Выбрать главу

—Entonces iba de camino cuando se encontró con el señor Wojakowski —intervino Kit.

—Sí —dijo Richard—. ¿En qué planta estaba Susy cuando la vio?

— La tres-oeste —dijo Vielle.

—La UCI está en el ala oeste, ¿no? —preguntó Richard, y Vielle asintió—. ¿Llamaste a Joanna diciéndole que algún paciente había entrado en parada esa mañana?

—No, no tuvimos ningún caso de parada en Urgencias ese día… esa mañana —se corrigió Vielle, y Richard supo que estaba pensando en la alarma que zumbaba mientras atendían a Joanna.

—¿Pero no podría haber entrado en parada un paciente después de que lo enviaran a planta? —preguntó rápidamente—. ¿Tuvisteis algún infarto esa mañana?

—No recuerdo. Comprobare a ver si tuvimos algún caso de gravedad —dijo ella, anotándolo—. Y averiguare si alguien entró en parada en la UCI o la UCI cardíaca ese día. Si fue así, puede que alguna de las enfermeras le telefoneara.

— Y si cuando los entrevistó le dijeron algo —dijo Kit.

—Sí. ¿Hay alguna manera de descubrir quién entró en parada ese día, y no sólo en la UCI o la unidad cardíaca? —le preguntó Richard a Vielle.

Hila asintió.

—¿No podría Joanna haber hablado con un paciente al que hubiera entrevistado antes, y haber descubierto algo nuevo? —dijo Kit—. ¿O descubrir algo en la transcripción y por eso fue a verlos? Dijiste que estaba transcribiendo entrevistas cuando la viste.

Richard asintió.

—¿Sabes si alguno de sus sujetos anteriores sigue en el hospital? —le preguntó a Vielle.

— La señora Davenport —respondió Vielle, pero Richard dudaba muy mucho que Joanna hubiera ido voluntariamente a ver a la señora Davenport, o creyera nada de lo que ésta tuviera que decirle. ¿A quién más había mencionado? La señora Woollam. No, la señora Woollam había muerto. Tendría que comprobar los nombres en las transcripciones, era improbable que alguno de los casos que había entrevistado en las ultimas semanas siguiera en el hospital en esa época de recortes presupuéstanos, pero anotó que tenía que comprobar los nombres en las transcripciones.

—Todavía tenemos una hora por explicar —dijo Richard—. Vielle, ¿no has encontrado a nadie más que viera a Joanna durante ese tiempo? Todavía no.

—¿Y Maurice Mandrake? —preguntó Kit. Richard y Vielle se volvieron a mirarla.

—En el funeral, dijo que habló con Joanna.

—Estaba mintiendo —dijeron los dos a la vez.

—Ya se que mintió en lo que dijo Joanna, ¿pero no hay ninguna posibilidad de que sea verdad que la vio?

— Tiene razón —dijo Vielle—. Joanna pudo haberse topado con él accidentalmente, y si ése es el caso, Mandrake podrá decirnos en qué parte del hospital estaba y qué dirección tomó.

“Para alejarse de él lo más rápido posible”, pensó Richard.

— Muy bien —dijo.

— Joanna tal vez encontrara algo en las transcripciones y fue a interrogar a alguien, pero ¿no pudo haber descubierto algo en ellas y fue a buscarle, por si la respuesta estuviera en las transcripciones? —dijo Vielle.

Richard negó con la cabeza.

— Habría ido al laboratorio y luego subido al despacho de la doctora Jamison en la octava, no bajado a la tres-oeste.

— Oh, es verdad —dijo Vielle— Espera, Kit llamo y le dijo a Joanna que había encontrado mi libro. Joanna pudo intentar ir a recogerlo y bajó al apareamiento y entonces pensó en algo que había visto en las transcripciones. No, eso tampoco la habría llevado al ala oeste.

— Y me dijo que no iba a poder recoger el libro hasta después del trabajo.

— Puede que cambiara de opinión —dijo Vielle, pero Kit volvía a negar con la cabeza.

—No mostró ningún interés en el libro. La primera vez que lo encontré se entusiasmó, dijo que vendría a recogerlo inmediatamente. Esta vez me dio la impresión de que no le importaba.

—¿Que dijo? —pregunto Richard—. ¿Sus palabras exactas?

— Dijo que estaba muy ocupada y que no sabía cuándo podría ir a recogerlo —dijo espacio, tratando de recordar—. Dijo: “Las cosas están un poco revueltas por aquí.” Pero no parecía que estuviera atareada y agobiada.

— ¿Cómo parecía?

Distraída. Cuando le mencione el libro, me dio la impresión de que no sabía de qué le estaba hablando. Parecía… distante, preocupada. No feliz, ni nerviosa, desde luego.

—¿Y no dijo por qué estaba ocupada ni en que estaba trabajando?

— No —dijo Kit, pero vacilo antes de responder, sin mirarlo a la cara.

Dijo algo. Tenemos que oírlo, aunque sea malo. ¿Qué dijo? Kit jugueteo con la pajita de su coca cola.

—Me pregunto si había descubierto si hubo algún incendio en el Titanic.

—¿Un incendio? dijo Vielle, incrédula—. El Titanic choco contra un iceberg, no se incendió.

Lo se, pero ella quería saber si había habido algún incendio a bordo después de chocar con el iceberg.

—¿Lo hubo?—preguntó Richard, curioso.

—Sí y no —respondió Kit—. Había el rescoldo de un fuego en el carbón de la Sala de Calderas Número 6 desde antes de que el barco zarpara, y había chimeneas en el vestíbulo de primera clase y en la sala de fumadores, pero no se produjo ningún incendio fatal.

—Has dicho que te preguntó si lo habías descubierto. ¿Te lo había preguntado antes? Kit asintió.

—El día que encontré el libro. La primera vez, quiero decir. Lo encontré cuatro días antes pero, cuando ella vino a recogerlo, mi tío lo había vuelto a esconder.

—¿Y te preguntó por los incendios entonces?

—Sí.

“Y cuatro días más tarde seguía sobre la misma pista —pensó Richard—. Fuera cual fuese.”

—Ese fue el día en que la vi subir a un taxi —dijo Vielle—. Parecía tener muchísima prisa, Y no llevaba el abrigo, ni el bolso. Kit, ¿llevaba abrigo cuando fue a verte?

—No, sólo una rebeca, pero no vino en taxi. Vino en su coche.

—¿Y te preguntó por incendios en el Titanic?—preguntó Richard.

—Sí, y le dije que no sabía de ninguno, pero que lo comprobaría.

—¿Y estás segura de que fue en su propio coche y no en taxi? —preguntó Vielle.

—Sí, porque se marchó con mucha prisa. Cuando bajé las escaleras después de buscar el libro, dijo que tenía que irse, y salió y se metió en el coche sin despedirse siquiera. Pensé que se había trastornado porque mi tío le había dicho algo… lo hace a veces, no puede evitarlo, es la enfermedad… o porque yo no pude encontrar el libro…

Vielle sacudió la cabeza.

—Ya estaba trastornada cuando yo la vi. Me pregunto adonde iría en aquel taxi. ¿A qué hora llegó a tu casa?

—A las dos.

—¿Estás segura? —preguntó Vielle, frunciendo el ceño.

—Sí. Me sorprendió verla. Me había dicho antes que iría por la tarde. ¿Por qué?

—Porque era la una menos cuarto cuando subió al taxi, y tendría que haber ido a otro sitio, fuera cual fuese, y luego volver, tomar su propio coche y llegar hasta tu casa… ¿A qué distancia está del hospital?

—Veinte minutos.

—Veinte minutos, a las dos. El cual significa que a donde fue en taxi tuvo que estar sólo a unas pocas manzanas de distancia. ¿Qué hay a unas pocas manzanas del hospital?

—¿Adónde quieres ir a parar, Vielle? —preguntó Richard—. ¿Crees que descubrió lo que fuera cuatro días antes en vez del día en que la mataron?

—O una parte —dijo Vielle—, y luego se pasó los siguientes tres días intentando averiguar la otra parte, o intentando demostrar lo que había descubierto. Y tenía algo que ver con un incendio en el Titanic.