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Se oyó un repiqueteo en la puerta y entró Glenn Branson.

Grace hizo un gesto al ver su reluciente corbata.

– Tienes que cambiarle las pilas. Ya no brilla tanto.

– Muy gracioso, viejo -respondió, y se quedó mirando al superintendente-. Tú sí que llevas pilas nuevas. ¡Estás resplandeciente!

– ¿Quieres un café? -le ofreció Grace, indicándole que se sentara.

– No, estoy bien. Acabo de tomar uno. -Branson se acomodó en una silla, miró a su amigo con curiosidad y luego se echó adelante, hundiendo sus enormes brazos en la pequeña mesa de Grace-. ¿Cómo encuentras nada en este jaleo?

– Bueno, normalmente me llevo los dosieres a casa y los ordeno de noche, pero alquilé mi casa a un gorila de cuatrocientos kilos que se columpia en los cables de la luz y me la está destrozando.

El sargento de pronto adoptó un tono algo sumiso.

– Sí, bueno, en realidad tenía pensado poner un poco de orden (ya sabes, una limpieza a fondo) este fin de semana. Voy a dejarlo irreconocible.

– Ahora mismo ya no lo reconozco.

– Es que la mitad de tus CD estaban en las carátulas que no eran. Estoy ordenándotelos. El problema es que es una colección de música de pena.

– ¿Cómo puede decir eso sin avergonzarse un tío que adora a Jay-Z?

– ¡Jay-Z es lo mejor! ¡Es Dios! Desde luego, con esos gustos tuyos, parece que vengas de otro planeta -dijo, y sonrió, sarcástico-. Una cosa buena de que tu coche acabara en siniestro total es que aquella música horrible que llevabas habrá desaparecido con él.

Grace abrió un cajón de su escritorio, sacó un pequeño sobre acolchado y lo volcó sobre la mesa, mostrando los seis CD que había dentro.

– Siento decepcionarte.

– ¡Pensé que tu Alfa Romeo se había caído por un precipicio de 250 metros!

– Es verdad, pero la marea estaba baja; conseguí recuperar los discos cuando encontraron los restos.

Branson sacudió la cabeza, desanimado.

– Bueno, ¿y cuándo vas a tener coche nuevo?

– Sigo esperando a los del seguro. Cleo tiene una moto pequeña que no usa nunca. Una Yamaha; creo que es una SR 125. He pensado que podría usarla durante un tiempo. Y contribuir un poquito así al medio ambiente.

Branson sonrió, socarrón.

– ¿Qué es lo que te divierte tanto?

– Electra Glide in Blue. ¿Viste esa película? ¿Sobre un poli en moto?

En aquel momento sonó su teléfono. Respondió inmediatamente, poniéndose de pie y apartándose de la mesa.

– Glenn Branson. -Hizo un gesto de disculpa a Grace con la cabeza-. Brian, hola, precisamente estoy al otro lado del pasillo, en el despacho de Roy Grace… Sí, las dos colillas… Quiero saber si son de la misma persona, lo que indicaría que estuvo allí un rato, o de dos personas diferentes… Muy bien, estupendo… ¡Gracias!

Volvió a sentarse y miró de nuevo a Grace con curiosidad.

– No puedes ocultarlo, colega.

– ¿Ocultar el qué?

– Tienes la cara de un niño con zapatos nuevos. ¿Qué pasa?

Roy se encogió de hombros, pero no pudo evitar una sonrisa.

– ¿Cleo y tú?

Volvió a encogerse de hombros, sonriendo aún más.

– ¿No, no…? -empezó a preguntar, abriendo cada vez más los ojos- ¿Hay algo que yo debiera saber? Soy tu amigo, ¿no?

Grace se esforzó por mantenerse serio. Luego asintió.

– Nos comprometimos anoche. Creo.

Branson casi saltó por encima de la mesa. Echó los brazos adelante y le dio un enorme abrazo digno de un oso.

– ¡Eso es cojonudo! ¡La mejor noticia! ¡Tienes una novia estupenda! ¡Me alegro muchísimo por ti! -exclamó, soltando a Grace y sacudiendo la cabeza, eufórico-. ¡Vaya!

– Gracias.

– ¿Habéis fijado la fecha?

Grace negó con la cabeza.

– Aún tengo que «conocer a papá» y pedírselo formalmente. Su familia es un poco pija.

– ¿Así que podrás retirarte y dedicarte a la gestión de las fincas familiares?

– ¡No son «tan» pijos! -protestó Grace con una mueca.

– ¡Es genial!

– ¿Y tú? ¿Qué tal va?

El rostro de Glenn se ensombreció de pronto.

– No preguntes. Se está follando a otro. Mejor déjalo. Necesito hablar contigo, tío. Necesito que me ayudes, pero más tarde. Tenemos que tomarnos una copa para celebrarlo y charlar.

Grace asintió.

– ¿Qué vas a hacer en Navidad?

– No lo sé. No tengo ni la más mínima idea -respondió, girándose de pronto. Roy observó que se le rompía la voz-. No… No puedo… No puedo pasarla con Sammy y Remi.

Roy se dio cuenta de que Glenn se había girado para que no le viera llorar.

– Luego te veo -dijo Branson, con voz entrecortada, dirigiéndose hacia la puerta.

– ¿Quieres quedarte y charlar?

– No, más tarde. Gracias.

Cerró la puerta tras él.

Grace se quedó inmóvil unos momentos. Sabía que lo que Glenn estaba atravesando debía de ser un infierno, empeorado aún más por la época del año, con aquellas noches oscuras y lúgubres y las Navidades a la vuelta de la esquina. Por lo que había oído, parecía que sus problemas conyugales eran definitivos. En cuanto Glenn aceptara aquello, por mucho que le doliera, al menos podría empezar de nuevo y seguir con su vida, en vez de vivir en un limbo sin esperanzas.

Por un segundo se sintió tentado de salir tras su amigo, que estaba claro que necesitaba hablar. Pero en aquel momento tenía que seguir con el trabajo. Hizo caso omiso de un nuevo pitido del ordenador y centró su atención en las notas de la reunión.

Se quedó mirando la lista que había empezado a redactar, bajo el encabezamiento «Líneas de investigación».

Entonces sonó el teléfono interno. Cogió el auricular.

– Roy Grace.

Era Ray Packard, de la Unidad de Delitos Tecnológicos.

– Roy -dijo-, me pediste que buscara vendedores de órganos en la Red, ¿verdad?

– Ajá.

– Bueno, tengo algo que puede interesarte. Hay una agencia en Múnich llamada Transplantation-Zentrale GmbH. Se anuncian como la mayor agencia de venta de órganos humanos del mundo. Mi jefe, el sargento Phil Taylor, pasó una temporada en la Interpol, hace unos años. Conoce a un tipo de la central alemana, así que hemos podido hacer una comprobación rápida. ¡Creo que esto te va a gustar!

– ¿Sí?

– El LKA, el Landeskriminalamt, una especie de equivalente bávaro del FBI, los lleva vigilando un tiempo como sospechosos de tráfico humano. Bueno, pues ahora viene lo que más te va a gustar: uno de los países con los que tienen contacto es Rumania.

– ¡Genial, Ray! -dijo Grace-. Yo tengo un contacto muy bueno en el LKA de Múnich.

– Sí, bueno, pensé que valía la pena.

Grace le dio las gracias y colgó. Inmediatamente buscó en su Rolodex y sacó una tarjeta. Ponía «Kriminalhauptkomissar Marcel Kullen».

Kullen era un viejo amigo, desde que había pasado seis meses en un intercambio en la Sussex House, hacía unos cuatro años. Marcel ya le había ayudado antes aquel mismo año, cuando habían recibido noticias de un posible avistamiento de Sandy en Múnich. Grace había acabado desplazándose allí para un día, en lo que había acabado siendo una caza a ciegas.

Marcó el número del teléfono móvil de Kullen.

Le salió el contestador y dejó un mensaje.

65

Ahora que esperaba una visita importante, Lynn habría deseado, más que nunca, haberse podido permitir darle mejor aspecto a la planta baja de la casa. O por lo menos haber cambiado las cortinas del salón, con aquel horrible estampado, por modernas persianas, y haberse desprendido de la mugrienta moqueta.

Había hecho lo posible para dejar la casa presentable: había puesto flores frescas en el recibidor y el salón, y había dejado algún ejemplar de Sussex Life y Absolute Brighton y otras revistas con clase sobre la mesita -truco que había aprendido de un espectáculo de reforma integral en la televisión-. Ella también se había arreglado: se había puesto un traje chaqueta azul marino que había comprado en una tienda de segunda mano, una blusa de un blanco cándido y unos zapatos negros de salón. Además se había echado una buena cantidad de la colonia Escada que le había regalado Caitlin para su cumpleaños, en abril, y que racionaba cuidadosamente.