— ¿Joanna? Demonios, no. Tenía el aspecto que solía tener mi camarada Frankie Cocelli durante una batalla. Era un tipo delgadito, parecía que lo podías romper por la mitad, pero no tenía miedo de nada. “¡Dejádmelos!”, gritaba cuando sonaban las sirenas, y empezaba a moverse y parecía que no podía esperar a que le dispararan. Y lo hicieron, claro. ¿Le he contado alguna vez, lo que hizo cuando aquel Zero de los japos?…
— ¿Y qué aspecto tenía Joanna? —insistió Richard— ¿Ansiosa? ¿Nerviosa?
— Sí. Dijo que tenía que encontrarlo a usted, que tenía algo importante que decirle.
— ¿Pero no dijo qué?
— No. Pues va ese Zero y…
Richard divisó a Vielle, justo tras la puerta.
— Disculpe —dijo, y se abrió paso hacia ella entre la multitud— Te he estado buscando.
— Estaba fuera con Kit. Tuvo que llevarse a su tío a casa —dijo Vielle— No paraba de preguntar quién había muerto, una y otra vez. —Sacudió la cabeza— Pobre hombre. O tal vez es el afortunado. Al menos no recordará este funeral.
—Tengo que hablar contigo. Necesito saber exactamente que le dijo Joanna en Urgencias.
—Si te preocupa lo que ha dicho Mandrake, olvídalo. Está mintiendo. Joanna nunca le dijo voluntariamente dos palabras en su vida, mucho menos que las ECM fueran un mensaje del Otro Lado.
—Lo sé —dijo el, impaciente—. Necesito saber que te dijo.
—No tiene sentido que te tortures…
—Las palabras exactas. Es importante. Ella lo miró con curiosidad.
—¿Ha ocurrido algo?
—Eso es lo que estoy intentando averiguar. ¿Qué dijo? Exactamente.
—dijo: “Dile a Richard…” —dijo Vielle, entornando los ojos en un esfuerzo por recordar—. “Es…” El residente estaba intentando abrirle una vía para que respirara y ella lo apartó. Y luego: “SOS. SOS.”
El se sacó un bolígrafo del bolsillo y anotó las palabras en el programa de la ceremonia.
—”Dile a Richard… es… SOS, SOS.” ¿Eso es todo?
—Sí. No. Justo antes, me agarró la mano y dijo: “Importante.” Importante.
—¿Estás bien?
—Sí —dijo él, contemplando el papel. Dile a Richard que es… ¿que? ¿Qué estaba intentando decir cuando la interrumpieron para ponerle la vía de aire?
—Mira, no creo que sea buena idea que te quedes solo ahora, sobre todo después de esta parodia de funeral —dijo Vielle, y vio al otro lado de la sala a Mandrake y la hermana de Joanna—. El oficial Washington y yo vamos a ir a comer algo. ¿Por qué no vienes con nosotros?
—No. Tengo que volver al hospital.
Se dirigió rápidamente al aparcamiento y consiguió que la señora Duksen, de Personal, lo llevara.
—¿No ha sido un sermón maravilloso? —le preguntó ella—. Me encamó la música.
—Umm —dijo él, sin escuchar. Dile a Richard que es… Importante, había intentado decirle algo. Algo importante.
¿Pero y si él estaba fabulando? ¿Manipulando sus palabras para no tener que enfrentarse al hecho de que ella estaba pidiéndole ayuda? “El problema con las ECM es que no hay manera de conseguir información externa”, había dicho Joanna.
Y las palabras del señor Mandrake fueron maravillosas —dijo la señora Dirksen. Llegaron al aparcamiento del hospital—. ¿No le parece?
— Gracias por traerme —dijo Richard, y tomó por el atajo para llegar al laboratorio.
Acercó una silla al armario, se subió encima, y buscó en lo alto, estirando el brazo. No había nada. Palpó por toda la parte superior con la palma de la mano y luego llegó hasta la pared y barrió con la mano hasta el borde.
Era un trocito de cartón. Lo atrajo con los dedos hasta que pudo atraparlo. Era una postal de una puesta de sol tropical, rosa chillón, roja y dorada, con palmeras recortadas contra el océano anaranjado. Le dio la vuelta, temeroso de lo que pudiera decir, pero no era la letra de Joanna.
En la parte superior alguien había escrito, con letra clara y picuda, una cosa debajo de la otra: “Pretty Woman, Titanes, Lo que la verdad esconde.” La otra letra, que tampoco era de Joanna, apenas era un garabato ininteligible. No pudo leer la firma, y le costó trabajo entender el mensaje. “Me lo estoy pasando maravillosamente. Ojalá estuvieras aquí.”
Un mensaje de los muertos.
Bajó de la silla, enchufó el teléfono y buscó el número de Kit Gardiner.
— Kit —dijo cuando ella contestó—. Necesito que venga al hospital. Y traiga el libro.
46
Decidme si se ha hecho algo alguna vez.
Se reunieron en la cafetería. Richard llamó a Vielle en cuanto terminó de hablar con Kit, y ella lo sugirió para que estuvieran cerca de Urgencias por si la llamaban al busca.
—Si está abierta —añadió—. Cosa que dudo.
Sorprendentemente, lo estaba. “Joanna nunca se lo habría creído”, pensó Richard, y fue la primera vez que pensó en ella y no sintió un golpe en el estómago.
La cafetería estaba casi vacía. “Porque todo el mundo da por supuesto que está cerrada”, pensó Richard, poniéndose en la fila para recoger su calé, pero Vielle dijo, mientras llenaba de Coca-Cola un vaso de papeclass="underline"
—Todo el mundo está en el taller para afrontar el estrés postraumático.
Pagaron a una cajera de aspecto aburrido uniformada de rosa y se sentaron en la mesa del fondo, donde Kit les estaba esperando.
—Bueno —dijo Vielle, depositando el refresco sobre la mesa— ¿Por dónde empezamos?
—Reconstruyamos los movimientos de Joanna ese día —propuso Richard—. La última vez que la vi estaba en su despacho. Estaba transcribiendo entrevistas. Fui a decirle que iba a reunirme con la doctora Jamison a la una, pero que volvería a tiempo para la sesión con la señora Troudtheim. Estaba en su despacho, transcribiendo entrevistas. Eso fue a las once y media. Poco después de la una le dijo al señor Wojakowski que tenía que decirme algo importante, tan importante que no podía esperar a que yo volviera al laboratorio, aunque le había dicho que estaría allí antes de las dos.
—Yo hable con ella por teléfono a eso de las once y media —dijo Kit—. Debió de ser justo antes o después de que Ja viera.;. Llamé para decirle que había encontrado el libro que me había pedido que buscara.
—¿Y cómo te pareció que estaba?
— Atareada. Distraída.
—¿Pero no nerviosa? —intervino Vielle. Kit negó con la cabeza.
—El señor Wojakowski dice que cuando la vio tenía prisa, que estaba muy nerviosa —dijo Richard—. Y Diane Tollafson la vio entonces, bajando a Urgencias, lo que nos deja un margen de una hora y media.
Vielle sacudió la cabeza.
—Una hora. Hablé con Susy Coplis. Dice que vio a Joanna entrar en el ascensor a la una menos diez, también con prisa.
—¿Y nerviosa? —preguntó Richard. Vielle negó con la cabeza.
—Sólo vio a Joanna de espaldas, pero Susy iba a tomar el mismo ascensor, y también tenía prisa, porque volvía tarde de almorzar, pero Joanna tenía tanta prisa que cuando Susy llegó al ascensor las puertas ya se habían cerrado.
—¿Vio a qué planta iba Joanna?
—Sí —respondió Vielle, complacida—, porque tuvo que quedarse allí y esperar a que volviera. Dice que subió directamente a la octava.
—¿Que hay en la octava? —preguntó Kit.
—El despacho de la doctora Jamison —informó Richard—. Obviamente subió allí buscándome y encontró la nota que la doctora Jamison había dejado en la puerta, diciendo que había bajado a Urgencias, y supuso que yo también había bajado.