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Mal conocía la existencia de la escama grande, la que había pertenecido a la señora suprema Roja. Palin Majere, Feril y un montón de otras personas sabían también que llevaba aquella escama; pero nadie estaba enterado del creciente número de otras más pequeñas, pues había conseguido ocultar a todo el mundo esa desdichada evolución de su problema.

Reflexionó sobre si debía regresar al campamento y robar el cuchillo de Maldred, ya que era tan sigiloso como cualquier ladrón. La semielfa había sido una buena maestra. Podía abandonar a Maldred y a Varek, escabullirse lejos y poner fin a su vida con un tajo del cuchillo, así acabaría con ese sufrimiento.

—Debería hacerlo —dijo en voz baja.

Echó la dolorida cabeza hacia atrás para estudiar de nuevo las estrellas. No reconoció las constelaciones. Habían transcurrido semanas entre ése y el último ataque, según recordó, y habían sido semanas de libertad, durante las que él y Maldred se habían entregado a diferentes placeres en varias ciudades de ogros, y lo cierto era que lo había pasado bien con su amigo.

—Debería hacerlo —repitió.

Pero entonces la escama ganaría. Él jamás había sido alguien propenso a darse por vencido. ¿Krynn? Sí. Había desistido de luchar contra el mundo hacía muchos meses, cuando decidió que no se podía vencer a los señores supremos. ¿Sus amigos? Había renunciado a la mayoría de los que no habían muerto estando con él. Palin Majere no podía hacer nada respecto a la escama. Feril se había alejado. Fiona y Rig —el último siempre parecía estar en desacuerdo con él— lo habían dejado por imposible, y él a ellos. Los había abandonado prácticamente a todos; pero no a Maldred.

—Debería hacerlo, pero aún no, aún no.

Existía la sanadora que indicaba el mapa, y ella era su última esperanza. Existía el tesoro pirata, que era lo primero entonces.

—Luego, la sanadora.

¡Oh!, y también había que rescatar a la semielfa. Dhamon no estaba de humor para rescatar a nadie, excepto a sí mismo, y si no llegaban a ese pueblo llamado Polagnar dentro de un día o dos, haría todo lo posible por convencer a Maldred de que se olvidara de Riki y se dedicara a ir en busca del tesoro pirata. Que Varek se preocupara de su esposa; Dhamon tenía una escama de la que preocuparse. Sabía que vivía sólo para sí mismo, pero al diablo con las consecuencias, y al diablo con cualquiera que se interpusiera en su camino.

—Al diablo conmigo —dijo.

Exhausto por los sufrimientos padecidos, regresó a la larguirucha corteza peluda. Nadie se había despertado; nadie había detectado su ausencia. Tomó un frasco de cerveza. Una tenue luz rosada empezaba a dejarse ver en el cielo sobre su cabeza, lo que indicaba que faltaba poco más de una hora para el amanecer. Apoyó la espalda contra el tronco y tomó un buen trago. La bebida ayudó a adormecer las punzadas de su cabeza, que por lo general continuaban durante unas cuantas horas después de finalizados los ataques. Una cantidad suficiente de cerveza conseguía adormecerlo casi todo, según había averiguado. Prácticamente se la bebió entera; luego, volvió a colocar el corcho y aguardó a que sus compañeros despertaran.

8

Las espinas del manglar

Maldred examinaba una auténtica pared de apelotonados arbustos, árboles y enredaderas cubiertas de flores, que se extendía al norte y al sur hasta donde alcanzaba la vista, y se alzaba a más de treinta metros de altura hacia el cielo.

Su mapa mágico lo había conducido hasta allí, tras haberle pedido nuevamente que le mostrara Polagnar. Buscaba la ruta más corta, y entonces se preguntaba si aquello era un error.

—¿Indica tu mapa a qué distancia está rodeando este…, este…? —Varek no encontraba palabras para describir la barrera formada por el apretado tejido de plantas—. ¿Existe otra ruta hacia Polagnar? —Cuando Maldred no facilitó una respuesta, el joven miró a Dhamon—. Han transcurrido tres días desde que se llevaron a mi Riki. ¿Hay un camino más rápido?

Dhamon aspiró con fuerza. Los aromas allí eran intensos y, para variar, agradables; muy distintos del olor fétido de plantas putrefactas y charcas de agua salobre que se había acostumbrado a experimentar últimamente. La luz que se filtraba hasta el suelo revelaba agua que es extendía más allá de las raíces de la pared, y se adelantó con cuidado, descubriendo que el terreno descendía en fuerte pendiente más allá del borde del agua, que le llegaba hasta los muslos. Tiró de las bien entrelazadas ramas que tenía delante.

—Un manglar —declaró Maldred, inhalando con fuerza.

—Sí; desde luego, se trata de un manglar, mi grandullón amigo. Y uno que es extraño y amenazador, si me lo preguntas. Tal vez sería hora de que dejáramos de ir tras Riki y…

El gigantón lanzó a su compañero una mirada asesina.

—¿Qué es un manglar?

Varek contempló el agua con atención.

—Algo desagradable —respondió Maldred.

—De todos modos, sigo sin saber qué… —prosiguió el joven.

—Un manglar es esto —replicó Dhamon, irritado, agitando la mano en dirección a las plantas y luego al agua—. Es todo esto. Y es una mala señal tropezarse con un manglar, una señal de que no deberíamos estar aquí.

Varek miró en dirección sur.

—Entonces, sencillamente rodearemos este manglar para encontrar a mi Riki y…

—Estoy seguro —intervino Maldred— de que esas ladronas no se habrían molestado en llevar a Riki rodeando el manglar. Eso supondría demasiado tiempo. Y estoy igualmente seguro de que Dhamon tampoco está dispuesto a escoger la ruta más larga.

Consultó el mapa mágico, tomando nota de la localización del poblado de los dracs; a continuación, volvió a guardar el pergamino en el tubo de hueso y lo introdujo en el cinturón de sus pantalones, y luego se adelantó para reunirse con Dhamon. Tirando de las ramas más pequeñas, abrió con considerable esfuerzo una senda y se deslizó hacia el interior de la pared vegetal.

—Estupendo —musitó Dhamon mientras seguía a su voluminoso amigo con Varek pegado a los talones.

Continuaron abriéndose paso al frente, pasando a duras penas entre troncos larguiruchos al mismo tiempo que cerraban los ojos cada vez que ramas delgadas como dedos arañaban sus rostros. Tropezaron con densas secciones de afilados espinos, y Dhamon maniobró para adelantar a Maldred; al pasar, cogió el cuchillo que su camarada llevaba al cinto y lo usó para cortar algunas de las ramas. Ante sus ojos, el follaje se recomponía a sí mismo al instante y se tornaba aún más espeso tras ellos.

—Mal, siempre acostumbras a tener algo de magia a mano —indicó—. ¿Por qué no la utilizas y haces que esto resulte más fácil?

—Mi magia está más dirigida a la tierra y al fuego, Dhamon —repuso el enorme ladrón con un resoplido—. Todo aquí está demasiado húmedo para arder.

En ocasiones, se veían obligados a avanzar despacio rodeados de agua que les llegaba hasta las axilas, y entonces Maldred sostenía el mapa por encima de la cabeza para que no quedara empapado. Por entre el entramado de ramas, se filtraban suficientes rayos de sol como para mostrar diminutos destellos de peces plateados, que nadaban en bancos a su alrededor, llenos de curiosidad. En un momento dado, los peces huyeron a toda velocidad cuando algo de mayor tamaño se deslizó por el agua en su persecución, una gruesa serpiente verde con dos pares de cortas patas cerca de la cola.

—¿Habéis visto…? —susurró Varek.

—Sí —respondió Dhamon.

—Las serpientes no tienen…

—Al parecer, aquí sí.

Llegados a un punto, se vieron obligados a volver sobre sus pasos, al encontrarse con un bloque de ramas tan sólido como cualquier construcción hecha por enanos. No consiguieron mover ni una hoja ni una ramita, de manera que acabaron por dirigirse a una zona de árboles más jóvenes, cuyos troncos Dhamon y Maldred pudieron doblar, y de ese modo, consiguieron seguir la marcha. El agua era allí profunda —llegaba hasta la barbilla de Varek—, y chapotearon durante más de una hora. Todos cayeron al menos una vez, al tropezar con rocas o troncos invisibles, o enredarse los pies con raíces. Dhamon observó la presencia de más peces en esa zona; eran un poco mayores que los anteriores y se alimentaban de los pececillos plateados. Maldred insistió en que siguieran adelante, diciendo que hacían progresos.