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Por fin apareció Kit. Estaba muy guapa, muy nerviosa.

—¿Habló el doctor Wright con el señor Mandrake? —le preguntó Maisie.

—Sí —dijo Kit—. Toma. Esto es un regalo de Richard… del doctor Wright. Dijo que es para darte las gracias por hablarle del señor Mandrake.

Le tendió a Maisie un paquetito envuelto en papel rojo que parecía una cinta de vídeo.

—¿Qué dijo el señor Mandrake? Habló con Joanna ese día, ¿verdad? ¿Le dijo lo que el doctor Wright estaba intentando averiguar?

—Abre el regalo y luego te lo contaré todo. —Kit se acercó rápidamente a la puerta y corrió las cortinas—. El doctor Wright dijo que lo abrieras y lo escondieras antes de que vuelva tu madre.

—¿De verdad? ¿Qué es? —Empezó a rasgar el papel—. ¡El Hindenburg! —dijo, contemplando feliz la foto del zepelín en llamas de la carátula.

—El doctor Wright dijo que te advirtiera que la película no es exactamente igual que la historia real del Hindenburg. Dice que cambiaron el final para que sobreviva el perro.

—¡No me importa! —dijo Maisie, abrazando el vídeo contra su pecho—. ¡Es perfecto!

—¿Dónde quieres que lo ponga?

—Saca uno de mis vídeos del fondo de la mesita de noche. No, El jardín secreto no. A la enfermera Evelyn le encanta El jardín secreto. La pone cada vez que está de guardia.

—¿Qué tal Winnie the Pooh?

—Sí, ésa está bien.

Kit le entregó la carátula del vídeo. Maisie le tendió Hindenburg.

—Ten, abre esto —dijo, abrió Winnie the Pooh y sacó la película. Kit arrancó el celofán de la cinta del Hindenburg y se la devolvió a Maisie, que la sacó de su caja, y le tendió a Kit el vídeo de Winnie the Pooh.

Ponlo en el fondo —dijo.

Kit la guardó detrás de los otros vídeos.

—Y supongo que querrás que me lleve esto —preguntó, mostrando la carátula de Hindenburg. Maisie asintió—. Sabes, Maisie —dijo Kit, en serio—, cuando consigas tu nuevo corazón, vas a tener que dejar de mentir y engañar a tu madre.

—¿Qué dijo el señor Mandrake? ¿Le contó al doctor Wright lo que dijo Joanna?

—No. Pero Richard lo descubrió de todas formas. Joanna intentaba decirnos que la ECM era una especie de SOS. Es un mensaje que el cerebro envía a los diferentes elementos químicos del cerebro para que encuentren uno que envíe la señal al corazón para que empiece a latir y el paciente empiece a respirar.

—Después de que entren en parada —dijo Maisie.

—Sí, y ahora que Richard sabe lo que es puede diseñar un método para enviar esos mismos productos químicos a…

—¿De verdad tiene un tratamiento? —preguntó Maisie, excitada—. Pero si me lo invente. Kit sacudió la cabeza.

—Todavía no, pero está trabajando en ello. Ha desarrollado un prototipo, pero aún hay que probarlo —se puso realmente seria—, y aunque funcione…

—Puede que no lo consiga a tiempo —dijo Maisie, y temió que Kit fuera a mentir y decir: “Por supuesto que lo conseguirá”, pero no lo hizo.

—Me dijo que te dijera que, no importa lo que pase, hiciste algo importante. Ayudaste a hacer un descubrimiento que puede que salve montones y montones de vidas.

Unos cuantos días más tarde Richard la visitó y les hizo a las enfermeras un montón de preguntas sobre cuánto pesaba y esas cosas. Apenas habló con Maisie, excepto justo al marcharse. Miró la tele y dijo:

—¿Has visto alguna buena película últimamente?

—¡Sí! Una película buenísima, aunque el perro es un dálmata en vez de un pastor alemán. Y se dejaron al tipo que tuvo la ECM, pero el resto es muy chuli. Me encanta esa parte donde ese tipo va y suelta al perro.

La veía una y otra vez. Hacía que el hombre que traía las comidas se la pusiera cuando venía a llevarse la bandeja de la cena y que la auxiliar del turno de noche se la llevara antes de irse a dormir.

A veces no le apetecía ver la tele ni nada. Le costaba trabajo respirar, y se hinchó toda a pesar de la dopamina. Los médicos del corazón vinieron y le dijeron que iban a ponerle dobutamina, y después de eso se sintió un poco mejor y le apetecía hablar con Kit cuando vino a verla.

—¿Todavía tienes tu busca? —preguntó Kit.

—Sí —dijo Maisie, y le mostró cómo lo llevaba colgado de una cadena junto a sus chapas de perro.

—Es muy importante que lo lleves a todas horas. Si empiezas a sentir que puedes entrar en parada, o si oyes que tu monitor empieza a pitar, pulsa el botón. No esperes. Púlsalo inmediatamente.

—¿Y si no entro en parada? ¿Me meteré en problemas?

—No, en absoluto. Púlsalo, y luego intenta aguantar. El doctor Wright vendrá inmediatamente.

—¿Y si no está en el hospital?

—Estará.

—¿Pero y si está muy lejos, como el Carpathia? —insistió Maisie—. Es un hospital muy grande.

—Se conoce todos los atajos —dijo Kit.

El doctor Wright se presentó otra vez con tres de los médicos del corazón de Maisie y el abogado de su madre, y le preguntaron cómo se sentía y miraron sus monitores y luego salieron al pasillo. Maisie los vio hablar, aunque estaban demasiado lejos para que oyera lo que decían. El doctor Wright habló un ratito, y luego un médico del corazón habló un montón, y luego el abogado habló durante un rato larguísimo y les tendió un montón de papeles y todos se marcharon.

Un par de días después, Vielle acudió a verla. Llevaba también un busca.

—No me dejarán trabajar en Urgencias hasta que se me cure la mano —dijo, haciendo como si estuviera enfadada, pero no era verdad—, así que me han enviado aquí arriba a cuidar de ti. —Vielle miró la tele—. ¿Qué es eso? —Hizo una mueca—. ¿Sonrisas y lágrimas? Odio Sonrisas y lágrimas. Siempre me ha parecido que María era demasiado alegre. ¿No tienes buenos vídeos por aquí? Estoy viendo que voy a tener que traerte alguno de los míos.

Lo hizo, pero Maisie no pudo verlos porque su madre había empezado a quedarse en la habitación todo el tiempo, incluso de noche. No importaba. La mayor parte del tiempo estaba demasiado cansada para ver siquiera Sonrisas y lágrimas y sólo se quedaba allí acostada pensando en Joanna.

Seguían haciéndole ecocardiogramas y una de las veces que la estaban poniendo en posición, el botón de su busca sonó, y Vielle y un equipo de choque de unos cien doctores y enfermeras llegaron corriendo, y un par de minutos más tarde llegó corriendo el doctor Wright, todo jadeante y sin aliento, y después de eso ella ya no se sintió tan preocupada, pero seguía siendo terrible. Le costaba trabajo respirar, incluso con la máscara de oxígeno, y le dolía la cabeza.

Sus médicos del corazón vinieron y le dijeron que iban a ponerle una válvula especial que ayudara a su corazón a hacer su trabajo.

—¿Una L-Vad o una bivad? —preguntó ella.

—Una L-Vad —dijeron, pero no lo hicieron.

—Han decidido esperar a que te encuentres mejor —dijo su madre—. Y, de todas formas, tu nuevo corazón llegará de un día a otro.

—Cuando te ponen un corazón nuevo —le preguntó a Vielle en la siguiente ocasión en que acudió a comprobar su estado—, ¿te abren el pecho?

—Sí, pero no duele.

—¿Y te ponen intravenosas en los brazos y todo eso?