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“Pero podía ser el recuerdo de la ECM inmediatamente después de ser revivido”, pensó Joanna. Un recuerdo muy distinto de la ECM que Amelia contaba.

—Lo que realmente me interesa —dijo Richard—, es cómo se relaciona su testimonio con los sujetos que ha entrevistado antes.

—Ha tenido tres de los diez elementos nucleares: el sonido, la luz y la sensación de paz.

—Y el túnel —dijo Richard. Joanna negó con la cabeza.

—Demasiado vago. No pudo describir ni la oscuridad ni el túnel-corredor-pasillo, y ni siquiera lo mencionó hasta que le pregunté si la luz estuvo allí todo el tiempo. Puede que simplemente hubiera un es pació en blanco entre el sonido y la luz, y se imaginara algo para rellenarlo.

—Pero si no cuenta el túnel porque no pudo describirlo, ¿qué ha; del sonido? —preguntó Richard—. Tampoco pudo describirlo.

Nadie es capaz de describir el sonido con certeza. La mayoría no lo describen en absoluto, y los que pueden dicen que es una especie de timbre la primera vez que se les pregunta y una ráfaga de aire la s guíente, o un grito o un roce o un golpe. O las tres cosas. El señor Steirhorst lo describió como alguien susurrando, y luego, la segunda ve que le pregunté, como si todo un estante de latas de un supermercado se cayera al suelo. No creo que tengan idea de lo que oyen.

—¿Describen con la misma imprecisión lo que han visto?

—Sí y no. Son más precisos, pero a menos que hayan sido aleccionados por el señor Mandrake tienden a usar términos generales y vagos. La luz es “brillante”, el lugar en el que están es “hermoso”. Apenas usan términos sensoriales específicos ni colores, con la excepción de “blanco” y “dorado”.

—Eso podría indicar que el córtex lingüístico está sólo implicado de manera marginal —dijo él, tomando nota—. Lo cual podría causar esa vaguedad para describir el sonido también.

Ella sacudió la cabeza.

—No es lo mismo. Cuando describen lo que han visto, se muestran vagos, pero saben lo que han visto, aunque tengan problemas para describirlo. Pero con el sonido no parecen tener idea de lo que han oído. Tengo la impresión de que están haciendo suposiciones.

—Ha dicho usted que Amelia tuvo tres de los elementos nucleares. ¿La mayoría de los sujetos tienen los diez?

—Sólo los del señor Mandrake. La mayoría de los sujetos que he entrevistado han tenido entre dos y cinco. Algunos sólo tuvieron uno. O ninguno —dijo ella, pensando en que Maisie había visto niebla y nada más—. Los tres de Amelia, más la sensación de que hay gente o “seres” presentes, son los más comunes.

—¿Hubo algo que indicara que no fue una ECM? Me dio la impresión de, que le preocupaba que Amelia pareciera asustada. ¿El miedo es una indicación de que no se trata de una ECM?

—No, el veinte por ciento de las experiencias que he registrado han tenido un elemento negativo, como experimentar miedo o ansiedad o una sensación de amenaza inminente.

—Comprensible dadas las circunstancias. Joanna sonrió.

—El once por ciento cuenta una experiencia completamente negativa: un vacío gris y vacuo o figuras aterradoras. Sólo he tenido un sujeto que haya experimentado un infierno tradicionaclass="underline" llamas, humo, demonios. —Frunció el ceño—. Pero Amelia dijo que no sintió nada negativo. Y normalmente si informan de una sensación negativa no informan también de sensaciones de paz y calor.

—Eso es interesante —dijo Richard—. Podría significar que en algunas ECM los niveles de endorfinas son más bajos y no pueden enmascarar por completo las sensaciones de ansiedad. Quiero echar un vistazo a los indicadores de endorfinas de Amelia —dijo, acercándose a la consola—. ¿Hubo algo que le hiciera pensar que no se trataba de una ECM?

—No, no hubo ningún elemento anómalo y nada que indicara que fue algún otro tipo de experiencia, una visión superpuesta o un sueño.

De hecho, su insistencia en que no se trató de un sueño es un fenómeno común entre quienes experimentan las ECM. Casi todos mis sujetos dicen que es real y se inquietan si se les sugiere que podría haber sido un sueño o una visión. Puedo recordar al señor Farquahar gritando: “¡Estuve allí! ¡Fue real! ¡Lo sé!”

—¿Entonces decididamente piensa que fue una ECM?

—Eso creo, sí. Su testimonio fue igual que el de los pacientes revividos que he interrogado.

—No fue demasiado parecido, ¿no? —preguntó él—. ¿No cree que ella pudiera ser una espía de Mandrake y haberlo falsificado todo? Joanna se echó a reír.

—Si fuera una de las espías de Mandrake, habría contado los diez elementos y habría traído un mensaje del Otro Lado, diciéndonos que hay cosas que la ciencia no puede explicar. —Se levantó—. Será mejor que transcriba esto antes de que se enfríe. Y aún tengo que preparar las entrevistas con los otros tres voluntarios —dijo ella. Recogió los expedientes—. Estaré en mi despacho por si me necesita. Por lo demás, lo veré mañana.

—¿Mañana? —dijo él, sorprendido.

—Sí. ¿Por qué? ¿Me necesita para algo esta tarde?

—No —contestó él, frunciendo el ceño—. No. Iba a mirar en los indicadores para ver qué endorfinas actuaron en el caso de Amelia.

Joanna volvió a su despacho para transcribir la entrevista, pero primero tenía que llamar al resto de los voluntarios. Concertó entrevistas con el señor Sage, la señora Coffey y la señora Troudtheim, y también llamó a la señora Haigthon, que al parecer nunca estaba en casa. Vielle telefoneó a las cuatro.

—¿Puedes venir temprano? —preguntó—. ¿Digamos a las seis y media?

—Supongo que sí —respondió Joanna—. Mira, si quieres acostarte temprano, podemos dejarlo para otro día.

—No. Sólo quiero hablar contigo de algo.

—¿De qué? —dijo Joanna, recelosa—. Ese tipo de la pistola de clavos no apareció y mató a alguien, ¿verdad?

—No. Pero el herido sí apareció, y tendrías que haber visto al oficial de policía que enviaron para detenerlo. ¡Monísimo! Metro noventa, y se parece a Denzel Washington. Por desgracia, yo estaba limpiando el pus de un dedo del pie infectado y no llegué a conocerlo.

—¿Me quieres hablar de Denzel, es eso? —preguntó Joanna, divertida.

—Oh, tengo que irme. Llega una ambulancia. ¿Puedes creértelo? Justo cuando me marchaba.

—Si vas a llegar tarde, podríamos…

—Alas seis y media. ¿Puedes comprar queso cremoso? —dijo Vielle, y colgó.

¿De qué iba todo aquello? Sus noches de picoteo eran completamente informales. La mitad de las veces no empezaban a ver las películas hasta que había pasado media velada, así que si Vielle quería hablar, podrían hacerlo en cualquier momento. Ya antes había hecho todo lo posible para evitar hablar.

“Ha descubierto de qué estaba hablando Greg Menotti, y es algo terrible —pensó Joanna—, tan terrible que no pudo decírmelo en Urgencias.”

Pero cuando se lo había preguntado, parecía haberse olvidado sinceramente de él. “Va a pedir el traslado”, pensó Joanna. Oh, ahora estaba dejando que su imaginación se disparara por completo.

Transcribió el testimonio de Amelia a partir de sus anotaciones. Cuando llegó a los “oh, no” de la cinta, se detuvo, rebobinó y los escuchó un par de veces más. Miedo, y desesperación, y algo más. Joanna rebobinó de nuevo y los escuchó otra vez. “Oh, no, oh, no, oh, no.” “Como si alguien le acabara de decir algo que no soporta oír”, pensó Joanna.

Regresó al laboratorio, tomó el informe del señor Wojakowski y buscó el nombre de la enfermera que había ayudado a Richard en esa sesión. Ann Collins. Joanna no la conocía. Llamó a la centralita del hospital y descubrió en qué planta trabajaba, pero se había marchado en el turno de las tres.