– Llegas tarde como de costumbre. Pero da lo mismo, ¿no?
A Mix no le hizo mucha gracia el comentario, pero decidió no discutir. En lugar de eso, admiró el anillo de compromiso de Steph y les preguntó cuándo iban a casarse.
– Todavía falta mucho -dijo Ed, que fue a buscarle una ginebra con tónica-. Veo que te has pasado a las bebidas fuertes.
Mix consideró que aquello no merecía respuesta alguna. Esperaba que Ed le pidiera que fuera su padrino de boda. Antes de discutir lo hubiera hecho, quizás aún lo hiciera, aunque no esa noche.
– Lo tienes jodido en la oficina central -comentó Ed-. Pero me imagino que a estas alturas ya lo sabes.
– Hoy eres la segunda persona que me lo dice. No quiero hablar de ello.
– Cuando el señor Pearson sea la tercera persona, no te quedará más remedio.
Steph se rió tontamente. Pero no era una chica desagradable y cambió de tema para hablar de bodas, casas e hipotecas. Al cabo de un rato de estar comentando esos temas, Steph dijo casi lo peor que Mix querría haber oído.
– Han estado aquí buscando a esa chica desaparecida.
– ¿Qué chica desaparecida? -Mix tuvo que fingir.
– Danila Kovic o como sea que se pronuncie. Entraron dos policías y hablaron con ese chico, Frank, el barman. Oí que decían que la chica había solicitado trabajar aquí porque lo que ganaba en un gimnasio no le bastaba para vivir.
– No consiguió el empleo -dijo Ed-. Cuando se fueron los policías, Frank dijo que la muchacha carecía de la experiencia necesaria. La llamó pobre criatura, dijo que no parecía lo bastante mayor como para beber, no digamos para servir alcohol.
– Pues eso no le resultaría de mucha utilidad a la policía -comentó Mix bastante aliviado.
La estaban buscando, pero eso él ya lo sabía. Gracias a Dios que no la había llevado allí. Mejor hablar de otra cosa.
– ¿Cuándo va a ser la boda?
– Ya me lo preguntaste por teléfono y vas a obtener la misma respuesta. Todavía falta mucho.
– Queremos tenerlo todo en orden y todo pagado antes de casarnos -explicó Steph-. Así el matrimonio tiene más posibilidades, ¿no te parece?
Mix no tenía opinión al respecto, pero coincidió con ella y hablaron del piso nuevo, de las constructoras, de las sociedades hipotecarias y de los tipos de interés, hasta que de pronto Ed dijo:
– Frank dijo que volvió a verla. Paseando por Oxford Gardens con un tipo.
Mix derramó un poco de bebida que formó un pequeño charco con burbujas. Sabía que debería haber preguntado: «¿A quién?», pero no lo hizo; en cuanto Ed lo mencionó, él ya supo a quién se refería. Con voz un tanto alta, dijo:
– Se lo contó a la policía, ¿no?
– Dijo que lo haría. Cuando habló con ellos, se le había ido de la cabeza.
Era lo más cerca que habían llegado de encontrar a un hombre en la vida de la joven. ¿Sería capaz de describirlo este tal Frank? ¿Le reconocería?
– ¿Frank trabaja esta noche?
Mix tuvo la impresión de que su voz no había sonado del todo firme y creyó que Ed lo miraba de forma extraña.
– Vendrá más tarde.
«Espera, ahora no digas que te vas, les parecerá un poco raro si lo haces.» Se obligó a permanecer en la silla, creyó tener la sensación de que todos los nervios de su cuerpo se tensaban para empujarlo fuera de su asiento y por la puerta. No obstante, se quedó, con la frente sudorosa.
– ¿Nos tomamos otra? -Ed se había cansado de esperar que Mix invitara. Podían pasarse toda la noche allí sentados antes de que lo hiciera-. ¿Quieres lo mismo?
– Me tengo que marchar -dijo Mix.
¿Qué aspecto tenía ese tal Frank? No lo recordaba y no podía preguntarlo. Bien podría ser que al salir de allí se tropezara con él en Pembridge Gardens sin saber quién era. Sin embargo, Frank lo reconocería. Le dijo adiós a Steph con brusquedad y a Ed le dirigió un: «Nos vemos».
Había mucha gente por la calle. Siempre ocurría lo mismo en las noches cálidas como aquélla. Cualquiera de los hombres jóvenes podía ser Frank. El que subía por Notting Hill Gate podría ser él, o ese que estaba saliendo de un coche. En cualquier caso, ninguno de ellos pareció reconocerle. Mix podía coger el autobús o ir andando, pero sería más fácil que lo vieran si se quedaba de pie en la parada del autobús, en tanto que si caminaba se alejaría de la zona de peligro y, aparte, le haría bien.
Normalmente, cuando regresaba a Saint Blaise House, si no era muy tarde, se veía una luz tenue en dos o tres ventanas. Un resplandor amarillo verdoso iluminaba la media luna de cristal que había sobre la puerta principal, las hojas de las ventanas del salón y tal vez la del dormitorio de la mujer. Aquella noche no había ninguna, la casa estaba llena de una oscuridad total, una oscuridad lo bastante intensa y densa como para aplastarse contra las ventanas desde el interior. «Deja de imaginarte cosas -se dijo-, ya sabes que todo está en tu cabeza.» Abrió la puerta con la llave y entró en el silencio que esperaba y quería.
«Los fantasmas no existen. Esa Shoshana diría cualquier cosa por dinero. No cierres los ojos cuando llegues arriba. Cualquier cosa que veas sólo está en tu cabeza.» Mantuvo los ojos abiertos, miró por los pasillos y no vio nada. «Y ahora que estás en casa no empieces a beber, mantén la mente despejada.»
Mientras caminaba de vuelta a casa había decidido bajar el cadáver aquella misma noche. Pero ¿por qué? No había ninguna necesidad de hacerlo de inmediato. La vieja Chawcer estaría fuera una semana. «Déjalo para mañana, intenta volver a casa hacia las cuatro y hazlo entonces. Luego puedes cavar el agujero el sábado durante el día. Si algún vecino te ve cavando por la noche, va a sospechar.»
Lo empezaría todo mañana y mientras tanto se tomaría una copa muy pequeña de ginebra y se iría a la cama. Una vez allí, cómodo y abrigado, empezó a preocuparse por la entrevista de la mañana siguiente con el señor Pearson. ¿Y si le decía que iban a tener que prescindir de él? Pero no iban a hacer eso sólo por haberse saltado unas cuantas visitas. ¿Se molestaría Frank en ir a hablar con la policía? Y si lo hacía, ¿cómo podía saber a quién había visto con Danila? La chica podría haber tenido otros novios y cualquiera de ellos podía haberla acompañado hasta Oxford Gardens. Mix se durmió, se despertó, volvió a quedarse dormido, se levantó, encendió la luz y contempló su reflejo en el espejo alargado. ¿Cómo lo describirían a él, a todo esto? Era un hombre de aspecto común y corriente, no tan delgado como debería estar, de tez rosada, nariz chata, ojos ligeramente grises o de color avellana y cabello rubio tirando a castaño. Una rueda de reconocimiento sería una cosa completamente diferente, pero incluso Mix en su estado de nervios actual se dio cuenta de que, una vez más, se estaba dejando llevar por la imaginación.
El señor Pearson no iba a despedirlo tal como Mix se había temido en cierto modo, sino que iba a darle una última oportunidad. El hombre era propenso a dar pequeñas charlas sentenciosas a sus empleados cuando éstos tenían problemas y en aquella ocasión le dio una a Mix.
– No se le exige un comportamiento ejemplar simplemente por usted, y ni siquiera por mí. Es en beneficio de toda la comunidad de técnicos de esta empresa y por la reputación de la misma. Piense en lo que ahora mismo significa usted para un cliente cuando habla con él por teléfono en nombre de la compañía. El cliente tiene una agradable y cálida sensación de seguridad, de tranquilidad y satisfacción. Todo irá bien. Lo harán, y con prontitud. No importa cuál sea el problema, esta empresa lo resolverá. Y luego piense en lo que significa cuando un técnico falla repetidas veces al cliente, no aparece cuando prometió y no devuelve las llamadas. ¿Acaso el cliente (o, más probablemente, la clienta) no empezará a considerar que la empresa es informal y poco de fiar, que ya no es de primera? ¿Y lo más seguro no es que entonces se diga: «Tal vez debería buscar otra empresa en las Páginas Amarillas»?