Выбрать главу

"Me marcho," dijo ella por tercera vez, sin estar muy segura de porqué se molestaba. Quizás era alguna clase de enfermiza fascinación con la situación que tenía entre manos, una morbosa curiosidad por ver lo que ellos harían cuando realmente comenzara a alejarse.

"No, no se va," dijo David, agarrando su muñeca en el instante en que ella se movió.

Susannah parpadeó sorprendida. La había estado escuchando.

"La escoltaré," dijo él rígidamente.

"Obviamente está bastante ocupado aquí," dijo ella, con una sarcástica mirada hacia Clive. "Estoy segura de que puedo encontrar a algún conocido que me lleve a casa. "

"Vino conmigo. Se marchará conmigo. "

"No es… – "

"Es necesario," dijo él, y Susannah, de repente, entendió por qué era tan temido entre los miembros de la Temporada.

Su tono podría haber congelado el Támesis.

Miró el hielo – sobre el río, y casi se rió.

"En cuanto a ti, hablaremos más tarde," dijo bruscamente David a Clive.

"¡Pffft.! " Susannah se tapó la boca con la mano.

David y Clive se volvieron a mirarla con expresión irritada. Susannah luchó contra otro acceso de sumamente inoportuna risa tonta. Nunca había pensado que ellos se parecieran tanto el uno al otro hasta ahora. Cuando ambos la miraron exactamente de la misma forma, sumamente enojados.

"¿De qué te ríes? " exigió Clive.

Ella apretó los dientes para impedirse sonreír. "De nada".

"Obviamente es de algo," dijo David.

"No es por usted," contestó ella, temblando con risa apenas contenida. Era divertido devolverle sus propias palabras.

"Se está riendo," la acusó él.

"No me río. "

"Lo hace," dijo Clive a David, dejando de discutir el uno con el otro en ese instante.

Por supuesto que ya no discutían entre ellos; ahora se habían aliado contra ella.

Susannah miró a David, después miró a Clive. Volvió a mirar a David, que fruncía el ceño tan ferozmente que ella debería estar temblando encima de sus patines, pero en cambio simplemente se echó a reír.

"¿Qué? " exigieron David y Clive al unísono.

Susannah solamente sacudió la cabeza, tratando de decir, "no es nada," mientras reía, pero no lo logró y solo consiguió parecer una lunática trastornada.

"La llevo a casa," dijo David a Clive.

"Será lo mejor," contestó Clive. "Evidentemente no puede permanecer aquí. " Entre la sociedad civilizada, implicaba la frase.

David la tomó por el codo. "¿Está lista para marcharse? " le preguntó, a pesar de que ella había anunciado su intención de hacer exactamente eso nada menos que tres veces.

Ella asintió, y se despidió de Clive antes de permitir que David se la llevara.

"¿Qué ha sido todo eso? " le preguntó él, una vez que estaban acomodados en su carruaje.

Ella sacudió la cabeza inútilmente. "Se parecía tanto a Clive. "

"¿A Clive? "repitió él, con voz teñida de incredulidad. "No me parezco en nada a Clive. "

"Bien, tal vez no en los rasgos," dijo ella, tirando distraídamente de los flecos de la manta que tenía extendida sobre el regazo. "Pero sus expresiones eran idénticas, y usted actuaba exactamente igual que él. "

La expresión de David se volvió pétrea. "Nunca actúo como Clive,"dijo, mordiendo las palabras.

Ella se encogió de hombros por toda respuesta.

"¡Susannah! "

Lo miró con las cejas arqueadas.

"No actúo como Clive," repitió él.

"No, normalmente no. "

"Hoy tampoco" afirmó él.

"Sí, hoy sí, me temo. Lo hizo. "

"Yo- " Pero no terminó la frase. En cambio, apretó los labios y mantuvo la boca cerrada, abriéndola sólo para decir, "Estará en casa pronto. "

Lo que no era cierto. Había unos buenos cuarenta minutos hasta Portman Square. Susannah sintió el paso de cada uno de esos minutos con insoportable detalle, puesto que ninguno de ellos volvió a decir una palabra hasta que llegaron a su casa.

El silencio, se percató ella, podía ser increíblemente ensordecedor.

Capítulo Seis.

¡Qué divertido!, Lady Eugenia Snowe fue vista arrastrando a su nuevo yerno a través del hielo por las orejas.

¿Quizás ella lo divisó dando una vuelta sobre el hielo con la encantadora Susannah Ballister?

¿Y no desearía el Mann-Formsby más joven ahora haber llevado puesto sombrero?

Revista de Sociedad de Lady Whistledown,

4 de febrero de 1814

¡¡¡¿Igual que Clive?!!!

David agarró el periódico que había estado intentando leer y brutalmente lo estrujó entre sus manos. Y después, lo arrojó a través del cuarto. Esto, sin embargo, fue una totalmente insatisfactoria demostración de mal humor ya que el periódico apenas pesaba y terminó por flotar hecho una ligera pelota, antes de aterrizar suavemente sobre la alfombra.

Golpear algo habría sido infinitamente más satisfactorio, sobre todo si él hubiera podido sacudirle el puñetazo al retrato familiar que colgaba sobre la repisa de la chimenea, directamente sobre la permanentemente sonriente cara de Clive.

¿Clive? ¿Cómo podía ella pensar que él era como Clive?

Se había pasado su vida entera sacando a su hermano de líos, accidentes y potenciales desastres. La palabra más significativa era "potencial", puesto que David lograba interceder siempre antes de que "las situaciones" de Clive se tornaran calamitosas.

David gruñó cuando recogió el periódico arrugado del suelo y lo lanzó a la chimenea encendida. Quizás había sido demasiado protector con Clive durante todos esos años. Con su hermano mayor alrededor para solucionar todos sus problemas, ¿por qué debería haber aprendido Clive responsabilidad y rectitud?

Tal vez la próxima vez que Clive se encontrara con el agua al cuello, David debería dejarle ahogarse un ratito. Pero en cualquier caso…

¿Cómo podría Susannah decir que ellos dos eran parecidos?

Gimiendo su nombre, David se desplomó en el sillón más cercano al fuego. Cuando la veía en su mente-algo que llevaba haciendo aproximadamente tres veces por minuto desde que la dejara en su casa, y de eso hacía ya seis horas-era siempre con las mejillas tersas y ruborizadas del frío, con copos de nieve precariamente suspendidos sobre sus pestañas, y con su generosa boca sonriendo de placer.

La imaginó en el banco de nieve, en el momento en que él había tenido la revelación más asombrosa e impresionante. Había decidido perseguirla porque ella haría una excelente condesa, lo cual era cierto. Pero en aquel momento, cuando había mirado fijamente su encantadora cara y tuvo que usar cada gramo de su autocontrol para no besarla

Justo allí mismo, delante de toda la alta sociedad, comprendió que ella sería algo más que una excelente condesa.

Sería una maravillosa esposa.

Su corazón se había estremecido de placer. Y de temor.

Aún no estaba del todo seguro de lo que sentía por ella, pero cada vez se hacía más evidente que esos sentimientos se enroscaban tercamente en y alrededor de su corazón.

Si ella todavía amaba a Clive, si todavía añoraba a su hermano, entonces la había perdido. Daba igual si decía sí a su oferta de matrimonio. Si ella todavía quería a Clive, entonces, él, David, nunca la tendría realmente.

Lo cuál significaba que la gran pregunta era -¿ podría él soportarlo? ¿Que sería peor -¿ser su marido, sabiendo que ella amaba a otro, o no tenerla en absoluto?

No lo sabía.

Por primera vez en su vida, David Mann-Formsby, Conde de Renminster, no entendía su propia mente.

Simplemente no sabía que hacer.

Era una horrible, dolorosa e inquietante sensación.

Miró el vaso de whisky, posado casi al alcance de su mano sobre la mesa al lado del fuego. Maldición, realmente había querido emborracharse. Pero ahora se sentía cansado y vacío, y a pesar de lo mucho que esto lo fastidiaba, incluso se sentía demasiado perezoso hasta para levantarse del sillón.