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—Pero no hubo ningún incendio en el Titanic —dijo Kit—, al menos no de la clase que ella quería. Cuando le hablé de la Sala de Calderas 6 me preguntó si había causado mucho humo y, como le dije que no, me preguntó si había habido algún otro incendio. Y no estaba excitada. Parecía preocupada e inquieta. ¿Instaba excitada cuando la viste subir al taxi, Vielle?

—No —concedió Vielle—. La vi esa noche después de que volviera, y parecía que había recibido malas noticias. Me preocupé por ella. Temí que el proyecto la estuviera haciendo enfermar.

Y cuatro días después, excitada y feliz, corrió a la muerte en su ansia por contarle algo.

—¿Han terminado con esto? —dijo una voz. Richard se dio la vuelta. La mujer de la cafetería estaba allí de pie, señalando el café.

Él asintió, y la mujer retiró el café y las Coca-Colas de la mesa y la limpió con un trapo gris.

—Tienen que terminar. Cerramos dentro de diez minutos —dijo, y se dirigió hacia la puerta.

—Necesitamos más tiempo —dijo Vielle. Richard sacudió la cabeza.

—Lo que necesitamos son más datos. Tenemos que averiguar adonde fue en el hospital.

—Y en ese taxi —dijo Vielle. Richard asintió.

—Necesitamos averiguar qué estaba haciendo en la tres-oeste, qué estaba buscando en las transcripciones…

—Y qué sucedió entre ella y mi tío cuando yo estaba en el piso de arriba —dijo Kit.

—¿Lo recordará él?

—No lo sé. A veces responde una pregunta directa, si es lo bastante casual… Lo intentaré.

—Quiero que revises el libro de texto también —dijo Richard—, a ver si encuentras algo sobre el Titanic.

—Pero ella había perdido el interés en ese libro.

—Tal vez, o tal vez, ya había recordado lo que era y no lo necesitaba —dijo Richard—. Y mira a ver qué puedes averiguar sobre un incendio. El barco se estaba inclinando. Tal vez, una vela en uno de los camarotes se volcó y prendió las cortinas.

—Hablaré con el personal —dijo Vielle—, por si alguien entró en parada ese día, y si alguien más vio a Joanna. E intentaré encontrar al conductor del taxi que tomó.

—Y yo repasaré las transcripciones —dijo Richard.

—No —dijo Kit, y él la miró sorprendido—. Yo puedo repasar las transcripciones. Tú tienes que seguir con la investigación.

—Averiguar lo que ella dijo es más importante… —empezó a decir Richard.

Ella sacudió la cabeza violentamente.

—Sólo hay una cosa que Joanna pudo tener que decirte que fuera tan importante para no poder esperar, y es que descubrió qué es la ECM, y cómo funciona.

—¿Cómo fun…? —dijo Richard—. Pero Joanna no sabía leer los escaneos ni interpretar los ciatos de neurotransmisores… Kit lo interrumpió.

—Tal vez, no el mecanismo en sí de la ECM, sino su esencia, la conexión, ella estaba decidida a averiguar qué dijo mi tío en clase sobre el Titanic, estaba convencida de que era la clave de la ECM, de cómo funcionaba. Por eso quería el libro de texto, porque pensaba que podría ayudarla a recordar —dijo Kit, y su convicción le recordó a Joanna, diciendo: “El Titanic significa algo. Lo sé.” Y él había dicho: “Es una sensación sin contenido. Está causada por el lóbulo temporal.”

—¿Crees que descubrió la conexión? —preguntó Richard. Kit asintió.

—Es lo único que la habría hecho intentar con tanta insistencia decírtelo cuando la… —Kit vacilo—. Tuvo que haber recordado la conexión. Tal vez encontró algo en las transcripciones, o alguien con quien hablo dijo algo que hizo saltar la chispa, pero fuera lo que fuese, tuvo que ver con las ECM y los escaneos, así que tienes que seguir trabajando en ellos.

— Muy bien —dijo el—. Hablaré también con la señora Davenport. ¿Qué más?

—Tienes que comprobar sus mensajes —dijo Vielle—. Puede que la haya llamado alguien. La gente que había experimentado ECM la llamaba continuamente.

Richard anotó “contestador automático” y “centralita”.

—Nos reuniremos otra vez,… ¿cuándo? ¿El viernes? ¿Nos da eso tiempo a todos?

Kit y Vielle asintieron.

—¿El mismo sitio, y la misma hora? —preguntó Vielle.

—Cerramos los viernes —dijo la mujer de la cafetería desde la puerta. Señaló su reloj—. Cinco minutos.

—En el laboratorio —dijo Richard, colocando la silla bajo la mesa—. O, si alguien descubre algo antes, nos llamamos y ya quedamos.

La mujer de la cafetería les abrió la puerta. Desfilaron ante su mirada desaprobadora.

—¿Quieres subir conmigo al despacho de Joanna y recoger las transcripciones? —le preguntó Richard a Kit.

—No puedo —dijo ella, mirando ansiosamente la hora—. Eldelcare sólo puede quedarse hasta las cuatro. Vendré a por ellas mañana por la mañana. ¿Te vendrá bien a las diez?

—Claro.

—Te veré entonces —dijo ella, y corrió hacia el ascensor.

—Y yo tengo que volver a Urgencias —dijo Vielle—. Te llamaré si descubro quien más vio a Joanna.

Se encaminó hacia las escaleras. A medio camino, se detuvo.

—¡Maldición! —exclamo, y regreso junto a Richard.

—¿Qué pasa?

—Siempre se me olvida que no puedo llegar desde aquí —dijo, exasperada—. Están pintando la primera planta entera. Está completamente bloqueada. —Fue hacia el ascensor—. Tengo que subir a la segunda y tomar el ascensor de servicio para bajar.

Y ése era exactamente el problema, se dijo él, mirándola. La mitad de las escaleras y pasillos de conexión del hospital estaban bloqueados en momentos determinados, e incluso cuando no lo estaban era casi imposible llegar de una parte del Mercy General a otra. Y Joanna tenía a Mandrake pisándole los talones. Tal vez, se hubiera colado en un ascensor o recorrido un pasillo para evitarlo, o tomado un atajo para evitar un pasillo bloqueado. Lo cual significaba que el hecho de que la hubieran visto en la tres oeste no significaba nada. A menos que consiguieran un plano de trabajos del Mercy General, y no un plano cualquiera: uno diario del Mercy General. Lo que significaba hablar con Mantenimiento.

Bajó al sótano y hablo con un hombre llamado Podell, quien evidentemente creyó que Richard iba a quejarse por algo y que, a regañadientes, le mostró un plan de trabajo.

—Puede que no hayan estado pintando donde dicen. Pero era un comienzo. Richard copió el plan y se lo guardó en el bolsillo.

—¿Tiene usted un plano?

Podell lo miro con incredulidad.

—¿Del Mercy General?

Richard se contentó con preguntarle cuál era el camino más rápido para llegar a la tres-oeste, y anotó cuidadosamente sus instrucciones. Luego subió a planta para ver a la señora Davenport. No estaba: le estaban haciendo un TAC. Richard preguntó cuánto tiempo tardaría en volver y cómo podría llegar a la octava planta. Anotó también esas instrucciones y dibujó los principios de un plano rudimentario de pasillos y ascensores por el camino.

Hizo lo mismo en la octava, abriendo puertas a varios trasteros y salas de almacenamientos y cuando encontró una escalera la siguió hasta donde llegaba. Para cuando regreso al laboratorio, el papel era un laberinto de rayas y cuadros entrecruzados. Metió los datos en el ordenador, esbozó plantas y pasillos, marcó las rutas que había seguido y las que conocía, y destacó las secciones que tenía que rellenar.

Iodo lo cual era una complicada manera de perder el tiempo para no tener que entrar en el despacho de Joanna y recoger las transcripciones. Pero Kit vendría por la mañana a buscarlas y tenía que hacerlo tarde o temprano, tomó las llaves y bajo al despacho.