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—No —dijo Vielle, y hubo un extraño cambio en su voy.—. Su ropa fue destruida.

—¿Destruida? ¿Estás segura? Era una prueba.

—No hay caso. El sospechoso está muerto, y hubo testigos, así que no había ningún motivo para conservarla.

—Pero no habrán tirado las cosas que llevaba en los bolsillos —dijo él—. Las habrán devuelto a sus parientes. Tal vez su hermana tenga la cinta. Y escucha, he estado pensando, puede que también haya notas. Joanna siempre tomaba notas cuando hacía las entrevistas, y sabemos que no llevaba la grabadora consigo. Puede que haya un cuaderno, un trozo de papel…

—Todo fue destruido —dijo Vielle, y su voz sonó cortante, definitiva—. En la papelera de residuos contaminados.

—¿La papelera de resi…? —dijo él, y entonces comprendió lo que Vielle había estado intentando decirle de manera implícita. La ropa de Joanna estaba empapada de sangre, y todo lo que llevara en los bolsillos se habría empapado también. Estropeado. Ilegible.

—Lo siento —dijo Vielle—. Todavía no he encontrado al taxista, pero tengo un par de pistas. Te llamaré en cuanto encuentre algo.

—Bien.

Richard regresó al Titanic y buscó “restaurante A La Carte”, “gimnasio”, “Salón Comedor de Primera Clase”. Jim Farrell, un joven emigrante irlandés, había acompañado a cuatro jóvenes que había prometido cuidar y las condujo desde tercera clase hasta la Cubierta de Botes, sorteando un laberinto de pasillos y cubiertas y escaleras, y luego regreso, incapaz de escapar él mismo.

Buscó “Cubierta de Botes”. Archibald Butt y el coronel Grade y un jugador llamado J. H. Rogers ayudaron a cargar bote tras bote, entregando bebés y niños mientras eran arriados por el costado.

Maisie no llamo, cosa que le sorprendió. En realidad él no creía que pudiera descubrir lo que Vielle, con todas sus relaciones entre el personal, no había podido esclarecer, pero no esperaba que eso la detuviera. Pero no había ningún mensaje en su contestador, ninguna llamada urgente al busca. Se preguntó si la niña estaría bien. Pareció tomarse bien la noticia de la muerte de Joanna, pero con los niños nunca se sabía, y a veces las malas noticias tardaban algún tiempo en hacer mella.

Como siguió sin llamar durante la tarde siguiente, Richard fue a verla. No estaba (le estaban haciendo un reconocimiento cardíaco), pero la enfermera, que no era la misma que los había sacado de la habitación, le dijo que estaba bien.

— Su estado de ánimo ha mejorado mucho estos últimos días —dijo, sonriendo— Memos tenido que obligarla a quedarse en la cama.

— Dígale que el doctor Wright ha venido a saludarla, ¿quiere? Y que vendré más tarde —dijo el. Dio unos cuantos pasos hacia el ascensor y luego se volvió, con aspecto adecuadamente contuso— Necesito ira Urgencias. ¿Cuál es el camino más fácil para llegar?

Repitió el proceso con una enfermera y dos celadores. Obtuvo tres respuestas completamente diferentes, y volvió al laboratorio y las añadió al plano. Tenía terminada la planta principal y toda el ala oeste, Las cuatro plantas superiores del ala este alas y el plano empezaba a parecer tan complicado como sus diagramas de los escaneos, e igual de ininteligible.

Joanna había salido de su despacho y había bajado a la dos oeste y luego subió al despacho de la doctora Jamison y, de allí, bajó a Urgencias. ¿Y entre una cosa y la otra? No tenía ni idea. Todo lo que podía deducir con seguridad era que no había ido a ningún sitio de la cuatro-oeste, va que bajaba (o subía) desde allí, y que probablemente había bajado a la cuatro-oeste desde su despacho y cruzó el pasillo. Si de verdad había salido de su despacho, si no había ido a algún otro lugar primero.

Trabajo un rato en el plano y luego hizo una serie de superposiciones de la teta-asparcina, buscando otras similitudes. No había ninguna. “Completamente aleatorio”, pensó. Pero había una conexión en alguna parte. Joanna la había visto, y estaba en algún lugar de los escaneos o las transcripciones de sus ECM. O de la de Joseph Leibrecht. Leyó el testimonio del tripulante que le había dejado Kit. Había visto una ballena y un pájaro en una jaula y manzanos en flor.

Richard volvió a los escaneos, tratando de decidir si había alguna similitud entre los que no teman teta-asparcina. No la había. Recupero del caos de su mesa la revista que había dejado la doctora Jamison y levo el artículo sobre la teta asparcina. Se había producido una versión oficial y se estaba probando para determinar su intención, todavía desconocida.

“llene algo que ver con las ECM”, pensó. ¿Pero cómo? ¿Era un inhibidor, después de todo?, o su presencia era un efecto secundario de la estimulación del lóbulo temporal o la acetilcolina?

Trabajó hasta que pudo justificar el tener que irse a casa, y entonces llamo a Kit, quien tampoco había encontrado nada.

— Decididamente tiene algo que ver con el Titanic —dijo ella, y parecía cansada, lóelas las palabras que ha subrayado tienen relación.

—¿Es la señorita Lander? —dijo el señor Briarley al fondo—. Es la segunda vez que llega tarde a clase.

— Es el doctor Wright, tío Pat —dijo Kit pacientemente.

— Dile que la respuesta es la C, la viva imagen reflejada.

—Lo haré —le dijo Kit, y a Richard—: Lo siento. Lo que estaba diciendo es que todo lo que marco, ascensor” y “gloria” y “escalera”, son cosas que describió haber visto en el Titanic durante sus ECM.

—¿Hay subrayada alguna referencia a los mensajes telegráficos?

—No, aunque la palabra mensajes aparece en casi todas las transcripciones. Tengo que colgar. ¿Alguna noticia de Maisie?

—Todavía no —respondió el, y empezó a leer otra vez, sobre el Titanic, buscando pistas. Pero lo único que encontró fueron más historias de terror: los encargados postales bajando a por mas sacas de correo y quedando atrapados por el agua; los pasajeros de tercera clase atrapados en la sentina mientras dos miembros de la tripulación guiaban a grupos pequeños por la escalera de segunda clase hasta la Cubierta, a través del vestíbulo de tercera clase, por la cubierta central, hasta el pasillo que conducía a primera clase y la gran Escalera y la Cubierta de Botes; el capitán Smith nadando hacia uno de los botes con un bebé en sus brazos y desapareciendo luego.

Richard no tuvo noticias de Maisie tampoco al día siguiente, ni al otro. Vielle llamó para decir que había hablado con Wanda Rosso, y que, en efecto, eran los ascensores de los pacientes junto al pasillo.

—Y dice, ahora que ha tenido la oportunidad de pensarlo, que recuerda haber visto a Joanna pulsar el botón para bajar.

“Apuesto a que sí”, pensó él, sacudiendo la cabeza. Un caso clásico de tabulación, de rellenar un recuerdo que no estaba allí con imágenes de otros tiempos, otros ascensores, y que no servía de nada.

—¿Y no has encontrado a alguien más en el ala oeste que la viera? —pregunto.

— No he tenido ocasión de hablar con ellos. Sigo trabajando en lo del taxista.

Muy bien, pues, él iría a preguntar. Pero nadie en la cuatro-oeste, ni en la tercera, ni en la sexta, recordaba haberla visto. Sí que averiguó algo. La quinta estaba completamente cerrada por reformas y llevaba así desde enero. Un cartel ante el ascensor decía que Rehabilitación había sido trasladada temporalmente a la segunda planta del edificio Brightman.

Volvió al laboratorio y lo marcó en el plano, agradecido de poder eliminar algo. Y al menos había acotado la zona a la que ella había podido ir en el ala oeste. A menos que hubiera bajado a la segunda y al pasillo hasta la principal.

Se rindió y volvió a los escaneos. Hizo una serie de superposiciones de los escaneos donde estaba presente la teta-asparcina, buscando oirás similitudes. No había ninguna, lo que significaba que la teta-asparcina era sólo un efecto secundario. O el producto de una smapsis disparada aleatoriamente.