— Todo entero —dijo.
— Es de vainilla —se quejó Maisie—. ¿No lo hay de chocolate?
— Todo entero —dijo Lucilo., y salió.
—Odio la vainilla —murmuró Maisie, y apartó la lata—. Apuesto a que el señor Mandrake sabrá quiénes son los ECM. Podríamos ir a preguntarle…
— No vas a ir a ninguna parte, Maisie. Lo digo en seno —le advirtió Richard—. No vas a hacer otra cosa sino descansar y ponerte fuerte para que estés preparada para tu nuevo corazón. Kit y yo averiguaremos con quién habló Maisie.
— Yo no haría nada —dijo Maisie, dirigiéndose a Kit—. Sólo le pediría a la gente cuando venga a verme si la vieron hablar con alguien, el tipo que limpia la papelera y esas cosas. Ni siquiera me levantaría de la cama. —Miró a Richard—. Por favor. Joanna dijo que yo era muy buena averiguando cosas.
“Y pretendes continuar, te dé permiso o no”, pensó él. Se preguntó cómo podía manejarla Joanna, y entonces se dio cuenta de que sabía cómo. La había puesto a trabajar buscando mensajes e islas del Pacífico.
— Muy bien —dijo, mirando a Kit, quien asintió—, puedes ayudarnos, pero tienes que prometer que descansarás…
— Y hacer todo lo que te digan las enfermeras —dijo Kit.
— Lo haré —dijo Maisie mansamente.
— Lo decimos en serio. Sólo tienes que hacer preguntas. No vas a hacer nada ni ir a ninguna parte.
— No me dejarán de todas formas —dijo Maisie, disgustada, y Richard se preguntó qué historia había detrás—. Lo prometo. Sólo haré preguntas.
— Muy bien. La hora que estamos investigando es después de las once y antes de las doce y cuarto.
Maisie intentó estirar la mano hacia la mesita de noche, y Kit saltó a alcanzarle el lápiz y la libreta.
— Once y doce y cuarto —dijo Maisie, anotándolo—. ¿Quiere que lo llame al busca cuando lo averigüe? Richard sonrió.
Puedes llamarme —dijo. Se sacó una de sus tarjetas del bolsillo de la bata.
¿Y si no contesta?
— Puedes dejar un mensaje en mi contestador —dijo él, y ante su mirada escéptica añadió—: Prometo que vendré en cuanto reciba el mensaje.
Miró la hora.
—Será mejor que nos vayamos —dijo Kit, poniéndose en pie—. Han pasado dos minutos.
—No puedes irte todavía. No tengo tu número —dijo Maisie—. Por si el contestador del doctor Wright no funciona.
La retrasadora maestra en acción. Anotó el número de Kit y luego el de Vielle.
—Pero no llames a Urgencias —dijo Richard severamente—. Están muy ocupados. Llámame a mí.
—Lo haré.
—Ahora bébete el Ensure y descansa —dijo Richard, y se dirigieron hacia la puerta.
—¿Sabe cómo es esto? —dijo Maisie.
—¿Qué?
—Es como el Titanic. Tuvieron que averiguar qué había sucedido gracias a la gente, sólo que estaban muertos, así que tuvieron que hablar con otra gente y averiguar qué hicieron y quién los vio y esas cosas.
Recomponiendo la tragedia, pieza a pieza, conversaciones y atisbos y últimas palabras.
—Joanna estaba loca por ti, ¿sabes? —dijo Richard, y Maisie asintió solemnemente.
—Sabía que no podía irse y dejarme.
—¿Vas a ponerte bien, Maisie?—preguntó Kit.
—Aja. Casi es la hora de que venga la señora con las revistas. Va por todo el hospital repartiendo revistas. Apuesto a que tal vez, vio a Joanna. Kit, ¿puedes ahuecarme las almohadas antes de irte?
Tardaron otros cinco minutos e hizo falta que Lucille volviera para que pudieran marcharse.
—Tienes razón —dijo Kit mientras esperaban el ascensor—. Es toda una valiente.
—¿Cómo sabias que no sabía lo de Joanna?
—Tenía la misma cara de mi tío Pat el día que le dieron el diagnóstico —dijo ella, mirando la puerta cerrada del ascensor—. Hay cosas peores que la muerte.
—Como dejar tirado a alguien. Kit lo miró.
—No vamos a dejar tirada a Joanna. Vamos a descifrar su mensaje.
¿Pero cómo, exactamente? Recomponiendo trocitos de información. Kit le trajo la lisia de referencias a jardines que Joanna había encontrado entre las transcripciones, y otra con el título “Regresos bruscos de la ECM”.
— Es de hace varias semanas. Ya lo he visto —le dijo él. Pero cuando volvió a mirarlo, advirtió en la lista el nombre de Amelia Tanaka, y cuando comprobó su testimonio con el escaneo de esa sesión, encontró que había salido del estado ECM por su cuenta., y que la teta-asparcina estaba presente.
Revisó todas sus ECM y luego empezó con las del señor Sage. El testimonio no servía de nada con el señor Sage, pero cuando Richard comprobó los escaneos, descubrió que había pasado directamente del estado ECM al despertar dos veces. Ambas veces la teta-asparcina estuvo presente. Pero no estaba presente en las ECM del señor Pearsall ni en las del señor O’Reirdon.
Trabajó con los escaneos hasta que los ojos empezaron a arderle, y entonces se marchó al ala oeste y terminó de cartografiar el resto de las plantas, preguntando a varias enfermeras y celadores.
— ¿Cómo puedo llegar más rápido a la ocho-oste desde aquí? ¿Cuál es el camino más rápido a Urgencias?
Y anotó las repuestas y fue añadiendo las rutas a su plano.
Entretanto, reflexionó sobre la lista de mensajes de Maisie. Eran casi imposibles de leer, una letanía de desastre y desesperación cada vez mayor : “Hay hielo”; “Estamos subiendo las mujeres a los botes”; “Requerimos ayuda inmediata”; “Nos hundimos rápidamente”. “SOS. SOS. SOS.”
Había una pista en alguna parte, una conexión. Joanna había tenido un motivo para pedirle a Maisie que los buscara, pero él lo entendía tan poco como los barcos que respondieron al SOS del Titanic. “¿Qué os pasa?”, había preguntado el Olympic, y luego, increíblemente: “¿Viráis al sur para encontraros con nosotros?” El Frankfurt estaba tan despistado que el telegrafista le recriminó: “¡Idiota, permanece a la escucha y atiende!” Incluso el operador del Carpathia preguntó: “¿Debo decírselo al capitán?” Idiotas obtusos, todos ellos, incapaces de comprender un mensaje perfectamente sencillo. “Igual que yo.”
Llamó Vielle.
— Encontré a alguien más que vio a Joanna. Wanda Rosso. Es radióloga. Dice que vio a Joanna en la cuatro-oeste a eso de las once y media.
— ¿Dónde en la cuatro-oeste? —preguntó Richard, recuperando el plano del Mercy General.
— Estaba entrando en un ascensor.
Había dos ascensores para pacientes y dos ascensores de servicio en la cuatro-oeste.
—¿Qué ascensor?
—No lo dijo. Supongo que el que está junto al pasillo.
—Pregúntaselo. ¿Sabía esa tal Wanda en qué dirección iba Joanna?
—No podía recordarlo —dijo Vielle—. Cree recordar que la flecha “abajo” estaba encendida, pero no está segura. Le pregunté si Joanna parecía excitada o feliz, y dijo que no notó nada, excepto que parecía tener prisa porque no paraba de mirar los números de las plantas y de dar golpéalos con el pie.
Con prisa, iba a alguna parte en el ala oeste. ¿Pero adonde? La tercera planta era Ortopedia, lo cual no parecía probable, y debajo todo eran oficinas de administración. Y esta Wanda había dicho que no estaba segura de que la flecha estuviera encendida. La cuarta era Pediatría, y no había ido a ver a Maisie. La sexta era Cardiología, una posibilidad en lo referido a las ECM, pero Joanna no se había llevado la minigrabadora consigo.
—¿Dijo si Joanna llevaba un cuaderno?
—No.
—¿Averiguaste lo de la cinta? ¿La tiene la policía?