—Hay tiempo de sobra —dijo Joanna—. Amelia siempre llega tarde. No vendrá hasta dentro de quince minutos por lo menos.
Pero Amelia llegó a tiempo, cargando con su mochila. Richard le dirigió a Joanna una mirada triunfal.
—Pase y prepárese, Amelia —dijo él, y se encaminó hacia la consola.
—¿Puedo hablar con ustedes un momentito, doctor Wright, doctora Lander? —preguntó Amelia, y Richard vio que no había intentado quitarse la mochila ni el abrigo.
—Claro.
—El caso es que mi profesor de bioquímica nos está apretando las tuercas, y me estoy quedando rezagada…
—¿Y necesita cambiar la cita? Eso no es ningún problema —dijo Richard, tratando de no parecer decepcionado—. ¿A qué hora le vendrá bien? ¿El jueves?
Ella negó con la cabeza.
—No es sólo bioquímica. Son todas mis clases. El profesor de anatomía nos pone un examen por semana, y mi clase de genética… hay demasiado trabajo, y las prácticas de laboratorio son cada vez más difíciles. Las de bioquímica… —Se detuvo, con una expresión extraña en el rostro, y luego continuó—. Necesito todos los puntos y créditos extra, pero no me servirán de nada si no apruebo la asignatura. Todas las asignaturas. —Inspiró profundamente—. Creo que lo mejor es dejarlo, y que busquen ustedes a otra persona.
“Buscar a otra persona —pensó él, desesperado—. No hay nadie más.”
—Estoy seguro de que eso no será necesario —dijo él, evitando mirar a Joanna—. Ya se nos ocurrirá algo. ¿Y si reducimos sus sesiones a una por semana? Y si la próxima semana le viene mal, podríamos saltárnosla.
Pero Amelia estaba ya negando con la cabeza.
—No es sólo la semana que viene —dijo, incómoda—. Son todas las semanas. Tengo demasiadas cosas a la vez.
—Seré sincero. Andamos escasos de sujetos, y es usted una de mis mejores observadoras. La necesito en el proyecto.
Por un momento pensó, por la mirada que le dirigió Amelia, que la había convencido, pero ella volvió a sacudir la cabeza.
—No puedo…
—¿Es a causa del proyecto? —preguntó Joanna, y Richard la miró sorprendido—. ¿Te sucedió algo durante alguna de tus sesiones? ¿Por eso quieres renunciar?
—No, por supuesto que no —dijo Amelia, volviéndose para sonreírle a Richard—. El proyecto es muy interesante, y me encanta trabajar con usted, con ustedes dos —añadió, mirando brevemente a Joanna—. No es el proyecto. Es que estoy muy preocupada por mis clases. Como en psicología…
—Comprendo —dijo Richard—, y, confíe en mí, lo último que quiero es que suspenda psicología, pero tampoco quiero perderla. Por eso estoy tan decidido a encontrar una solución.
—Oh, doctor Wright —dijo Amelia.
—¿Qué tal los fines de semana? —dijo él, aprovechándose de su ventaja—. Podríamos fijar sus sesiones los sábados por la mañana, si le viene mejor. O el domingo. Usted díganos qué le vendría bien y lo haremos. —Le sonrió—. Nos sería de gran ayuda.
Ella se mordió los labios, y lo miró insegura.
—O por las noches. Podríamos fijar las sesiones por la noche si le viene mejor.
—No —dijo Amelia, y alzó la barbilla—. Ya lo he decidido. No tiene sentido cambiarlo. Quiero dejar el proyecto.
15
¡Adieu, amigos míos! ¡Parto hacia la gloria!
A Vielle le dio un patatús.
—¿Cómo que te va a someter a la prueba? —dijo cuando Joanna bajó a Urgencias para hablar sobre la noche del jueves—. Eso no formaba parte del trato. Se supone que él tiene que tratar a los voluntarios y tú entrevistarlos después.
—Ha habido complicaciones —respondió Joanna.
—¿Qué clase de complicaciones?
—Algunos de los sujetos han resultado inadecuados —dijo Joanna, pensando que eso era expresarlo de manera muy superficial—, y dos han renunciado, y no tendremos la aprobación para un nuevo grupo de voluntarios hasta dentro de al menos seis semanas, así que…
—Así que el doctor Right, o debería decir el doctor Frankenstein, decide experimentar contigo.
—¿Experimentar…? ¡No puedo creer que esté escuchando esto! Tú fuiste la que me empujó a trabajar con él.
—Trabajar con él haciendo experimentos, para que salieras a la Hora Feliz después del trabajo, no para que te convinieras en un conejillo de indias humano. No puedo creer que te deje hacer algo tan peligroso.
—No es peligroso. No te preocupaba que sus sujetos se sometieran al proceso.
—Eran voluntarios.
—Yo también. Fue idea mía, no de Richard. Y el procedimiento es perfectamente seguro.
—Eso dices tú.
—Richard ha realizado más de veinte sesiones sin ningún efecto secundario adverso.
—¿De veras? ¿Entonces cómo es que no podéis conservar a los voluntarios?
—Su renuncia no tiene nada que ver con el proyecto —dijo Joanna—. Y la ditetamina se ha utilizado en docenas de experimentos sin ningún efecto secundario.
—Sí, bueno, y la gente toma aspirinas sin efectos secundarios, y se limpian los dientes, y toman penicilina, y un día aparecen en Urgencias con shock anafiláctico. O parada cardíaca. Hay efectos secundarios para todo.
—Pero…
Vielle la interrumpió.
—Y aunque no hubiera efectos secundarios, vas a tomar una droga que imita una experiencia cercana a la muerte, ¿no?
—Sí…
—¿Y si convence tan bien al cerebro de que se está muriendo que el cuerpo le hace caso?
—No funciona así.
—¿Cómo lo sabes? Creí que me habías dicho que una de las teorías era que la experiencia cercana a la muerte servía como mecanismo de desconexión para el cuerpo.
—No ha habido ninguna indicación de que sea así en nuestros experimentos —respondió Joanna—. De hecho, puede que se trate de lo contrario, que la ECM sea un mecanismo de supervivencia. Es lo que estamos intentando averiguar. ¿Por qué estás tan inquieta?
—Porque entrevistar a pacientes y discutir sobre la muerte en la noche del picoteo es una cosa. Morirse es completamente distinto. Créeme, veo la muerte todos los días, y el mejor mecanismo de supervivencia es permanecer lo más lejos posible de ella.
—No voy a morirme. No voy a tener una experiencia cercana a la muerte real. Voy a experimentar una simulación.
—Que produce una pauta cerebral idéntica a la de verdad —dijo Vielle—. ¿Y si algo sale mal? ¿Y si la luz al final del túnel resulta ser un tren que viene de frente? Joanna se echó a reír.
—Me preocupa más ver un Ángel de Luz que me diga que el señor Mandrake tiene razón y el Otro Lado es real. No te preocupes —dijo en serio—. Estaré bien. Y por fin voy a ver lo que sólo conozco de segunda mano. —Abrazó a Vielle—. Tengo que volver. Vamos a realizar una sesión a las once.
—¿Contigo? —demandó Vielle.
—No, con la señora Troudtheim. —No le dijo a su amiga que iba a hacerlo aquella tarde. Eso sólo la preocuparía—. El motivo por el que he venido es para preguntarte si nos vamos a ver el jueves y qué películas quieres que alquile.
—Coma —dijo ella—. Esa donde la chica muere en la primera escena porque confía en que nada puede salir mal en la mesa de operaciones.
Joanna la ignoró.
—¿Nos veremos el jueves, o vas a salir con Harvey, el de las conversaciones apasionantes?