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—¿Pero y si no hay nadie? —insistió Maisie—. ¿Y si nadie más los oyó hablar?

“No lo sé —pensó él—. No lo sé.”

—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él —dijo alegremente, pensando: “Hablas igual que la madre de Maisie.”

Y hablando del diablo, allí estaba, en la puerta, con un pato de peluche amarillo, un paquete con una cinta de vídeo con su lazo y una sonrisa deslumbrante.

—¡Doctor Wright! —dijo la señora Nellis—. Y la señorita Gardiner. Justo las personas que necesitaba ver. —Le sonrió a Vielle—. Creo que no nos conocemos.

—Es la enfermera Howard —dijo Richard.

—Trabaja en Urgencias —informó Maisie.

—Nos marchábamos ya. —Kit y Vielle aprovecharon la ocasión y se dirigieron hacia la puerta.

—Oh, pero no puede irse todavía, doctor Wright —dijo la señora Nellis.

Bueno, ahora sabemos a quién sale Maisie. Asintió a Kit y Vielle para que continuaran.

—Me temo que tengo una reunión.

—Sólo será un minuto —dijo la señora Nellis, colocando el regalo y el pato al pie de la cama. Empezó a rebuscar en su bolso—. Tengo los impresos con los permisos para el proyecto y los permisos de menores, todos firmados ante notario.

Sacó un sobre manila y se lo tendió a Richard.

—Mi abogado está trabajando en un testamento y en las órdenes de resucitación. ¿Ha hablado con usted?

—Sí. La verdad es que tengo que irme.

—¿Puedo abrir mi regalo ya? —trinó Maisie, y la señora Nellis, distraída momentáneamente, se dispuso a tomar el paquete.

“Buena chica”, pensó Richard, y se largó, pero no lo bastante rápido. La señora Nellis lo pilló justo en la puerta.

—Quería preguntarle por la enfermera Howard —dijo ansiosamente—. Dice usted que trabaja en Urgencias, y supongo que eso significa que es experta en procedimientos de parada. ¿Está trabajando con usted en el tratamiento? ¿Significa eso que han hecho un descubrimiento?

—No.

—Pero están cerca, ¿verdad?

—¡Mami, ven aquí! —dijo Maisie, excitada—. ¡No puedo abrir mi vídeo!

La señora Nellis miró hacia la habitación, y luego a Richard, vacilante.

—¡Mami! ¡Quiero verlo ahora mismo!

—Discúlpeme —dijo la señora Nellis y corrió hacia la puerta. Richard no dudó. Corrió pasillo abajo. Tras el pudo oír a la señora Nellis preguntando:

—¿Te gusta el vídeo, cariñín?

—¡Me encanta! —decía Maisie—. ¡Heidi es mi película favorita! Kit y Vielle lo estaban esperando en la puerta de la UCI cardíaca.

—Creíamos que Íbamos a tener que mandar la caballería al rescate —dijo Kit.

—No, Maisie me ha rescatado. Con considerable sacrificio por su parte.

—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Vielle.

—Kit, quiero que revises otra vez las transcripciones de Carl Aspinall y veas si en ellas aparece algo sobre una espada o… —miró alrededor, intentando pensar con qué más podían apuñalarte— un abrecartas o algo por el estilo. Y mira si hay alguna referencia a apuñalamientos la noche del Titanic. Vielle, a ver si puedes averiguar quién estuvo en la cuatro-oeste ese día. Yo hablaré con Rudy Wenck.

—Creía que Maisie había dicho que no recordaba haber oído nada —dijo Vielle.

—Lo dijo, pero una cosa que aprendí de Joanna es que la gente recuerda más de lo que cree. Y tiene que haber oído o visto algo.

Pero Rudy Wenck no recordaba nada, ni siquiera sometido a presión.

— Tenía miedo de que le sacara sangre, eso es todo lo que recuerdo, como si estuviera intentando matarlo o algo. Parecía acojonado.

—¿Puede ser más específico? —preguntó Richard.

— No, ya sabe, los ojos espantados y asustado.

—¿Dijo algo?

—No.

—¿Y la doctora Lander? ¿Dijo ella algo?

—Sí, me preguntó si quería que se apartara, y le dije que no, que podía hacerlo desde donde estaba.

—¿Dijo algo más?

—¿A mí?

—O al señor Aspinall, cualquier cosa. Él se encogió de hombros.

—Tal vez. La verdad es que no estaba prestando atención.

—Si pudiera intentar recordar —dijo Richard—, es muy importante.

Él sacudió la cabeza.

—La gente siempre está hablando cuando estoy en la habitación. He aprendido a ignorarlos.

Guadalupe le sirvió aún menos.

—Ni siquiera sabía que Joanna hubiera ido a verlo.

—¿Pero la vio usted en la planta ese día? —preguntó Richard. Ella asintió.

—La hice llamar porque no podíamos encontrar a la esposa del señor Aspinall y pensé que Joanna tal vez supiera dónde estaba. No lo sabía, pero subió a la planta, y hablé con ella un par de minutos. Preguntó por el estado del señor Aspinall, y sugirió un par de sitios donde podría estar su esposa y luego supuse que se marchó.

—¿Pero no la vio marcharse?

—No. Las cosas se desmadraron entonces. No esperábamos que Co… que el señor Aspinall recuperara la conciencia. Llevaba hundiéndose varios días, y de repente se despertó y todos nos pusimos a correr de un lado a otro intentando encontrar a su esposa y su médico, así que es muy posible que Joanna estuviera allí. ¿Por qué es importante?

Él se lo explicó.

—¿Le dijo algo el señor Aspinall sobre lo que había experimentado mientras estuvo en coma?

—No. Le pregunté, porque se agitaba mucho… “Ahogándose —pensó Richard—. Se estaba ahogando.”

—… y gritaba. Normalmente era después de que le hubiéramos hecho algo, como recolocarle las intravenosas, y me preguntaba si era consciente de lo que hacíamos, pero dijo que no, que no había nadie más allí, que estaba completamente solo.

—¿Dijo dónde era “allí”? Ella negó con la cabeza.

—Hablar del asunto parecía trastornarlo. Le pregunté si había tenido malos sueños… un montón de pacientes en coma recuerdan haber soñado… pero dijo que no.

“Porque no eran sueños”, pensó Richard.

—¿Ha intentado hablar con el señor Aspinall? —preguntó Guadalupe.

—Dice que no recuerda nada. Ella asintió.

—Estaba sometido a un montón de medicación, que puede confundir la memoria, y los comas son curiosos. Algunos pacientes recuerdan haber oído voces y creen ser conscientes de haber sido movidos o intubados, y luego hay otros que no recuerdan nada.

“Y algunos de ellos recuerdan y no quieren decirlo”, pensó Richard amargamente, repasando la lista que Vielle le había dado de gente que había estado en la cuatro-este aquel día. Tampoco sabían nada.

—Estuve trabajando en el otro extremo de la planta ese día —dijo Linda Hermosa—, y teníamos un montón de sustituías a causa de la gripe.

—¿Sustituías? —preguntó Richard—. ¿Recuerda quiénes eran? No lo recordaba, ni tampoco lo recordaban las auxiliares a quienes interrogó, pero una de ellas dijo:

—Recuerdo que una era muy mayor y que debía de haber trabajado en la cinco-este porque no paraba de gritarme: “Así no hacíamos las cosas en la cinco-este.” Pero no creo que trabajara en esa parte de planta.

Richard subió a la quinta y le dio a la enfermera encargada esa pobre descripción.

—Oh, la señora Hobbs —dijo ella—. Sí, es una enfermera jubilada que a veces hace sustituciones cuando no encuentran a nadie más. No sabía su número de teléfono.

—De eso se encarga Personal.

Richard le dio las gracias y bajó a Personal. ¿Y si la señora Hobbs, que no parecía prometedora, no había estado tampoco en la habitación de Carl? ¿Y si, como decía Maisie, no había nadie que los hubiera oído hablar? Era perfectamente posible que Joanna se hubiera aprovechado del caos generalizado para hablar a solas con Carl antes de que el recuerdo de sus alucinaciones se difuminara y luego se fuera a buscarlo a el y no le dijera nada a nadie por el camino. ¿Entonces qué?