Ella se hundió con el Titanic. Y me pidió ayuda. Y llegué demasiado tarde.