No pudo evitar lamentar no haber anotado la matrícula de Nerissa, pero la cuestión es que no lo había hecho. No le había encontrado el sentido. Dejó su automóvil en el estacionamiento para los residentes, lo cerró y cruzó la calle en dirección al Jaguar. El sombrero grande y dorado estaba en el asiento del acompañante. Así pues, ese coche era el suyo. Mix alzó la mirada, se dio media vuelta y se encontró frente a ella. No podía estar soñando, aquello debía de ser real…
– Nerissa -dijo-, es maravilloso poder hablar contigo al fin.
Ella le miró con sus grandes ojos negros, pero no dijo nada. Permaneció inmóvil, como impresionada.
– Has aparcado en una línea amarilla, Nerissa. El guardia de aparcamiento te va a pillar. Deja que mueva el coche por ti, Nerissa.
– Para usted es la señorita Nash -terció una voz desde detrás de la joven. Mix sólo tenía ojos para ella, no había visto a ninguna de las otras dos mujeres. Eran de esas que bien hubieran podido ser invisibles porque él nunca se hubiera fijado en ellas. La que había hablado dijo-: Mi hija conducirá su coche, gracias. Está a punto de hacerlo.
Nerissa le sonrió. Fue una sonrisa tan radiante, dulce y bondadosa que Mix casi se postró de hinojos a sus pies.
– Ha sido muy considerado por su parte -le dijo la joven, se metió en el coche y pasó el sombrero a las mujeres del asiento de atrás. La ventanilla estaba bajada-. Bueno, adiós.
El automóvil dobló la esquina y desapareció en el preciso instante en el que aparecía el guardia casi corriendo, con la multa en la mano. Mix permaneció un momento en el terreno sagrado en el que había estado el Jaguar y que entonces estaba ocupado tan sólo por una lata de cerveza vacía, un jirón de trapo grasiento y un envoltorio de un helado Magnum.
El guardia se las dio de ingenioso:
– Si se queda aquí, le van a poner el cepo, señor.
– ¡Ja, ja! -repuso Mix.
Se dirigió hacia la casa. Gran parte de lo que le había sucedido últimamente poseía ese aire de ensueño. Eran sueños maravillosos, como el más reciente, o pesadillas. ¿Qué había sido de la realidad? Bueno, era real que había hablado con Nerissa y… ¡Oh, milagro!, ella había hablado con él. Y había sido tan simpática y encantadora. Lo había llamado considerado. Si esa vieja que dijo ser su madre no se hubiera inmiscuido, era probable que ella le hubiera dejado mover el coche, incluso hasta se hubiera sentado a su lado y hubiera dejado que la llevara a casa. Pero la vieja había tenido que entrometerse. A Mix le hubiese gustado tirarla al suelo y pisotearla. ¿Cómo podía ser la madre de Nerissa con ese cabello gris rojizo y esa pálida cara de perro?
En la casa casi siempre reinaba la calma, pero aquella tarde parecía estar más silenciosa que de costumbre. Empezó a subir las escaleras. La próxima vez Nerissa lo reconocería. Saldría a hablar con él, tal vez lo invitara a entrar a tomar un café. Cuando eso ocurriera, sería su oportunidad para invitarla a salir. La llevaría a ese lugar italiano de categoría, ese que tenía un nombre curioso y que había ganado el Premio al Restaurante Italiano del Año. Por suerte había podido ahorrar un poco. Quería el dinero para comprarse uno de esos televisores con pantalla de plasma, pero Nerissa era mucho más importante que eso.
Invariablemente, cuando llegaba al tramo superior de la escalera los pensamientos sobre Reggie y su fantasma alejaban de su mente todo lo demás. Ni siquiera Nerissa poseía poder suficiente sobre él para desplazarlos. Era temprano, por supuesto, pero ya anochecía y allí arriba los pasillos siempre estaban oscuros. A veces pensaba en cerrar los ojos al llegar a lo alto de la escalera y dirigirse a su piso a ciegas, pero temía que si lo hacía una mano se le posaría en el hombro o una voz le susurraría al oído. Lo mejor era afrontarlo y mirar. Allí no había nadie, no había nada. Todo estaba como debía estar. ¿O no? Mix permaneció inmóvil intentando recordar. Estaba segurísimo de haber cerrado la puerta de la habitación donde Danila yacía bajo las tablas del suelo. Lo sabía porque siempre lo hacía. En todo el tiempo que llevaba viviendo allí nunca había estado entornada.
Se acercó a la puerta de puntillas, vete a saber por qué, y aunque pensó que lo mejor sería abrirla rápidamente, lo hizo a hurtadillas. La habitación estaba vacía y hacía mucho calor en ella. El sol resplandecía a través del cristal. Un olor no muy fuerte, pero bastante desagradable debía de entrar por la ventana abierta, pero la ventana no estaba abierta. Fue hacia ella e intentó levantar la hoja, pero le fue imposible, las cuerdas del contrapeso de la ventana de guillotina estaban rotas, una de ellas colgando. Algunos de los olores que se percibían en Londres eran de origen desconocido y parecían abrirse camino a través de las grietas de la estructura de las casas. Miró por la ventana. Las gallinas de Guinea del hindú estaban acurrucadas juntas en el tejado de un cobertizo bajo mientras Otto las observaba desde el muro.
Mix cerró la puerta tras él y metió la llave en la cerradura de su piso. No sólo percibía un olor extraño, sino también una música extraña. Debía de haber empezado a sonar mientras se encontraba en la habitación, una música de esas que él nunca había sido capaz de seguir o comprender, pero que a algunas personas parecía gustarles. Él sospechaba que en realidad no les gustaba, pero que lo fingían porque eso les hacía parecer más inteligentes. Unas notas de piano, posiblemente de dos, sonaban a lo lejos mientras alguien tocaba un violín. ¿De dónde provenía? Del dormitorio de la vieja bruja, sin duda. Entró en el piso pensando en la chica que estaba debajo de las tablas del suelo.
¿Iba a dejarla allí? No había sido ésa su primera intención. La habitación de al lado sólo era una tumba temporal. Él había pensado meter el cadáver en el maletero del coche y deshacerse de él en alguna parte. Reggie nunca había llegado tan lejos. Todas sus víctimas habían sido enterradas dentro de la casa o en el jardín, pero Reggie no tenía coche, poca gente poseía vehículo en aquel entonces. Claro que su propia experiencia era muy distinta a la de Reggie. El necrófilo había matado a todas esas mujeres para tener relaciones sexuales con ellas mientras yacían moribundas o recién muertas, en tanto que él, Mix, había matado a alguien en defensa propia porque le había dicho unas cosas horribles. Lo que él había hecho tan sólo era un homicidio sin premeditación.
En la época de Reggie los forenses no habían llegado ni mucho menos al nivel de pericia que habían logrado hoy en día. Mix lo sabía todo al respecto, como cualquiera que viera la televisión. Actualmente, con todas las pruebas que hacían, serían capaces de saber si había llevado el cuerpo de una chica en su coche, sabrían quién era ella por la prueba del ADN. Reggie tuvo que ocultar esos cadáveres a su esposa, hasta que ella también se convirtió en su víctima. Se vio obligado a enterrarlas. Seguro que en su caso sería mucho más seguro dejar a Danila donde estaba, un lugar al que nadie tendría motivos para ir. Pero ¿quién había estado aquel día en esa habitación? Probablemente la vieja Chawcer, buscando más basura en los cajones de esa cómoda.
¿Y si había sido el fantasma de Reggie, fascinado porque otra persona había ocultado un cadáver? ¿Y si Reggie, en lugar de rondarlo con intención de asustarlo, estaba velando por él? Se sentiría mejor al respecto cuando hubiera vuelto a ver a Madam Shoshana y oyera lo que ésta tenía que decir.
No obstante, pensó que un fantasma era igualmente aterrador tanto si te estaba amenazando como si te estaba protegiendo. El hecho de que pudiera ser un fantasma hacía que vieras el mundo de una manera distinta. Mix se estremeció al tiempo que pensaba que quizá no fuera demasiado pronto para prepararse un Latigazo.