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"Siempre es sobre el deber contigo," siguió Clive. "Deber a la familia. Deber al nombre de los Mann-Formsby. "

"Siempre ha sido más que eso," susurró David.

Las comisuras de los labios de Clive se apretaron. "Puede que sea verdad, pero de ser así, no lo has demostrado muy bien. "

"Lo siento, entonces," dijo David. Sus hombros cayeron cuando soltó un largo y cansado suspiro. Era irónico descubrir que había fallado en el propósito alrededor del cual había construido su vida entera. Cada decisión que había tomado, todo lo que había hecho -todo había sido por la familia, y ahora resultaba que ellos ni siquiera se habían dado cuenta. Su amor por ellos había sido percibido como una carga- una carga de expectativas.

"¿La amas de verdad? " preguntó Clive calmadamente.

David asintió. No estaba seguro de cómo había pasado, ni cuándo exactamente, durante el breve tiempo en que habían vuelto a tratarse, pero la amaba. Amaba a Susannah Ballister, y de alguna manera la visita de Clive había clarificado sus sentimientos con alarmante claridad.

"Yo no," dijo Clive.

"¿Tu no qué? " preguntó David, dejando translucir en su voz su cansancio e impaciencia.

"No la amo. "

David soltó una áspera carcajada. "Dios, espero que no. "

"No te burles de mí," lo advirtió Clive. "Te digo esto porque mi comportamiento de hoy podría haberte hecho pensar que yo… ah… Bien, olvídalo. La cuestión es que me preocupo lo bastante por ti para decirte… bien, eres mi hermano, ya sabes. "

David sonrió. No se creía capaz de ello en aquel momento, pero no pudo evitarlo.

"No la amo," dijo Clive otra vez. "Sólo la perseguí hoy porque estaba celoso. "

"¿De mí? "

"No lo sé," confesó Clive. "Supongo. Nunca pensé que Susannah se fijaría en ti. "

"No lo hizo. Yo la perseguí. "

"Bien, no obstante, supongo que asumí que ella se quedaría en casa echándome de menos. " Clive se estremeció. "Suena horrible. "

"Sí," estuvo de acuerdo David.

"No quise que sonara de esa manera," explicó Clive, soltando un frustrado suspiro. "No es que quisiera que ella se pasara el resto de su vida llorando de pena por mi, pero supongo que pensé que es lo que haría. Y luego, cuando la vi contigo… " Se sentó en el sillón que David había desocupado unos minutos antes y dejo caer su cabeza en sus manos. Después de unos minutos de silencio, levantó la vista y dijo, "No deberías dejarla escapar. "

"¿Disculpa? "

"No deberías dejar escapar a Susannah. "

"Ya había pensado," dijo David, "que esa podría ser una buena idea. "

Clive frunció el ceño ante el sarcasmo de su hermano. "Ella es una mujer estupenda, David. No la adecuada para alguien como yo, pero aún cuando esto no se me hubiera ocurrido si tú no te hubieras enamorado de ella, creo que podría ser exactamente la adecuada para ti. "

"Cuán románticamente expresado," refunfuñó David.

"Perdona si tengo problemas para verte en el papel de héroe romántico," dijo Clive poniendo los ojos en blanco. "Todavía encuentro difícil de creer que estés totalmente enamorado. "

"Corazón de piedra y todo eso," dijo David, sarcásticamente.

"No trates de menospreciar esto," dijo Clive. "Esto es serio. "

"Oh, soy consciente de ello. "

"Antes esta tarde," dijo Clive despacio, "cuando patinábamos, Susannah dijo algunas cosas…"

David se abalanzó sobre sus palabras. "¿Qué cosas? "

"Cosas," dijo Clive, lanzando a su hermano una mirada de las de "deja-de-interrumpirme". " que me condujeron a creer que puede que no sea indiferente a tu causa. "

"¿Puedes hablar en inglés? " dijo David nervioso.

"Creo que ella podría estar también enamorada. "

David se desplomó y se encontró sentado sobre una mesita que había detrás de él. "¿Estás seguro? "

"Desde luego que no. Solamente he dicho que creo que ella podría estar también enamorada."

"Qué maravilloso voto de confianza. "

"Dudo que ella, siquiera, se halla dado cuenta aún," dijo Clive, ignorando las palabras de David, ", pero evidentemente siente cariño por ti. "

"¿Qué quieres decir? " preguntó David, intentando desesperadamente tratar de encontrar algo definitivo en las palabras de Clive a lo que aferrarse. Por Dios, el hombre podía hablar durante horas sobre una cuestión sin llegar nunca al meollo de la misma.

Clive puso los ojos en blanco. "Lo único que digo es que creo que si la persigues -realmente la persigues, es posible que diga sí. "

"Crees. "

"Creo," dijo Clive con impaciencia. "Dios bendito, ¿cuándo te he dicho que era vidente? "

David frunció los labios pensativamente. "¿Qué has querido decir," preguntó despacio, "cuando has dicho perseguirla realmente. "

Clive parpadeó. "Que deberías perseguirla realmente. "

"Clive," gruñó David.

"Tener un gran gesto," dijo Clive rápidamente. "Algo desproporcionado y romántico y completamente ajeno a tu carácter. "

"Cualquier clase de gesto de ese tipo seria ajeno a mi carácter," se quejó David.

"Exactamente," dijo Clive, y cuando David alzó la vista, vio que su hermano sonreía ampliamente.

"¿Qué debería hacer? " David preguntó, odiando ser el que pide consejo, pero lo bastante desesperado para hacerlo, de todos modos.

Clive se puso de pie y se aclaró su garganta. "¿Bueno, cuál sería el encanto si te dijera lo que tienes que hacer? "

"Yo lo encontraría encantador," dijo David rechinando los dientes.

"Ya pensarás en algo," dijo Clive, de forma poco servicial. "Un gran gesto. Todo hombre puede ser capaz de al menos un gran gesto en su vida. "

"Clive," dijo David, con un gemido, " sabes que los grandes gestos no son de mi estilo. "

Clive se rió entre dientes. "Entonces supongo que tendrás que incorporarlos a él. Al menos por ahora. " Sus cejas se fruncieron, y entonces comenzó a burbujear con una risita ligeramente controlada. "Al menos durante el día de San Valentín," añadió, sin contener entonces su diversión, "que creo que es… ah… dentro de once días, más o menos. "

El estómago de David dio un vuelco. Tenía la sensación de que era el corazón, que se había desplomado hasta allí. El día de San Valentín. ¡Dios bendito, el día de San Valentín!. La maldición de cualquier hombre sensato y razonable. Si alguna vez era de esperar un gran gesto, era durante el día de San Valentín.

Se tambaleó en su asiento. "El día de San Valentín," gimió.

"No puedes evitarlo," dijo Clive alegremente.

David le lanzó una mirada asesina.

"Creo que es hora de que me despida," murmuró Clive.

David no se molestó ni en mirar a su hermano cuando se marchó.

El día de San Valentín. Le pareció como una perfecta sincronización. Hecho a medida para declararse a alguien.

¡Ajá!. Hecho a medida si uno fuera del tipo locuaz, romántico y poético, lo cual David, sin la menor duda, no era.

El día de San Valentín.

¿Qué demonios iba a hacer?

* * *

A la mañana siguiente, Susannah despertó sintiéndose nada descansada, nada feliz y saludable, y definitivamente nada refrescada.

No había dormido.

Bueno, por supuesto había dormido, si una quería ser fastidiosamente preciso. No es que hubiera estado sin poder dormir la noche entera. Pero sabía que había visto dar la una en punto en el reloj. Y recordaba vagamente haberlo mirado también a las dos y media, las cuatro y media, las cinco y cuarto, y a las seis. Por no mencionar que se había ido a la cama a medianoche.

Así que sí había dormido, pero sólo a ratos.

Y se sentía fatal.

Lo peor de todo era – no solamente que estuviera cansada. Ni siquiera que estuviera gruñona y malhumorada.

Le dolía el corazón.

Mucho.